Listin Diario

Ánimo en dos minutos La alegría del silencio

- LUIS GARCÍA DUBUS

¿Recuerda

usted la última vez que estuvo profundame­nte alegre?

Es posible que hoy, descubra usted una clave para conseguir esa alegría genuina que tanto deseamos todos, al igual que Tamara y que Alberto.

Tamara: ejecutiva de una empresa. Un personaje de éxito muy meritorio. Pero su presencia produce tensión, nerviosism­o, intranquil­idad, ¿por qué es esto y no paz? Ella desea alegría, pero, ¿cómo va a lograr alegría si no da paz...?

Alberto: vive en constante protesta, no puede aceptar haber perdido un ser muy querido. Está encerrado en ese fatídico “¿por qué a mí?”. Dice que no entiende, que no comprende a Dios. Y se ha resignado lamiéndose sus heridas, y a tenerse pena, pero, ¿cómo va a lograr alegría si no da paz? Y ¿cómo va a dar paz si sólo piensa en sí mismo...?

El Señor nos ofrece una clave para conseguir la alegría auténtica, esa alegría profunda con verdadera necesidad psicológic­a y espiritual.

Se la da Él a 72 discípulos a quienes envía de dos en dos, con instruccio­nes muy precisas. Les indica cuál debe ser la primera frase que digan cuando entren en una casa: “Paz para esta casa”.

Son portadores de paz. El resultado es que, cuando volvieron, estaban “llenos de alegría”. Y parece que su alegría era tal, que contagiaro­n a su Maestro, puesto que dice el evangelio en el versículo siguiente, que el Señor “se estremeció de alegría” al oírlos contarle cómo les había ido. (Lucas 10,21)

Quizás sea buena idea experiment­ar esta fórmula: salirnos de nosotros mismos y comunicar paz a alguien.

“Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos les va a llamar Dios hijos suyos”. (Mateo 4,9)

La fórmula está clara: da paz y recibirás alegría.

La pregunta de hoy

Para yo dar paz tengo que tenerla. ¿Cómo se consigue la paz?

La verdadera paz es interior, y quien la recibe: deja de ser esclavo de sucesos externos; y sus problemas no lo abaten, más bien lo fortalecen. El autor de esta paz es Dios (Isaías 45,7) y “no es como la que da el mundo” (Juan 14,27) luego, ni usted ni yo podemos “conseguirl­a”, pero sí podemos recibirla.

Es necesario para ello buscar esta paz para recibirla, pero con tranquilid­ad. He aquí la fórmula: Son cinco pasos del proceso espiritual: silencio – oración – paz – amor – servicio.

Cada uno es fruto del anterior y conduce al siguiente. Como verá usted, el primero es el silencio.

Hacer frecuentem­ente un alto en la vida, y durante un rato ponerse tranquilam­ente en presencia de Dios, traerá lentamente la paz a nuestro interior.

Esta es la única forma de recibir cada día estos dos regalos de insuperabl­e valor: la auténtica paz, que conduce a la verdadera alegría.

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La fórmula está clara: da paz y recibirás alegría.

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