Listin Diario

Arte de gobernar

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Prigozhin a las mentiras y los errores de juicio militar en el centro de la guerra de Putin, y a la corrupción en el corazón del sistema político ruso, no desaparece­rá pronto.

Es probable que este año sea difícil en el campo de batalla en Ucrania, una prueba de poder de permanenci­a cuyas consecuenc­ias irán mucho más allá de la heroica lucha del país para mantener su libertad e independen­cia. A medida que Putin regenera la producción de defensa de Rusia, con componente­s críticos de China, así como armamento y municiones de Irán y Corea del Norte, sigue apostando a que el tiempo está de su lado, que puede aplastar a Ucrania y desgastar a sus partidario­s occidental­es. El desafío de Ucrania es perforar la arrogancia de Putin y demostrar el alto costo para Rusia de continuar el conflicto, no solo avanzando en las líneas del frente, sino también lanzando ataques más profundos detrás de ellos y logrando avances constantes en el Mar Negro. En este entorno,

Putin podría volver a hacer ruido de sables nucleares, y sería una tontería descartar por completo los riesgos de escalada. Pero sería igualmente insensato dejarse intimidar innecesari­amente por ellos.

La clave del éxito radica en preservar la ayuda occidental a Ucrania. Con menos del cinco por ciento del presupuest­o de defensa de Estados Unidos, es una inversión relativame­nte modesta con importante­s rendimient­os geopolític­os para Estados Unidos y notables rendimient­os para la industria estadounid­ense. Mantener el flujo de armas pondrá a Ucrania en una posición más fuerte si surge la oportunida­d de entablar negociacio­nes serias. Ofrece la oportunida­d de asegurar una victoria a largo plazo para Ucrania y una pérdida estratégic­a para Rusia; Ucrania podría salvaguard­ar su soberanía y reconstrui­rse, mientras que Rusia tendría que lidiar con los costos duraderos de la locura de Putin. Que Estados

Unidos se aleje del conflicto en este momento crucial y corte el apoyo a Ucrania sería un autogol de proporcion­es históricas.

El juego de poder de Xi

Nadie está observando más de cerca el apoyo de Estados Unidos a Ucrania que los líderes chinos. China sigue siendo el único rival de Estados Unidos con la intención de remodelar el orden internacio­nal y el poder económico, diplomátic­o, militar y tecnológic­o para hacerlo. La transforma­ción económica del país en las últimas cinco décadas ha sido extraordin­aria. Es algo por lo que el pueblo chino merece un gran crédito y que el resto del mundo ha apoyado ampliament­e en la creencia de que una China próspera es un bien global. El problema no es el ascenso de China en sí mismo, sino las acciones amenazante­s que lo acompañan cada vez más. El líder de China, Xi Jinping, ha comenzado su tercer mandato presidenci­al con más poder que cualquiera de sus predecesor­es desde Mao Zedong. En lugar de usar ese poder para reforzar y revitaliza­r el sistema internacio­nal que permitió la transforma­ción de China, Xi está tratando de reescribir­lo. En la profesión de inteligenc­ia, estudiamos cuidadosam­ente lo que dicen los líderes. Pero prestamos aún más atención a lo que hacen. La creciente represión de Xi en el país y su agresivida­d en el extranjero, desde su asociación “sin límites” con Putin hasta sus amenazas a la paz y la estabilida­d en el estrecho de Taiwán, son imposibles de ignorar.

Sin embargo, también lo es el impacto de la solidarida­d occidental en el cálculo de Xi sobre los riesgos de usar la fuerza contra Taiwán, que eligió a un nuevo presidente, Lai Ching-te, en enero. Para Xi, un hombre inclinado a ver a Estados Unidos como una potencia en decadencia, el liderazgo estadounid­ense en Ucrania segurament­e ha sido una sorpresa. La voluntad de Estados Unidos de infligir y absorber dolor económico para contrarres­tar la agresión de Putin, y su capacidad para reunir a sus aliados para que hagan lo mismo, contradice poderosame­nte la creencia de Beijing de que Estados Unidos estaba en declive terminal. Más cerca de las costas chinas, la resilienci­a de la red estadounid­ense de aliados y socios en todo el Indo-Pacífico ha tenido un efecto aleccionad­or en el pensamient­o de Pekín. Una de las formas más seguras de reavivar las percepcion­es chinas de la irresponsa­bilidad estadounid­ense y avivar la agresivida­d china sería abandonar el apoyo a Ucrania. El apoyo material continuo a Ucrania no se produce a expensas de Taiwán; envía un mensaje importante de determinac­ión de Estados Unidos que ayuda a Taiwán.

La competenci­a con China tiene lugar en el contexto de una fuerte interdepen­dencia económica y lazos comerciale­s entre ella y Estados Unidos. Tales conexiones han servido notablemen­te bien a los dos países y al resto del mundo, pero también han creado vulnerabil­idades críticas y graves riesgos para la seguridad y la prosperida­d de Estados Unidos. La pandemia de Covid-19 ha dejado claro a todos los gobiernos el peligro de depender de un solo país para obtener suministro­s médicos que salvan vidas, al igual que la guerra de Rusia en Ucrania ha dejado claro a Europa los riesgos de depender de un país para obtener energía. En el mundo de hoy, ningún país quiere encontrars­e a merced de un solo proveedor de minerales y tecnología­s críticas, especialme­nte si ese proveedor tiene la intención de convertir esas dependenci­as en armas. Como han argumentad­o los responsabl­es de la formulació­n de políticas estadounid­enses, la mejor respuesta es “reducir el riesgo” y diversific­ar de manera sensata, asegurando las cadenas de suministro de Estados Unidos, protegiend­o su ventaja tecnológic­a e invirtiend­o en su capacidad industrial.

En este mundo volátil y dividido, el peso del “medio de cobertura” está creciendo. Las democracia­s y las autocracia­s, las economías desarrolla­das y en desarrollo, y los países del Sur global están cada vez más decididos a diversific­ar sus relaciones para maximizar sus opciones. Ven poco beneficio y mucho riesgo en apegarse a relaciones geopolític­as monógamas con Estados Unidos o China. Es probable que más países se sientan atraídos por un estado de relación geopolític­a

“abierta” (o al menos uno de “es complicado”), siguiendo el ejemplo de Estados Unidos en algunos temas mientras cultiva las relaciones con China. Y si el pasado es un precedente, Washington debería estar atento a las rivalidade­s entre el creciente número de potencias medias, que históricam­ente han ayudado a provocar colisiones entre las principale­s.

Un enredo familiar

La crisis precipitad­a por la carnicería de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023 es un doloroso recordator­io de la complejida­d de las opciones que Oriente Medio sigue planteando a Estados Unidos. La competenci­a con China seguirá siendo la máxima prioridad de Washington, pero eso no significa que pueda evadir otros desafíos. Lo único que significa es que Estados Unidos tiene que navegar con cuidado y disciplina, evitar extralimit­arse y usar su influencia sabiamente.

He pasado gran parte de las últimas cuatro décadas trabajando en y sobre Oriente Medio, y rara vez lo he visto más enmarañado o explosivo. Poner fin a la intensa operación terrestre israelí en la Franja de Gaza, satisfacer las profundas necesidade­s humanitari­as de los civiles palestinos que sufren, liberar a los rehenes, impedir la propagació­n del conflicto a otros frentes de la región y dar forma a un enfoque viable para el “día después” en Gaza son problemas increíblem­ente difíciles. También lo es resucitar la esperanza de una paz duradera que garantice la seguridad de Israel, así como la condición de Estado palestino, y aproveche las oportunida­des históricas de normalizac­ión con Arabia Saudita y otros países árabes. Por difícil que sea imaginar esas posibilida­des en medio de la crisis actual, es aún más difícil imaginar salir de la crisis sin perseguirl­as seriamente.

XI JINPING HA COMENZADO SU TERCER MANDATO CON MÁS PODER QUE CUALQUIERA DE SUS PREDECESOR­ES DESDE MAO.

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