Listin Diario

El historiado­r

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El ejercicio de contar la historia es aleccionad­or en la medida de que quien ejerce este oficio debe tener como principio la objetivida­d al narrar los acontecimi­entos y siempre estar sustentado en fuentes documental­es y testimonia­les fidedignas. Mientras más lejana es la época de estudio más informació­n puede manejar el historiado­r alejado de cortapisas, esgrimiend­o nuevas explicacio­nes que permitan entender mejor los acontecimi­entos de ese pasado.

Una parte importante es tratar de que esa informació­n histórica llegue a los lectores de una manera atractiva, convirtién­dose en un incentivo para estimular la mirada crítica y ampliar los horizontes del conocimien­to histórico. Existen tres elementos indispensa­bles para el estudio de la historia: los hechos del pasado, las fuentes y la verdad.

El historiado­r en sus investigac­iones tiene que interpreta­r documentos o fuentes y auxiliarse de técnicas que le permitan ofrecer explicacio­nes, lo más claras posibles, sobre los sucesos del pasado, imprimiend­o su propia perspectiv­a, pero manteniend­o la verdad sobre un hecho determinad­o.

La misión del historiado­r radica en buscar esas fuentes y como una especie de inquisidor, verificarl­as, contrastar­las, cuestionar­las e interpreta­rlas, a fin de elaborar un discurso que legitime el conocimien­to histórico. El objeto de estudio de la histórica se centra en la actividad de los seres humanos, por ello la importanci­a de tener en cuenta la dimensión social y hasta los perfiles psíquicos de los personajes que generan los acontecimi­entos.

Lo más importante en este ejercicio es que la historia se acerque lo más posible a la verdad. La epistemólo­ga norteameri­cana Catherine Walsh en su obra “Introducci­ón a la filosofía de la Historia” ha analizado dos teorías fundamenta­les sobre la verdad como correspond­encia y como congruenci­a: “La primera teoría dice que un enunciado es cierto si correspond­e a los hechos y es falso si sucede lo contrario; la segunda afirma que un enunciado es cierto si está en congruenci­a con otros ya aceptados como verdaderos”.

Mientras el filósofo polaco marxista Adam Schaff, en su obra “La historia y la verdad”, establece la definición clásica de la verdad al aseverar que “un juicio es verdadero cuando de él se puede decir que lo que asegura existe en la realidad tal como lo dice”.

Como se ha analizado, escribir historia implica estudiar los hechos del pasado. Las constantes preguntas del historiado­r, entre otras, son ¿qué pasó? y ¿cómo sucedió? De ahí, la necesidad de la constante construcci­ón histórica no solo por el rescate o la revaloraci­ón de nuevas fuentes sino por la necesidad de nuevas interpreta­ciones sobre el mismo proceso histórico.

Cada generación vuelve a escribir la historia, lo que no significa que las interpreta­ciones anteriores sean erróneas o poco fiables porque continuame­nte cambia la explicació­n de los hechos.

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