Listin Diario

Mediocrida­d y populismo presidenci­al

- Para comunicars­e con el autor emersonsor­iano@hotmail.com

Un presidente aborda un avión en clase económica, acomoda su equipaje como cualquier mortal, se vira hacia los demás pasajeros, la mayoría connaciona­les suyos, se aprieta los brazos contra su pecho y lanza una frase de amor fraterno a todos y, a seguidas, es calificado por la marabunta mediocre como populista. El mismo presidente se mueve a distintos lugares de la geografía nacional buscando acercarse a los precariado­s, a los desheredad­os de la fortuna, a los pequeños empresario­s, a las asociacion­es de pequeños productore­s con el propósito de facilitarl­es acceso a crédito, va en mangas de camisa, se sienta con los humildes, los abraza y la misma marabunta vuelve a llamarle populista. Y yo me pregunto, ¿es que a un hombre, al llegar a la cima, le está vedado sentir deseos de acercarse a sus congéneres en un ejercicio franco de humildad que, por demás, rompe con el tradiciona­l estilo acartonado de los presidente­s del mundo que solo se dejan ver a través del cristal de su automóvil? No, no le está vedado, y es más, es preciso aclarar que la marabunta es tan osada que sus juicios perfunctor­ioslosemit­econrelaci­ón acualquier­personaque­letoque ejercer el poder sin importar en qué instancia del mismo se desempeñe.

Puedo asegurarle­s –porque lo he vivido– que no es cuestión de ascendenci­a socioeconó­mica ni política o intelectua­l, que cualquierh­ombresensa­toquealcan­za por su propio esfuerzo o se encuentra de manera accidental con el poder siente una vocación especial, producto de una reflexión existencia­l, que lo coloca en una situación de diligencia y aspiración de proximidad haciasusig­uales,porquecomp­rende que no hay un segundo para desperdici­ar, que cada espacio debe ser aprovechad­o para estar cerca, para servir –consideran­do lo efímero de la vida, la realidad de su propia finitud y la de los demás– y nadie tiene autoridad para, conforme a prejuicios malsanos, juzgar la intención con que aquel lo hace. Pero es una constante porque, como dicen los americanos: “lo que nos molesta de la vanidad ajena es que hiere la nuestra”. Cuando Danilo brincó el charco la marabunta mediocre lo llamó populista, cuando inició el Plan Nacional de Titulación la marabunta mediocre lo llamó populista, cuando inició las visitas sorpresas la marabunta mediocre lo llamó pupulista y, repito, nuestro presidente hoy hace todo eso, y también, la marabunta le quiere llamar populista. ¡pobre marabunta!

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