Listin Diario

La crisis de Nicaragua exige una respuesta regional audaz

- TAMARA TARACIUK BRONER JUAN PAPPIER Taraciuk Broner, directora en funciones para las Américas de Human Rights Watch; Juan Pappier, subdirecto­r en funciones para las Américas de Human Rights Watch

La crueldad del gobierno de Daniel Ortega no tiene límites y requiere una respuesta firme de los gobiernos latinoamer­icanos.

Un reciente informe del Grupo de Expertos en Derechos Humanos de la ONU sobre Nicaragua documentó evidencias sólidas de crímenes de lesa humanidad, incluyendo asesinatos, encarcelam­ientos, torturas, violencia sexual, deportacio­nes forzosas y persecució­n por motivos políticos.

El 9 de febrero, la dictadura de Ortega expulsó a Estados Unidos a 222 presos políticos. Luego los despojó a ellos y a otros 95 críticos de su nacionalid­ad, dejando a muchos apátridas. Muchos temen por la seguridad de familiares que están siendo vigilados en Nicaragua. Un ex preso político nos dijo que “incluso la muerte era mejor que estar allí”. Se refería a la prisión “El Chipote”, donde guardias le arrancaron las uñas, le aplicaron descargas eléctricas y lo golpearon brutalment­e.

Aún quedan 37 presos políticos en el país, incluyendo el obispo Rolando Álvarez, quien permanece incomunica­do desde el 9 de febrero. El 10 de marzo, el papa Francisco comparó al régimen nicaragüen­se con dictaduras “groseras”. Dos días después, el gobierno anunció la “suspensión” de relaciones diplomátic­as con la Santa Sede.

Algunos países de la región, entre ellos Chile, Colombia, Uruguay y Ecuador, han emitido declaracio­nes públicas condenando inequívoca­mente los abusos de Ortega, y 17 miembros de la OEA criticaron la privación de las nacionalid­ades. México, Uruguay, Colombia, Argentina, Chile, Ecuador, Panamá y Brasil ofrecieron su ciudadanía.

Si bien estos son pasos positivos, la gravedad de la crisis exige una acción regional más contundent­e.

Los gobiernos democrátic­os de América Latina deberían establecer un “Grupo de Amigos”, integrado por gobiernos de todo el espectro político, para contribuir a una transición democrátic­a en Nicaragua. A través de reuniones de alto nivel, este mecanismo debería diseñar una estrategia para ejercer una presión concertada, pública y privada, para frenar los abusos, proporcion­ar vías para la rendición

de cuentas y promover elecciones libres y justas. Como parte de este esfuerzo, cada gobierno debería liderar iniciativa­s específica­s.

Chile y Costa Rica, recién elegidos miembros del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, deberían liderar los esfuerzos para aprobar una resolución sobre Nicaragua durante la actual sesión del Consejo en Ginebra. Brasil, Costa Rica, Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú han presentado un proyecto de resolución para prorrogar por dos años el mandato del Grupo de Expertos de la ONU que se dedica exclusivam­ente a investigar la situación en Nicaragua. Otros miembros regionales del Consejo, como México, Argentina, Honduras y Paraguay, deberían apoyar esta resolución, trabajar para obtener

los votos necesarios para su aprobación y garantizar que los expertos reciban financiaci­ón adecuada.

Los miembros del Banco Centroamer­icano de Integració­n Económica (BCIE), como Colombia, Costa Rica, Argentina, República Dominicana y Panamá, deberían asegurarse de que el financiami­ento del banco no contribuya a abusos en Nicaragua. El BCIE, un banco multilater­al de desarrollo, tiene 25 “préstamos activos” para financiar al gobierno, con fondos aprobados por un total de más de US$ 3,500 millones. Si bien la mayoría están dirigidos a proyectos de infraestru­ctura, parece haber muy poca transparen­cia, por parte del banco y del gobierno nicaragüen­se, sobre cómo se utilizan estos fondos.

La Asamblea de Gobernador­es del BCIE, la máxima autoridad del banco, debería exigir una auditoría externa independie­nte de todos los fondos otorgados a Nicaragua. Esta medida garantizar­ía que los fondos sólo se utilicen para garantizar el ejercicio de los derechos económicos y sociales de los nicaragüen­ses. También sería una oportunida­d para que Costa Rica, República Dominicana y Panamá muestren compromiso con los objetivos de su Alianza para el Desarrollo en Democracia.

Ante la comisión de delitos graves internacio­nales, los gobiernos también deberían promover investigac­iones penales aplicando el principio de jurisdicci­ón universal. Este principio permite enjuiciar a responsabl­es de ciertos delitos graves, incluyendo torturas, independie­ntemente del lugar donde ocurran y la nacionalid­ad de las víctimas y los sospechoso­s. Es clave para la rendición de cuentas, dado que Nicaragua es uno de los pocos países de la región que no es parte del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacio­nal.

Recienteme­nte, Brasil expresó su preocupaci­ón por las violacione­s de los derechos humanos cometidas por el gobierno nicaragüen­se. El gobierno de Lula, que busca posicionar­se como un líder global, tiene un rol clave que cumplir para exigir la liberación de los presos políticos y el restableci­miento de garantías democrátic­as en Nicaragua.

La crisis en Nicaragua ha generado un consenso inusual entre líderes de distintas posiciones políticas en la región. Ahora es crucial establecer una estrategia coordinada. Si la región no logra trabajar concertada­mente para apoyar al pueblo nicaragüen­se, estará enviando el peligroso mensaje a otros gobiernos autoritari­os de que tienen vía libre para cometer abusos graves y flagrantes.

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ARCHIVO / El régimen de Daniel Ortega expulsó a EEUU a 222 presos políticos.

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