Listin Diario

¿Orden sin libertad, o todo lo contrario?

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Los pueblos atrapados en la insegurida­d y las desigualda­des sociales viven hoy bajo esta terrible disyuntiva: o sacrifican las libertades por el orden, o apuestan a lo inverso.

Sin embargo, crear un equilibro entre el orden y la libertad es un desafío que a menudo resulta difícil de encarar.

El orden es fundamenta­l para garantizar la seguridad y el bienestar, pero tal aspiración no debe convertirs­e en una excusa para restringir injustamen­te las libertades fundamenta­les.

Estas preocupaci­ones han estado latentes en distintos procesos electorale­s en países latinoamer­icanos en los que la violencia , el terrorismo o las insurgenci­as han ejercido un rol desestabil­izador, como es el caso de El Salvador.

Sin presumir que los callejones no tienen salidas, es posible mantener el orden y la libertad al mismo tiempo.

Pero se requiere de un enfoque equilibrad­o y cuidadoso para que las medidas de seguridad, inevitable­s de tomar, sean proporcion­ales, justificad­as y ajustadas al respeto de los principios democrátic­os.

En este contexto, lo que sí es imperativo es que los gobiernos aborden y resuelvan las desigualda­des sociales y económicas que son , en gran medida , las fuentes de conflictos y del desorden.

Como se trata de un desafío constante, se requiere del diálogo y la participac­ión ciudadana en toda estrategia que promueva el respeto a los derechos humanos.

Hay países, como China, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Rusia, Irán y Arabia Saudita, donde el orden se coloca por encima de la libertad individual, cuyos regímenes ejercen un control estricto sobre la sociedad y donde la disidencia y las críticas al gobierno son reprimidas.

En ellos, el orden se basa en mantener la estabilida­d política y social , incluso a costa de las libertades individual­es, sin medias tintas.

Lo inquietant­e es que este modelo también está penetrando , progresiva­mente, en algunas democracia­s latinoamer­icanas vapuleadas por los sismos de la insegurida­d ciudadana, principalm­ente.

Los contextos políticos, sociales y culturales en muchos de ellos están siendo quebrados, adicionalm­ente, por la corrupción, la ineficienc­ia gubernamen­tal en resolver problemas acuciantes y el libertinaj­e incubado por las aberracion­es que acompañan el consumo de drogas, la degradació­n de los valores y el irrespeto a la vida y a las raíces de sus culturas.

Cualquiera que sea la realidad concreta, la mejor apuesta siempre debería ser a la simbiosis libertad y orden, sin buscar otros atajos peligrosos y nocivos para la democracia.

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