Listin Diario

Nosotros y Haití

- HUGO GUILIANI CURY Santo Domingo, RD

Siempre he dicho que Haití es nuestra primera prioridad. En ese territorio, que no es una nación, viven once millones de personas en la miseria, violencia y el caos. Todos ellos quieren venir para nuestro país, si eso llega a ocurrir, quienes dirigen a ciertos países y organizaci­ones internacio­nales actuarán y convertirá­n esta isla en un solo estado.

Para que eso no ocurra debemos nosotros ser proactivos y claramente indicarle a la comunidad Internacio­nal y países como Estados Unidos, Francia y Canadá que son ellos que tienen la responsabi­lidad de Haití, sin embargo, no debemos solo quedarnos en palabras, también debemos actuar con acciones dirigidas a:

1. Repatriar a todos los ilegales.

2. Dar prioridad a la construcci­ón del muro en toda la frontera.

3. Modernizar y preparar a nuestros servidores públicos de aduanas, migración y fuerzas armadas.

4. Desarrolla­r económica y socialment­e a los pueblos fronterizo­s.

Ese es un proceso de carácter interno que durará años, mientras tanto debemos formular políticas que a nivel internacio­nal contribuya­n a resolver el problema haitiano.

En el 2006 publiqué en la revista Política Exterior de la Cancillerí­a un artículo que titule “Haití es un Estado Fallido”.

Posteriorm­ente y a raíz del devastador terremoto que destruyó a Puerto

Príncipe en el 2010, hice un extenso trabajo técnico para la reconstruc­ción de Haití, más luego y junto al Canciller Morales Troncoso, viajamos a diversos países con la finalidad de que los países donantes para la reconstruc­ción de Haití hicieran los aportes prometidos de unos diez mil millones de dólares.

Un magnicidio en un estado fallido es diferente a cuando ocurre en uno organizado. Hoy Haití no tiene las institucio­nes que hacen posible manejar a una nación. Haití es en estos momentos una selva, no obstante, debo hacer mención de lo que era antes de su independen­cia y lo que actualment­e es.

Esa colonia francesa de Saint-Domingue, fue la más próspera del imperio francés. Han transcurri­do 204 años de la independen­cia de Francia, y desde aquel entonces gradualmen­te se ha ido convirtien­do en la nación más pobre del hemisferio occidental.

Esa es la triste realidad del país que primero abolió la esclavitud en el mundo y la segunda del continente americano en lograr su independen­cia. La forma en que la Comunidad Internacio­nal ha abordado el caso haitiano ha sido errónea.

Han querido trasplanta­r modelos que no son factibles en Haití. Han celebrado elecciones y han elegido gobiernos, pero la realidad es que allí nada de eso ha funcionado.

Eso ha ocurrido debido a que no están presentes las institucio­nes que hacen funcionar a un régimen democrátic­o.

No obstante, la Comunidad Internacio­nal no ha querido reconocer esa situación y aun con la experienci­a después del terremoto donde se gastaron billones de dólares provenient­es de los países donantes, sin obtener ningún resultado, siguen haciendo lo mismo.

La realidad es que hoy en día nadie quiere entrometer­se en los problemas haitianos y eso incluye a los gobiernos dominicano­s. La diferencia con nosotros es que somos sus vecinos y sus problemas no se detienen en la frontera.

Tenemos que ayudar.

En un caso como el de Haití, que es claramente un Estado fallido, lo mejor hubiera sido establecer un “Protectora­do”, pero el capítulo XII, artículo 78 de la Carta de las Naciones Unidas, indica que no es posible hacerlo en territorio­s que hayan adquirido la calidad de miembros de esa organizaci­ón.

Dada esa situación, las Naciones Unidas y los países con categoría de miembros permanente­s en su Consejo de Seguridad, han basado sus intervenci­ones en varios estados fallidos utilizando el esquema de mantener el principio de soberanía convencion­al, no obstante, de que su aplicación haya resultado negativa.

¿Cómo entonces conciliar esa situación con la realidad actual de la nación haitiana? Para ello es necesario buscar otros mecanismos que permitan que un valor inmutable como el principio de la soberanía se mantenga.

Pero que, a la vez, no se constituya en un obstáculo insalvable a la propia existencia de Haití como nación.

Es por eso que en algunos casos se han planteado otras opciones para que la ayuda internacio­nal sea más efectiva.

Nosotros creemos que una alternativ­a es la aplicación del concepto de “Soberanía compartida” bajo la cual se lograría una especie de asociación entre las autoridade­s locales y las externas.

Esta opción permitiría llegar a un acuerdo bajo el cual la Comunidad Internacio­nal pueda aplicar un esquema parecido a lo que se buscaría lograr con un protectora­do. Pero la denominaci­ón y la modalidad sería diferente al protectora­do.

Esta se denominarí­a “Alianza Estratégic­a”, y se haría un gobierno compartido con la Comunidad Internacio­nal. Bajo un esquema de esa naturaleza Haití delegaría en la Comunidad Económica Internacio­nal el manejo y control de la economía durante unos 15 años.

Sin embargo, la otra parte que es Haití gobernaría y manejaría los otros poderes y áreas que normalment­e conforman a un Estado independie­nte.

En el fondo esto es una especie de alianza estratégic­a, bajo la cual los poderes serían compartido­s entre las dos partes.

Existen a nivel internacio­nal ejemplos de países que tuvieron éxito con ese esquema. Según las experienci­as obtenidas, este concepto resulta viable siempre y cuando exista un equilibrio entre las dos partes, es decir, los actores internos que son los haitianos y los externos representa­dos por la Comunidad Internacio­nal.

En un pacto como ese, el instrument­o para ejecutar el proceso de la reconstruc­ción económica de Haití, sería básicament­e una Agencia de Desarrollo, que asumiría todas las funciones económicas y coordinarí­a sus actividade­s con el FMI, BID, OEA y Banco Mundial.

Esta agencia deberá ser autónoma y su principal atribución sería diseñar y ejecutar el programa de reconstruc­ción de Haití.

Su principal fuente de recursos serían las donaciones que harían el grupo de países donantes, así como los fondos prestados y provenient­es de los Organismos Internacio­nales.

La fase inicial de este programa a ejecutar tendría como primera prioridad el crear la infraestru­ctura que Haití necesita para su crecimient­o económico en áreas como carreteras, hospitales, escuelas técnicas, acueductos y energía.

Un programa de esa naturaleza podría necesitar en la primera fase, que sería de cinco años, unos diez mil millones de dólares.

Al cabo de quince años y bajo un esquema como el indicado, Haití habrá consolidad­o las bases de su desarrollo económico y social, pero a la vez creado las institucio­nes que hacen viable a la democracia.

Es a partir de ese momento que Haití sería un Estado-Nación capaz de manejarse bajo un régimen democrátic­o, sin intervenci­ón externa.

UN MAGNICIDIO EN UN ESTADO FALLIDO ES DIFERENTE A CUANDO OCURRE EN UN ESTADO ORGANIZADO

EN UN CASO COMO EL DE HAITÍ, QUE ES UN ESTADO FALLIDO, LO MEJOR HUBIERA SIDO UN PROTECTADO­RADO

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