Otra ciudad sí es posible
Vivimos en una ciudad donde durante décadas, nuestras principales demandas sociales se resumían a exigirle al alcalde de turno que recogiera la basura, y poco más de ahí.
Esa ciudad, capital de una nación pobre, ya no existe. Santo Domingo es una ciudad de contrastes, que palpita día y noche al compás de la gente que la camina y la transita. En pocos años ha cambiado dramáticamente, tanto a nivel de infraestructuras públicas como de construcciones privadas; ahora el desafío es convertir en amigable a una ciudad que un día dejó de serlo; devolverle a la gente los espacios perdidos; enseñarle no sólo a caminar por sus aceras, sino también hacer de eso parte de su oferta turística, y que pueda hacerse con seguridad. Hemos vivido de espaldas al mar por tanto tiempo, que no somos capaces de valorar en toda su dimensión la labor de recuperación costera que viene realizando la alcaldía; y, si bien han sido varias las veces en que el malecón ha sido intervenido, el elemento diferenciador ha sido poner al ciudadano como centro; siendo su goce y disfrute el objeto de la intervención. Recuperar los espacios perdidos y borrados de la memoria ha sido para mí una de las mejores acciones de la alcaldía; porque si algo nos enseñó la pandemia fue a valorar la importancia de los espacios abiertos, en una ciudad donde –pese a contar con casi 200 identificados en su inventario–, la inmensa mayoría eran lugares abandonados, ocupados por la maleza, o antisociales.Valoro en lo personal esas acciones porque toda mi infancia la viví frente a un parque; y en sus árboles jugaba con amigos del barrio; en su grama montaba bicicleta; y bajo sus sombras conocí fugazmente el amor. Para las construcciones circundantes a estas áreas su valor aumenta, y para los vecinos que disfrutan de ellas, su calidad de vida mejora notablemente. Recuperar esos espacios urbanos y ponerlos al servicio de la gente; recuperar las aceras y arterias comerciales que fueron territorio de la indiferencia –como la Duarte con París y sus zonas aledañas–, es una acción positiva y necesaria, que debe continuar; al igual que el saneamiento de las cañadas que dan al Ozama e Isabela, donde mal viven cientos de miles de dominicanos que también son capitaleños. Sobre la mesa está el desafío del drenaje pluvial –impostergable y urgente–, que necesitará recursos del gobierno central… o no será. La democracia se sostiene con votos, y los votos municipales y congresuales deben ser votos egoístas, en los que los ciudadanos expresen, más que simpatías partidarias, su comunión, apoyo y respaldo a los candidatos que han cumplido; a los que encarnan la visión de lo que queremos ser y lograr.
Para la elección a la alcaldía de la capital, los candidatos que compiten destacan por su honestidad, capacidad y experiencia. Que cada quien vote como su conciencia le dicte, pero a sabiendas de que una ciudad en la que podamos disfrutar, compartir, y que valga la pena vivir, sí es posible.