El laberinto verde de la Cueva de las Maravillas Una experiencia entre paredes vivas que pone a prueba tu paciencia y sentido de la orientación
El propósito es que “te pierdas”. Dar vueltas hasta encontrar la palma real en el centro del recuadro parece ser un objetivo secundario. Pero no se vale visitar la majestuosa Cueva de las Maravillas, en San Pedro de Macorís, y no internarse en el laberinto que, frente a la Autovía del Este, complementa una de las mejores experiencias espeleológicas de República Dominicana. Un sendero sombreado conduce a la entrada de la plataforma donde se levanta el jardín vertical.
Es un cuadro de 60 x 60 metros. Los muros verdes de fukien tea cuidadosamente podados, cubren la malla ciclónica que los mantiene erguidos y acogen a los visitantes que se internarán esperando ser lo suficientemente astutos como para no necesitar ayuda.
Porque una vez dentro, buscar la palmera no es lo único que importa. Importa también no extraviarse. Todos los sentidos deben concentrarse en ello. El cascajo gris dificulta la caminata que comienza a hacerse larga. No hay forma de saber si volviste sobre los pasos. Todo luce igual. De lado y lado, solo las paredes verdes de medio metro de ancho. Cuando la palmera aparece sobre los muros, dependiendo del lugar del laberinto, sabrás si estás cerca o lejos de alcanzarla. Al rato, las risas dejan de ser risueñas y espontáneas. Los 1.20 metros destinados a la circulación de las personas no quitan los pensamientos claustrofóbicos de qué pasaría si al final no se contara con un guía que, desde lo alto, auxilie al visitante en caso de necesitarlo. ¿Quince, veinte, cuarenta minutos yendo y viniendo? A algunos les toma más, a otros menos. Lo que no puedes hacer, nunca, es devolverte…