Listin Diario

Otra ciudad sí es posible

- FEDERICO A. JOVINE RIJO

Vivimos en una ciudad donde durante décadas, nuestras principale­s demandas sociales se resumían a exigirle al alcalde de turno que recogiera la basura, y poco más de ahí.

Esa ciudad, capital de una nación pobre, ya no existe. Santo Domingo es una ciudad de contrastes, que palpita día y noche al compás de la gente que la camina y la transita. En pocos años ha cambiado dramáticam­ente, tanto a nivel de infraestru­cturas públicas como de construcci­ones privadas; ahora el desafío es convertir en amigable a una ciudad que un día dejó de serlo; devolverle a la gente los espacios perdidos; enseñarle no sólo a caminar por sus aceras, sino también hacer de eso parte de su oferta turística, y que pueda hacerse con seguridad. Hemos vivido de espaldas al mar por tanto tiempo, que no somos capaces de valorar en toda su dimensión la labor de recuperaci­ón costera que viene realizando la alcaldía; y, si bien han sido varias las veces en que el malecón ha sido intervenid­o, el elemento diferencia­dor ha sido poner al ciudadano como centro; siendo su goce y disfrute el objeto de la intervenci­ón. Recuperar los espacios perdidos y borrados de la memoria ha sido para mí una de las mejores acciones de la alcaldía; porque si algo nos enseñó la pandemia fue a valorar la importanci­a de los espacios abiertos, en una ciudad donde –pese a contar con casi 200 identifica­dos en su inventario–, la inmensa mayoría eran lugares abandonado­s, ocupados por la maleza, o antisocial­es.Valoro en lo personal esas acciones porque toda mi infancia la viví frente a un parque; y en sus árboles jugaba con amigos del barrio; en su grama montaba bicicleta; y bajo sus sombras conocí fugazmente el amor. Para las construcci­ones circundant­es a estas áreas su valor aumenta, y para los vecinos que disfrutan de ellas, su calidad de vida mejora notablemen­te. Recuperar esos espacios urbanos y ponerlos al servicio de la gente; recuperar las aceras y arterias comerciale­s que fueron territorio de la indiferenc­ia –como la Duarte con París y sus zonas aledañas–, es una acción positiva y necesaria, que debe continuar; al igual que el saneamient­o de las cañadas que dan al Ozama e Isabela, donde mal viven cientos de miles de dominicano­s que también son capitaleño­s. Sobre la mesa está el desafío del drenaje pluvial –imposterga­ble y urgente–, que necesitará recursos del gobierno central… o no será. La democracia se sostiene con votos, y los votos municipale­s y congresual­es deben ser votos egoístas, en los que los ciudadanos expresen, más que simpatías partidaria­s, su comunión, apoyo y respaldo a los candidatos que han cumplido; a los que encarnan la visión de lo que queremos ser y lograr.

Para la elección a la alcaldía de la capital, los candidatos que compiten destacan por su honestidad, capacidad y experienci­a. Que cada quien vote como su conciencia le dicte, pero a sabiendas de que una ciudad en la que podamos disfrutar, compartir, y que valga la pena vivir, sí es posible.

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