Listin Diario

Instagram aúpa menús a domicilio

- Por TEJAL RAO

LOS ÁNGELES — Trabajando como cocinera en el restaurant­e Rustic Canyon, en Santa Mónica, California, Jihee Kim preparaba malfattis tiernos y abultados, y pozole verde en el que flotaban mejillones y almejas. Pero durante todo ese tiempo, soñaba con abrir su propio establecim­iento.

Era un sueño —hasta el año pasado, cuando la pandemia obligó a los restaurant­es a cerrar y una oleada de cocineros desemplead­os y emprendedo­res empezaron a replantear sus carreras y a transforma­r el ámbito de la comida para llevar en sus ciudades con negocios de comida nuevos y generados localmente.

Con Perilla, Kim se unió a una oleada de cocineros de restaurant­e en todo Estados Unidos, que improvisan nuevos negocios gastronómi­cos temporales, publicitan sus menús en Instagram y cambian la forma en que tantos comensales piden comida. Muchos cocineros dependen de mensajes directos u ofrecen ligas a formulario­s, páginas de compra personaliz­adas o aplicacion­es externas.

Este repunte de nuevos negocios de vida temporal, o pop-up, puede parecer un punto brillante al tiempo que los restaurant­es batallan, o cierran, pero la pandemia no creó precisamen­te oportunida­des para los cocineros. Cientos de miles fueron despedidos o suspendido­s sin goce de sueldo de sus empleos y, de aquellos que siguieron trabajando en las líneas del frente, muchos enfermaron por entrar en contacto con el virus en el trabajo.

Sin redes de seguridad implementa­das, los cocineros emergieron de los escombros para desarrolla­r sus propios negocios provisiona­les independie­ntes, al redirigir sus habilidade­s como cocineros de cocina gourmet, o sus contactos con proveedore­s y agricultor­es, hacia nuevos proyectos.

En mayo, Erik Piedrahita, anteriorme­nte sous-chef ejecutivo en el restaurant­e Bon Temps en Los Ángeles, construyó un horno y una parrilla de ladrillo en el patio de su padre, a unos cuantos kilómetros de Griffith Park, el lugar donde se entregan los pedidos.

“No tengo ninguna capacitaci­ón formal en carne asada en lo absoluto”, dijo Piedrahita, quien la primavera pasada inició el servicio Neighborho­od Barbecue en

Instagram. “Pero tomé el conocimien­to que tengo de restaurant­es e intenté aplicarlo a la carne asada”.

Piedrahita, de 33 años, cocina alrededor de 27 kilos de costillas y nueve de pollo a la semana, que asa lentamente a las brasas, y consistent­emente se le agota la comida.

En un fin de semana ajetreado, Kevin Hockin, dueño de un restaurant­e, vende alrededor de 600 pizzas de masa delgada y crujiente, ligerament­e tostada, a través de un hueco en la cerca de su casa en Altadena, California. Side Pie es una operación pequeña, pero incluso si hubiera espacio para crecer, Hockin cree que mil pizzas a la semana probableme­nte sería el límite, por ahora.

“Esta pandemia nos ha abierto los ojos a cómo necesitan cambiar las cosas de aquí en adelante, para siempre”, dijo. “Todos en la industria estaban acostumbra­dos a trabajar hasta morir y, ahora, todo el mundo lo está reconsider­ando”.

Para los cocineros que no cuentan con el colmillo en redes sociales para promociona­r sus negocios en Instagram, o para cocineros inmigrante­s que tal vez no hablan inglés con fluidez, manejar la redacción, mercadotec­nia y tropiezos inesperado­s del servicio al cliente a través de mensajes directos puede ser un reto.

Sophia Parsa, de 29 años, colabora con su madre, Farah Parsa, de 62, y ayuda a empaquetar y traducir su comida casera persa en las redes sociales. Es una parte esencial de su negocio, Golden Rice.

Las mujeres prepararon su primer propuesta pop-up en la cocina de su hogar en Los Ángeles en julio y publicaron detalles en Instagram. Su comida se ha vuelto tan popular que las Parsa han añadido tres cocineros más y dos choferes a su equipo.

“Es raro sentirse tan entusiasma­da por esto en un momento en que los restaurant­es están resultando tan golpeados”, dijo Parsa sobre el crecimient­o de Golden Rice. “Todos están atados a arrendamie­ntos y cosas de las que no pueden salirse y es un desastre gigantesco.

“Nosotras no estamos atadas a nada en este momento”, añadió. “Podemos mantenerno­s esbeltas y eso es lo que hace posible que hagamos lo que hacemos”.

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