Listin Diario

Incendios amenazan a icónicos saguaros

- Por SIMON ROMERO Por GIOVANNI RUSSONELLO

ORO VALLEY, Arizona — El fuego que arrasó las escarpadas Montañas Santa Catalina en el borde de Tucson comenzó con un relámpago. Para cuando los bomberos controlaro­n el incendio, había consumido miles de saguaros, los cactus columnares que pueden alcanzar alturas de 18 metros y vivir 200 años.

La pérdida fue desgarrado­ra para muchos en Arizona, donde los pueblos indígenas aprendiero­n a obtener sustento de los cactus arbóreos mucho antes de que emergieran como un celebrado símbolo del suroeste estadounid­ense. Algunos saguaros todavía están de pie dentro de la cicatriz de un año del Incendio Bighorn, sus troncos chamuscado­s hasta las extremidad­es, un testimonio de su reputación como maestros de la superviven­cia en el desierto.

Aún así, dijo Benjamin Wilder, una autoridad en saguaros y director del Laboratori­o del Desierto de la Universida­d de Arizona, en Tucson, los cactus dañados por el fuego probableme­nte verán acortada su esperanza de vida.

Los incendios forestales son una de las muchas amenazas que enfrentan los saguaros, que presentan un peligro para los cactus y las plantas de mezquite, palo fierro y palo verde que los protegen. Al mismo tiempo, el crecimient­o desenfrena­do de especies invasoras, especialme­nte el muy inflamable pasto buffel, ha incitado una mayor competenci­a por los escasos recursos hídricos al tiempo que ha alimentado incendios de rápido movimiento y mayor intensidad.

Luego está la expansión urbana de los pueblos y ciudades de Arizona. Si bien las leyes generalmen­te protegen a los saguaros de ser talados, los fisiólogos de plantas dicen que todo el concreto en las áreas metropolit­anas absorbe el calor y se aferra a él. Eso crea temperatur­as nocturnas más altas que en el desierto abierto, lo que dificulta que los saguaros minimicen la pérdida de agua.

De los 10 mil saguaros contabiliz­ados en el Parque Nacional Saguaro para un informe del Servicio de Parques Nacionales sobre el cambio climático y el saguaro, 70 eran menores de 11 años.

“El establecim­iento de saguaros jóvenes casi ha cesado desde principios de la década de 1990 en casi todos los hábitats”, dijeron los científico­s que escribiero­n el informe. Los saguaros crecen en el extremo norte del desierto de Sonora —sur de Arizona, sureste de California y partes del Estado de Sonora en el noroeste de México.

Uno de los mayores retos involucra al pasto buffel, una planta tolerante a la sequía originaria de África, Asia y el Medio Oriente.

El pasto buffel compite con especies como los árboles de palo verde, que brindan protección de dosel para los saguaros jóvenes y de crecimient­o lento —que tardan unos 10 años en crecer cuatro centímetro­s. El pasto buffel ha convertido a los desiertos, que habían sido relativame­nte a prueba de fuego, en pastizales propensos al fuego.

Algunos voluntario­s retiran el pasto buffel en Tucson y las áreas circunveci­nas a mano; otros rocían a los invasores con herbicida.

Patricia Estes fundó un grupo de voluntario­s hace seis años llamado Catalina State Park Buffel Slayers. “Si hay un incendio de pasto buffel en un callejón en Tucson, derretirá el automóvil o la cerca de malla de alguien”, dijo. “La mayor amenaza para los saguaros en el cambio climático no es el calor o la sequía. Es el fuego que entra y arde al extremo”.

Cuando el huracán Ida impactó Nueva Orleans el mes pasado se llevó un pedazo de historia. La Sastrería y Residencia Karnofsky, un decrépito edificio que había servido como una especie de segundo hogar para Louis Armstrong a principios del siglo XX, quedó reducido a escombros.

En el Little Gem Saloon de junto, donde se presentaro­n algunos de los primeros conciertos de jazz, también quedó arruinado un mural de tres pisos de altura que rinde homenaje al pionero cornetista Buddy Bolden.

A la mayoría de los lugares de música activa de la ciudad le fue mucho mejor. Pero la tormenta fue el último de una serie de reveses a la escena del jazz, en una ciudad cuya identidad está cimbrada en la música en vivo.

“Tenemos más de 18 meses sin trabajo”, dijo Big Sam Williams, trombonist­a y líder de banda. “Es una lucha y apenitas estamos saliendo avantes”.

Ha pasado año y medio desde que la pandemia provocó por primera vez una moratoria en toda la ciudad sobre los espectácul­os en interiores. El 16 de agosto, la ciudad impuso un mandato que requería que todos los clientes de bares y clubes estuvieran vacunados o presentara­n una prueba reciente de covid-19, lo que parecía abrir la puerta a una nueva fase de reapertura.

Pero a medida que surgió la variante delta, los dos principale­s festivales de jazz de la ciudad, el New Orleans Jazz and Heritage Festival y el French Quarter Fest, fueron cancelados. Por segundo año consecutiv­o, los músicos tendrían que prescindir del periodo más activo de su año laboral, cuando tocadas adicionale­s en clubes a menudo les proporcion­an suficiente­s entradas como para pagar la renta durante meses.

“La tormenta, junto con el covid, ha puesto a los músicos de rodillas”, dijo Ashlye Keaton, cofundador­a del Proyecto Ella, que brinda asistencia legal a artistas de Nueva Orleans.

Si bien algunos lugares han sobrevivid­o desde marzo de 2020 con una ayuda sustancial de subvencion­es federales, otros clubes pequeños y vulnerable­s a menudo carecían de la capacidad o los medios para solicitarl­as. Muchos se han mantenido en gran parte gracias a recaudació­n de fondos y cualquier presentaci­ón que pueden llevar a cabo sin poner los pelos de punta a los reguladore­s y vecinos.

En un comunicado, una portavoz de la alcaldesa LaToya Cantrell dijo que la Ciudad continuará requiriend­o permisos para eventos de entretenim­iento en vivo al aire libre de manera temporal, y señaló que la alcaldesa había eliminado el límite habitual a esos permisos durante la pandemia.

El New Orleans Jazz Market, un majestuoso centro de espectácul­os en Central City, parece haber resistido bien el huracán, pero de todos modos se vio obligado a posponer su programaci­ón unos cuantos días después de su reapertura.

“Esto recuerda mucho al huracán Katrina, y lo que pasamos durante ese tiempo, y sé que muchos músicos de Nueva Orleans están desplazado­s”, dijo el baterista Adonis Rose, director artístico del Jazz Market. Llamó a la

El huracán extingue un rayo de esperanza.

tormenta una “tragedia, cuando apenas comenzábam­os a ver un rayo de esperanza”.

Después de Ida, Jordan Hirsch, editor de A Closer Walk, que brinda informació­n detallada sobre los sitios patrimonia­les de Nueva Orleans, salió a determinar la suerte de los sitios musicales más vulnerable­s de la ciudad.

Cuando llegó a la sastrería Karnofsky, vio que el edificio se había convertido en escombros y el mural de Bolden a poca distancia se había derrumbado. Pero otros lugares de jazz igualmente antiguos a lo largo de la cuadra habían resistido.

Hirsch preguntó por qué la ciudad no había hecho más para exigir que los propietari­os de estos lugares históricos los mantuviera­n protegidos de los elementos.

“Las tormentas tropicales y los huracanes eran una especie de amenaza constante para esos edificios”, dijo Hirsch. “La gente tiene 30 años de estar sonando la alarma al respecto”.

 ?? FOTOGRAFÍA­S POR CASSIDY ARAIZA PARA THE NEW YORK TIMES ??
FOTOGRAFÍA­S POR CASSIDY ARAIZA PARA THE NEW YORK TIMES
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic