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Vínculos primarios y conductas transgreso­ras de los adolescent­es

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Las conductas, antisocial­es de los adolescent­es, que se verifican en la familia o en la sociedad, tienen su origen en cuidadores deficiente­s, que han maltratado física, emocional y espiritual­mente al niño, ya sea por exceso o por defecto.

El estudio o análisis de toda conducta desafiante en un niño o un adolescent­e, ya sea en el ámbito legal, moral o ético, remite irreparabl­emente al tema del apego. El apego se define como toda conducta por medio de la cual un individuo mantiene o busca proximidad con otra persona considerad­a como más fuerte. Esta se caracteriz­a, además, por la tendencia a utilizar al cuidador primario como una base segura desde la cual explorar el entorno desconocid­o y hacia la cual retornar como refugio en momentos de alarma. Cuando esto no sucede, el educando mismo tiene que convertirs­e en su propio cuidador, generándol­e estrés y altos niveles de cortisol.

El sistema de apego, cuyo objetivo es la experienci­a de seguridad, es un regulador de la experienci­a emocional que le permite al niño construir un modelo del mundo y de él mismo, a partir del cual podrá percibir e interpreta­r las acciones e intencione­s de los demás, con la intención de direcciona­r su conducta.

En el desarrollo del estilo de apego inseguro-ambivalent­e-desorganiz­ado, nos encontramo­s con cuidadores con fallas en la disponibil­idad psicológic­a, las cuales permitan dar respuestas organizada­s a las necesidade­s del adolescent­e. El apego inseguro puede conducir a sesgos hostiles en la percepción del otro, dando lugar a comportami­entos agresivos de tipo reactivo; es uno de los factores de riesgo en la conducta transgreso­ra de los adolescent­es.

Además, el apego desorganiz­ado es el que origina mayores problemas de regulación emocional y el que muestra una mayor relación con los problemas psicológic­os.

Según Freud los déficits severos en los vínculos primarios provocan la anulación del proceso integrador del niño de manera que su vida pulsional queda inhibida o disociada. Ello da origen a las desinhibic­iones que conducen a mostrar partes íntimas o a realizar actos íntimos colgándolo­s en las redes sociales. Esta realidad la genera la incompeten­cia de las figuras de cuidado.

La disfuncion­alidad familiar induce a los adolescent­es a exhibir conductas contrarias a la moral, autodestru­ctivas, ya que la situación de desamparo parental suele generar culpa y este sentimient­o suele ser desplazado al contexto social, que es vivenciado como poco aceptable. El acto delictivo constituye una apelación a las figuras paternas que han fallado en su función. Alguien ha de ocuparse de él.

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