Ánimo en dos minutos La alegría del silencio
¿Recuerda
usted la última vez que estuvo profundamente alegre?
Es posible que hoy, descubra usted una clave para conseguir esa alegría genuina que tanto deseamos todos, al igual que Tamara y que Alberto.
Tamara: ejecutiva de una empresa. Un personaje de éxito muy meritorio. Pero su presencia produce tensión, nerviosismo, intranquilidad, ¿por qué es esto y no paz? Ella desea alegría, pero, ¿cómo va a lograr alegría si no da paz...?
Alberto: vive en constante protesta, no puede aceptar haber perdido un ser muy querido. Está encerrado en ese fatídico “¿por qué a mí?”. Dice que no entiende, que no comprende a Dios. Y se ha resignado lamiéndose sus heridas, y a tenerse pena, pero, ¿cómo va a lograr alegría si no da paz? Y ¿cómo va a dar paz si sólo piensa en sí mismo...?
El Señor nos ofrece una clave para conseguir la alegría auténtica, esa alegría profunda con verdadera necesidad psicológica y espiritual.
Se la da Él a 72 discípulos a quienes envía de dos en dos, con instrucciones muy precisas. Les indica cuál debe ser la primera frase que digan cuando entren en una casa: “Paz para esta casa”.
Son portadores de paz. El resultado es que, cuando volvieron, estaban “llenos de alegría”. Y parece que su alegría era tal, que contagiaron a su Maestro, puesto que dice el evangelio en el versículo siguiente, que el Señor “se estremeció de alegría” al oírlos contarle cómo les había ido. (Lucas 10,21)
Quizás sea buena idea experimentar esta fórmula: salirnos de nosotros mismos y comunicar paz a alguien.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos les va a llamar Dios hijos suyos”. (Mateo 4,9)
La fórmula está clara: da paz y recibirás alegría.
La pregunta de hoy
Para yo dar paz tengo que tenerla. ¿Cómo se consigue la paz?
La verdadera paz es interior, y quien la recibe: deja de ser esclavo de sucesos externos; y sus problemas no lo abaten, más bien lo fortalecen. El autor de esta paz es Dios (Isaías 45,7) y “no es como la que da el mundo” (Juan 14,27) luego, ni usted ni yo podemos “conseguirla”, pero sí podemos recibirla.
Es necesario para ello buscar esta paz para recibirla, pero con tranquilidad. He aquí la fórmula: Son cinco pasos del proceso espiritual: silencio – oración – paz – amor – servicio.
Cada uno es fruto del anterior y conduce al siguiente. Como verá usted, el primero es el silencio.
Hacer frecuentemente un alto en la vida, y durante un rato ponerse tranquilamente en presencia de Dios, traerá lentamente la paz a nuestro interior.
Esta es la única forma de recibir cada día estos dos regalos de insuperable valor: la auténtica paz, que conduce a la verdadera alegría.