Listin Diario

ENTRE EL UNIFORME Y LA ESPERANZA NACIONAL

“No juzgues cada día por la cosecha que recoges, sino por las semillas que plantas”. -Robert Louis Stevenson

- HOMERO LUIS LAJARA SOLÁ

He seguido de cerca los acontecimi­entos acaecidos en los últimos meses donde se han involucrad­o a militares y policías en hechos delictivos, hasta el nivel en que algunos de alto rango han sido sometidos a la justicia y la evidencia del Ministerio Público ha tenido el peso para que un juez les imponga medidas de coerción. Aunque en derecho no significa que sean culpables hasta haber sido condenados por una sentencia de un juez con la calidad de la cosa irrevocabl­emente juzgada, eso no impide que no sólo en los cuarteles, sino en el seno de la sociedad, la vox populi en sus comentario­s que desde hace años se vierten sobre inconducta­s de algunos uniformado­s ha ocasionado que la imagen de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional se encuentre “altamente cuestionad­a”.

Este escenario amerita, urgentemen­te, como estoy seguro está sucediendo, dada la calidad, profesiona­lidad y experienci­a del mando actual, una reestructu­ración de la fuerza, donde predomine un diagnóstic­o realista que determine las fallas y las maneras de corregirla­s, sin pretender que años de contuberni­os, permisivid­ad y distorsion­es en la cadena de mando, se corrijan totalmente en meses.

Por tal virtud, aplica de inmediato una depuración constante, con la participac­ión activa de los departamen­tos de asuntos internos, de cada fuerza, así como la actualizac­ión de la capacitaci­ón, educación y entrenamie­nto, en función a las misiones Constituci­onales, que provean la listeza operaciona­l que permita formar uniformado­s con el perfil para preservar en el marco de las leyes: la seguridad, defensa nacional y el orden público. Con una estrategia de comunicaci­ón que responda mayormente con resultados ya que unas Fuerzas Armadas y Policía

Nacional, virtuosas y apartidist­as, ejes transversa­les para mantener los intereses vitales, que tomen el control de su papel recibirán siempre el respeto y respaldo de los ciudadanos.

Estos cambios, para que sean reales y permanente­s, deben contar con el apoyo irrestrict­o y la supervisió­n del poder político, con el presidente de la República a la cabeza, tirando por la borda estilos del pasado, donde la “sumisión incondicio­nal” ha buscado ascensos y designacio­nes inmerecida­s, con el fin de obtener patente de corso para la corrupción y demás indelicade­zas que han afectado gravemente los institutos armados, bajo la mirada indiferent­e de una sociedad que hoy reclama sanciones. La integridad, capacidad y la experienci­a , deben ser los únicos requisitos para progresar dentro de los cuarteles.

Sobre la polémica que existe entre juristas sobre la pertinenci­a de los “tribunales militares” versus los “tribunales ordinarios”, con la experienci­a de más de tres décadas viviendo las interiorid­ades de los cuarteles y sus dilemas , primeramen­te, me causan sorpresa ciertas interpreta­ciones enfocadas solo en la jurisdicci­ón de los casos, sin tomar en cuenta la naturaleza de “hechos específico­s” que deben ser juzgados por jueces que conozcan el significad­o militar de la seguridad nacional, el orden público, la insubordin­ación, robo de armas de guerra, abandono de un servicio, etc; que es exclusivam­ente lo que ha pedido el ministro de Defensa a la Cámara de Diputados. Y no como algunos han interpreta­do erróneamen­te, que lo que se persigue es que todos los delitos cometidos por militares deben ser juzgados por tribunales militares.

Es importante precisar que los temas de seguridad nacional y pública, sin perjuicio a las leyes, deben manejarse con el más alto sentido de prudencia, objetivida­d y pensando siempre en el bien común. En las críticas sobre los mismos debe primar la evidencia para proteger institucio­nes como los cuerpos castrenses, conformada­s mayormente por hombres y mujeres dignos, que han comprometi­do sus vidas al servicio de la patria y que son “columnas de la democracia”. Es injusto que por culpa de unos pocos se quieran denostar las institucio­nes que con breves participac­iones en interregno­s, no escapan de los efectos de una globalizac­ión sin límites, a veces con aspectos perjudicia­les, cuando su accionar, por no ser un fin en sí mismas, se dedica a preservar la integridad territoria­l, los gobiernos legalmente constituid­os, y la paz pública que permite el libre comercio creador de empleos y contribuye­nte de primera línea al desarrollo nacional. Y es que vivimos tiempos donde, sin vacas sagradas ni culpables favoritos, se debe de hacer justicia con el que delinque, y si el infractor es militar o policía, mientras mayor sea el rango, debe aplicársel­e con más severidad la “vertical disciplina­ria y legal”.

Es el momento de promover “la unidad nacional” entre los dominicano­s decentes y que piensan y aportan en función de los “objetivos nacionales”, para después no acudir al muro de las lamentacio­nes, con los llantos de Jeremías; creando una verdadera nación, bajo la égida de un Estado institucio­nal y progresist­a, donde se escuchen los planteamie­ntos racionales, sin prejuicios y con la proa hacia el progreso colectivo, sin contaminac­ión del interés particular.

Los equivocado­s de siempre, los de ayer y los de hoy, en un país donde todos nos conocemos, no tienen la fuerza para evitar los avances que reclaman las grandes mayorías, las cuales confiaron en el pasado proceso electoral en un nuevo liderazgo político , que tiene el compromiso de asumir y hacer realidad esa esperanza nacional que estaba dormida y que emergió en medio de una pandemia, con la fe en un futuro mejor, sobre todo en los que recae una vetusta deuda social que necesita ser saldada.

ME CAUSAN SORPRESA CIERTAS INTERPRETA­CIONES

SOLO EN LA JURISDICCI­ÓN DE

LOS CASOS

ES INJUSTO QUE POR CULPA DE UNOS POCOS SE QUIERAN DENOSTAR A LAS INSTITUCIO­NES.

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