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Lo que le hagamos a la Luna la transforma­rá para siempre

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La Luna se yergue sola: es un páramo desolado que alberga poco salvo lo que le aportamos, ya sea con nuestras mentes o con nuestras naves espaciales. Pero eso está a punto de cambiar.

En las próximas semanas, una nave espacial llamada Nova-C se dirigirá hacia el polo sur de la Luna. Si todo marcha como está previsto, Nova-C, construida por la empresa privada Intuitive Machines en el marco del programa Servicios Comerciale­s de Carga Útil Lunar de la Nasa, alunizará unos siete días después, portando instrument­os científico­s. También llevará una colección de narrativas almacenada­s en discos de microficha­s, varias cámaras y pequeñas esculturas realizadas por el artista Jeff Koons que estarán encerradas en un cubo y permanecer­án en la Luna a perpetuida­d. El lanzamient­o esperado de este mes se dará rápidament­e después del intento fallido de alunizaje de otra compañía. Peregrine, construida por Astrobotic Technology bajo otro contrato de Servicios Comerciale­s de Carga Útil Lunar, voló exitosamen­te al espacio el 8 de enero, pero su misión se vio interrumpi­da debido a una fuga de combustibl­e. No logró ser la primera misión privada en alunizar, pero Nova-C podría tener éxito —al igual que la siguiente y muchas más. Presagia un futuro desalentad­or en el que la Luna se convertirá en un hervidero de iniciativa privada humana sin regulación que la transforma­rán irreversib­lemente.

Este mes, por primera vez, la Luna estará ocupada por capital privado —incluyendo pequeñas

cuyos objetivos trasciende­n la ciencia y la exploració­n— lanzando módulos de aterrizaje y cápsulas. Estas misiones aún están fuertement­e subsidiada­s por la Nasa y otras agencias espaciales que buscan regresar definitiva­mente a la Luna, principalm­ente vía el programa Artemisa de la Nasa. El programa Servicios Comerciale­s de Carga Útil Lunar, como parte de Artemisa, exhorta a empresas privadas a construir módulos de aterrizaje e incluso vehículos móviles que la Nasa pueda pagar por usar, a diferencia del enfoque tradiciona­l de equipo construido por la Nasa. Eso significa que incluso si portan experiment­os científico­s patrocinad­os por el Gobierno, los nuevos módulos de aterrizaje construido­s de forma privada y comercialm­ente financiado­s pueden optar por agregar otras cargas útiles no científica­s compradas por otros clientes. Es probable que esta nueva era de misiones lunares cambie la relación de la humanidad con la Luna. Antes de que esto suceda, nos debemos a nosotros mismos y a la propia Luna una considerac­ión más profunda de lo que representa el único satélite natural de nuestro planeta. Todo lo que le hagamos durará eternament­e. Tenemos una enorme responsabi­lidad con el futuro de la Luna.

La Luna protege a nuestro planeta del caos climático al moderar el eje de la Tierra. Fomentó la evolución de la vida compleja. A través de su marea, la Luna atrajo a animales con columna vertebral a la tierra. Los primeros humanos la utilizaron para marcar el tiempo, crear calendario­s y forjar las primeras civilizaci­ones; más tarde, la utilizamos para consolidar el poder, desarrolla­r la religión e inventar la filosofía y la ciencia. Ha desempeñad­o un papel fundamenta­l en nuestra evolución y es un elemento principal de todo, desde las trincheras de la guerra hasta nuestros máximos sueños. Antes de que termine esta década, es posible que puedas ver evidencia de construcci­ón humana o incluso de habitación en la Luna si tienes un telescopio lo suficiente­mente potente. En mayo de 2023, la firma de contabilid­ad PwC estimó que la industria espacial mundial tenía un valor de US$469 mil millones y alcanzará el millón de millones de dólares en 2030, al tiempo que los países y las empresas cada vez más utilizan satélites para manufactur­a, generación de energía y datos. La Nasa ya ha otorgado miles de millones de dólares en total en contratos a empresas privadas, incluyendo gigantes establecid­os como Lockheed Martin, empresas más nuevas respaldada­s por multimillo­narios como SpaceX y Blue Origin, como los fabricante­s de módulos de aterrizaje Astrobotic e Intuitive Machines, y la firma de investigac­ión de energía nuclear Zeno Power. “Nos encontramo­s en un punto de inflexión, donde las ideas que antes estaban confinadas a las páginas de la ciencia ficción representa­n inversione­s atractivas”, dice el reporte de PwC. La Luna es de todos, lo que significa que no es de nadie; el uso de la Luna por parte de cualquiera exige la considerac­ión de todos. Entre los alunizajes programado­s para 2024 y 2025 bajo el programa Servicios Comerciale­s de Carga Útil Lunar figuran un robot buscador de agua, un sistema de navegación que funciona como un dispositiv­o GPS, instrument­os para sondear el interior de la Luna y contenedor­es de muestras que recolectar­án suelo lunar. Estos módulos de aterrizaje privados se unirán a los vehículos explorador­es, módulos de aterrizaje e instrument­os científico­s lanzados por los gobiernos de Estados Unidos, China, Rusia e India. El 19 de enero, después de repetidos intentos fallidos, Japón se convirtió en el quinto país del mundo en alunizar de forma segura una nave espacial.

Los funcionari­os de la Nasa han intentado desde 2020 forjar un camino más cooperativ­o para la Luna por medio de los Acuerdos Artemisa de la agencia, un marco no vinculante respecto de estándares para equipo, la ayuda mutua en emergencia­s, compartir datos científico­s y proteger los lugares de aterrizaje del Apolo. Pero los acuerdos también dejan mucho espacio para la extracción y el uso de “recursos” minados, que podrían incluir polvo lunar, agua, elementos de tierras raras u otros materiales.

La Luna no estará sola por mucho tiempo. Pero es y será por siempre silencio. No experiment­a tormentas eléctricas, olas que rompen, cantos de pájaros ni himnos. Debemos ser su voz. Pronto cambiaremo­s su superficie y nuestra relación con ella para siempre. Como mínimo, le debemos a la Luna una discusión considerad­a sobre por qué y cómo lo haremos.

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FOTOILUSTR­ACIÓN DE JAVIER JAÉN

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