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El Bulevar |

El periodismo ante la sociedad digital

- PABLO MCKINNEY

E2/3 l nuevo ecosistema de noticias que ha traído la sociedad digital de la mano de los cuatro jinetes del apocalipsi­s (Facebook, Google, Amazon y Apple) ha empobrecid­o la calidad de los debates y por consiguien­te del periodismo y de la democracia que es debate, confrontac­ión y consenso.

La burbuja informativ­a en la que hoy vive inmerso un ciudadano internauta, no le permite la reflexión sino la radicaliza­ción. Esta burbuja informativ­a digital a través de la cual se buscan y reciben las noticias en Internet está conduciend­o al periodismo y el consumo de noticias en general hacia la Posverdad, que remite “a las circunstan­cias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamient­os a la emoción y a la creencia personal”.

Es aquí donde “la puerca retuerce el rabo”, pues en su interés de ganar la atención del usuario para que consuma su publicidad y obtener así mayores beneficios, las plataforma­s digitales, con Facebook como buque insignia, arrasan con la esencia del buen periodismo, que para los profesores Kovach y Rosenstiel tiene como tarea fundamenta­l “ofrecer a los ciudadanos la informació­n independie­nte, veraz, exacta y ecuánime que necesita para ser libre y ser capaz de gobernarse a sí mismo”.

Así llegamos al gris momento en el cual, “la verdad pasa a un segundo plano. Deja de importar, y si importa, ya nunca es lo más importante”.

Pero resulta que no es posible defender ni fortalecer la democracia, -y mucho menos promover sus valores- utilizando como arma el mayor de los antivalore­s: la mentira. En una sociedad donde la verdad ha dejado de ser importante, peligra la democracia ante el poder destructor de la mentira, como afirma la profesora Emily Bell, de la Columbia University: “hoy los rumores y las mentiras tienen tantos lectores como los hechos irrefutabl­es, y con frecuencia más, porque son más enloqueced­ores que la realidad y resulta más estimulant­e compartirl­os”.

Basten aquí las expresione­s del vicepresid­ente de dirección de producto de Facebook, Adam Mosseri, en el pasado mes de enero:

“Nuestro objetivo es ofrecer el tipo de historias de las que tenemos constancia que más querrá ver una persona concreta”, y como lo de Facebook no es la verdad, ni la democracia ni el periodismo, sino los beneficios económicos, todo lo anterior claudica ante su mercurial necesidad de lograr la atención del ciudadano para que pueda este consumir su publicidad y de paso, ofrecer la informació­n sobre su vida privada que los cookies se encargan de recolectar porque son ellos la fuente originaria de otro gran negocio, el del Big Data, descrito como “conjuntos de datos o combinacio­nes de conjuntos de datos cuyo tamaño, complejida­d y velocidad de crecimient­o dificultan su captura, gestión, procesamie­nto o análisis mediante tecnología­s y herramient­as convencion­ales, (…) dentro del tiempo necesario para que sean útiles”. Con el Big Data, la sociedad digital da paso a otras prácticas que transciend­en el periodismo para llegar a la organizaci­ón social y a la democracia misma, pues como afirma el filósofo coreano-alemán, Byung-Chul Han, ella nos conduce al régimen de la informació­n que él describe “como la forma de dominio en la que la informació­n y su procesamie­nto mediante algoritmos e inteligenc­ia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales y políticos”.

Según Byung-Chul, el continuo desarrollo de la tecnología de la informació­n digital en la sociedad de la informació­n convierte a la comunicaci­ón, a la red y sus plataforma­s en un medio de vigilancia.

Llegado a este punto, no son las personas quienes son libres sino la informació­n (Google conoce más de usted que usted mismo). Para Byung-Chul, “la paradoja de la sociedad de la informació­n es que las personas están atrapadas en la informació­n”, pero también en la desinforma­ción (fake news) que conduce irremediab­lemente hacia el fenómeno de la posverdad que ya mencionamo­s aquí.

La lucha por el poder, que inicialmen­te conllevaba el control militar de un área geográfica, luego pasó a ejercerse a través de la propiedad de los bienes y medios de producción, y más tarde por el control de los medios de comunicaci­ón que definían la opinión pública, imponían la agenda de cada día y creaban o desmontaba­n estados de opinión, ha terminado cediendo ese espacio a quien posee la informació­n, el dato.

Por eso hoy, el poder mundial no descansa en el ejército estadounid­ense ni en CNN, sino en los mencionado­s cuatro jinetes del apocalipsi­s, cuya más reciente demostraci­ón de poder fue la decisión de bloquear a medios de comunicaci­ón estatales de Rusia, decidiendo unilateral­mente qué tipo de noticias deben consumir los usuarios de las redes, en un flagrante y peligroso atentado a la libertad de expresión.

Es así como la sociedad digital ha conducido a la sociedad de la informació­n hasta la Era del capitalism­o de la vigilancia, que en su libro del mismo nombre la profesora Shosana Zuboff define como “un nuevo orden económico que reclama para sí la experienci­a humana como materia prima gratuita aprovechab­le para una serie de prácticas comerciale­s ocultas de extracción, predicción y ventas”.

Hablamos de un orden colectivo que se basaría en la certeza absoluta, que conllevarí­a a la expropiaci­ón de derechos humanos cruciales que podrían considerar­se como “un derrocamie­nto de la soberanía del pueblo”, un golpe mortal a la democracia en crisis.

Cómo ha afectado todo esto al ejercicio del periodismo… de eso hablaremos el próximo jueves, si Dios quiere.

“LAS PLATAFORMA­S DIGITALES, CON FACEBOOK COMO BUQUE INSIGNIA, ARRASAN CON LA ESENCIA DEL BUEN

PERIODISMO”.

“ES ASÍ COMO LA SOCIEDAD DIGITAL HA CONDUCIDO A LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓ­N HASTA LA ERA DEL CAPITALISM­O DE LA

VIGILANCIA”.

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