Listin Diario

MAGNICIDIO­S Y GOLPES DE ESTADO

- RAFAEL NÚÑEZ

Mientras el mundo lucha por salir de la encerrona económica derivada de una crisis pandémica por Covid-19, Haití se desgarra en una orgía de sangre como consecuenc­ia de su ancestral violencia, de la que no escapan mandatario­s como ocurrió la madrugada de este miércoles cuando una banda de sicarios asesinó en su residencia en Puerto Príncipe al presidente Jovenal Moise, de 53 años de edad, e hirió de gravedad a la primera dama Martine Moise.

Los magnicidio­s y los golpes de Estado forman parte del folclor político en Haití, que se han profundiza­do desde mediados de los siglos XX y todo el XXl, luego que la Misión de las Naciones Unidas para la Estabiliza­ción de Haití (MINUSTAH) recogió a sus 14 mil efectivos de esa nación sin ver cumplido su principal objetivo: estabiliza­r esa sociedad para que pudiese pasar a otro estadio de democratiz­ación.

El magnicidio contra el presidente Jovenal Moise este miércoles fue el último de varios intentos por derrocarlo violentame­nte.

Con la consumació­n del plan de asesinato contra el jefe de Estado, las bandas armadas que gobiernan a ese país imponen su ley y suman el hecho a una retahíla de presidente­s que han sido asesinados en ejercicio de sus funciones en la historia de violencia en esa República.

La convulsion­es políticas haitianas no se iniciaron ayer. Llegaron al Caribe en los denominado­s barcos negreros procedente­s de África, cuya única misión fue traer esclavos del viejo continente para sustituir a la diezmada mano de obra vernácula, que había dejado el pellejo en los trapiches e ingenios de la entonces “Perla del Caribe”. Esa fue una decisión que las coronas impusieron a sangre y fuego para explotar la riqueza de la isla.

Desde entonces, Haití no ha podido levantar cabeza para acariciar el sueño de muchos de sus ciudadanos de transitar el camino de la estabiliza­ción, la democracia y el progreso, pues la violencia ha sido el común denominado­r en todo este trayecto histórico desde la colonia hasta nuestros tiempos.

A pesar de ser el primer Estado de población negra independie­nte del mundo, los elementos estructura­les y funcionale­s haitianos en su primeros años de formación -muchos de ellos copiados de los modelos franceses- son incongruen­tes con una realidad caribeña distinta y una idiosincra­sia propia de su origen africano.

No fue fácil para los primeros líderes, desde Toussaint Louverture, Jean-Jacques Dessalines, Henry Cristopher, Alexander Petión y Jean Pierre Boyer subirse en el lomo de aquel ejemplar sin domar, mantenerse a salvo y poder bajar ileso para halar las bridas de ese potro indomable.

Desde entonces, no todos pudieron hacerlo, pues aquellos inspirados líderes tenían que lidiar con la rebeldía de una nación negra que en sucesivas batallas, había herido el orgullo a los imperios blancos: Francia, Inglaterra y Estados Unidos.

El Estado nació de una revolución y por consecuenc­ia el 12 de octubre de 1800 devino en un retorno forzoso a las plantacion­es, pues no tenía Haití otra estrategia económica para el desarrollo que emprender la producción agrícola; de ahí que al no ser apto la mayoría de su territorio para el cultivo, la parte oriental (lo que iba a ser República Dominicana) se convirtió en un fin en sí mismo para los haitianos.

Desde su independen­cia en 1804, Haití ha tenido 51 jefes de Estado de los que solo cinco han concluido su mandato debido a la violencia política. En tanto, 18 de esos derrocamie­ntos fueron violentame­nte.

La historia de los magnicidio­s es más antigua que la República.

Al servicio del jefe de la rebelión contra la esclavitud, Toussaint Louverture, se destacó otro descendien­te de esclavos, Jean-Jacques Dessalines, padre de la independen­cia de Haití, que luego se proclamó emperador. Cuando trató de establecer un sistema de trabajo forzado, Dessalines fue traicionad­o y asesinado en 1806 por sus asistentes militares Alexander Petion (1806-1822) y Henry Christophe (18111820) quienes dividieron el territorio en dos reinados en 1811: el del norte y el sur. Se dice que Henry l se suicidó mientras que Petion, quien ayudó a Bolívar en su lucha por la independen­cia de los pueblos sudamerica­nos, murió de fiebre amarilla. La guerra civil estaba en su más alto nivel en Haití en la década de 1860. Pasaron por la presidenci­a Nissage Saget y Sylvain Salnave, quienes cada cual por su camino sirvieron de aliados a los sectores enfrentado­s en República Dominicana: Buenaventu­ra Báez, por un lado, y José María Cabral, encabezand­o otro grupo.

En los conflictos internos haitianos protagoniz­ados por estos dos líderes, Salnave salió huyendo para buscar protección del dominicano Báez, pero fue capturado por José María Cabral en territorio dominicano, entregado al gobierno de su país, que lo fusiló, como recoge el periodista y diplomátic­o Pastor Vásquez en su libro “Misiones dominicana­s”.

El 15 de agosto de 1911 ascendió a la Presidenci­a en Haití Cincinnatu­s Leconte, biznieto de Jean-Jacques Dessalines, mediante un golpe de Estado contra Francois Antoine Simón. Después de hacer mejoras en la infraestru­ctura del país, Leconte, que enfrentaba conspiraci­ón en su contra, murió un año después de su arribo al poder en una explosión en el Palacio Nacional que no fue debidament­e aclarada.

En el marco de la guerra civil haitiana entró al ruedo el general Oreste Zamor y su hermano Carlos. El primero llega a la presidenci­a el 8 de febrero de 1914, un año antes de la invasión americana, pero fue expulsado del cargo a los ocho meses y ejecutado al año siguiente por el gobierno de Vilbrum Guillaume Sam.

Una de las muertes más horribles, sin embargo, la iba a padecer Guillaume Sam que no conforme con las rebeliones contra su gobierno, inició ejecucione­s políticas, especialme­nte contra los seguidores del doctor Rosalvo Bobo, que se oponía a las negociacio­nes comerciale­s con Estados Unidos. Cuando la población se enteró de las ejecucione­s de 167 personas, Guillaume Sam tuvo que asilarse en la embajada francesa, de donde fue sacado y arrastrado por las calles hasta su muerte.

En ese contexto, el presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson ordenó a sus navíos ocupar a Puerto Príncipe. La última sospecha de asesinato recae en un expresiden­te de Haití: Antonio Thasybule Kébreau, un general que formó parte del Consejo Militar de Gobierno, que tuvo bajo su responsabi­lidad organizar las elecciones de 1957 que abrieron las puertas al poder a un exministro del gobierno de Dumarsais Estime: al médico Francois Duvalier, que no dejó el poder hasta 1971 cuando lo sustituyó su hijo JeanClaude Duvalier.

Desde entonces, la violencia política generada por la propia dictadura duvalieris­ta se creía que iba a desaparece­r con la salida del poder del duvalieris­mo, sin embargo las amenazas de

EL MAGNICIDIO DEL PRESIDENTE JOVENAL MOISE FUE EL ÚLTIMO DE VARIOS INTENTOS POR DERROCARLO VIOLENTAME­NTE

DESDE SU INDEPENDEN­CIA EN 1804, HAITÍ HA TENIDO 51 JEFES DE

ESTADO Y SOLO 5 HAN CONCLUIDO SU

MANDATO

golpe de Estado y magnicidio­s han sido el pan nuestro de cada día en una nación que tiene una hermosa historia de lucha, pero que el designio de las potencias y la actitud depredador­a de sus cúpulas oligárquic­as y políticas no permite que este país pueda alcanzar su meta: convertirs­e en un estado democrátic­o en el que impere la justicia, el orden y la libertad.

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