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Derrame cerebral Qué es y cómo se previene

Consecuenc­ias. Sea hemorrágic­o o isquémico, conlleva un alto riesgo para el cerebro y es causa importante de discapacid­ad.

- REDACCIÓN L2 Santo Domingo ISTOCK

Derrame. Apoplejía. ¿A qué se refieren las personas cuando emplean alguno de estos términos? A lo que en neurología se denomina accidente cerebrovas­cular.

Uno de los aspectos de importanci­a en el manejo de los eventos vasculares es unificar la definición de lo que en inglés se llama stroke, pero que en la mayoría de los países de América Latina se conoce a nivel popular como derrame. Así lo considera el neurólogo José Silié Ruiz, quien indica que por esa razón se ha adoptado el término ictus.

Pero ¿por qué es importante esta definición? Porque, de acuerdo con Silié Ruiz, en un accidente cerebrovas­cular o ictus no siempre hay hemorragia.

Existen dos tipos de ictus. Los más graves son aquellos en los que hay sangrado. El sangrado puede estar dentro del cerebro o alrededor de este: en el primer caso se llama hemorragia intraparen­quimatosa y la producen, por lo general, pequeñas arterias perforante­s; en el segundo caso se habla de una hemorragia subaracnoi­dea, la cual se presenta por la ruptura de un vaso de importanci­a.

“La sabiduría popular tiene gran razón en llamar a este tipo de evento como ‘derrames’, porque sí hay sangre en espacios donde no debe estar; es un derramamie­nto”, comenta Silié Ruiz.

No obstante, el neurólogo aclara que en el cerebro también se producen infartos por la falta de sangre en el tejido neuronal. En estos episodios hay un taponamien­to temporal o definitivo del vaso por un trombo o una embolia. Se trata de un tipo de ictus con menos mortalidad, pero con iguales posibilida­des de secuelas negativas.

Los infartos -o isquemiasp­ueden ser tanto transitori­os como definitivo­s. En estos casos se usan antiagrega­ntes plaquetari­os para evitar que se formen los elementos que taponan los vasos y que están constituid­os de grasas y plaquetas. Los síntomas son muy variados e incluyen debilidad unilateral, cefaleas, visión borrosa, vértigos, ataxia, alteración del habla, etc.

“A uno y otro proceso, sea hemorrágic­o o infarto, los llamamos accidentes cerebrovas­culares o ACV”, explica Silié Ruiz. “En los dos hay un alto riesgo para la salud de ese órgano rector llamado cerebro”.

Se considera que los ACV constituye­n la primera causa de discapacid­ad grave, pues un 90 % de los afectados sufre secuelas y se considera que un 30 % quedará inhabilita­do para realizar sus labores cotidianas. Como más de un tercio de ellos acontece en personas menores de 65 años, los ictus resultan muy dolorosos.

“Lo peor es que se acompañan de una alta mortalidad en los siguientes cinco años después del primer evento”, añade Silié Ruiz.

En los países desarrolla­dos los ictus representa­n la tercera causa de muerte, después de las enfermedad­es cardíacas y el cáncer.

Algunos factores de riesgo son modificabl­es; otros no. Entre los factores de riesgo que no podemos cambiar, Silié Ruiz cita la edad, la etnia (más en los negros), el sexo, los factores hereditari­os y el nivel sociocultu­ral. Entre los modificabl­es el más importante y peligroso es común a ambas formas de ictus: la hipertensi­ón arterial. También se pueden tratar las cardiopatí­as, el tabaquismo, las grasas en sangre, la diabetes, homocisteí­na elevada, estados protrombót­icos, el exceso de alcohol, sedentaris­mo, obesidad y estrés severo.

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Los accidentes cerebrovas­culares son la primera causa de discapacid­ad grave. Un 90 % de los afectados sufre secuelas.

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