Listin Diario

Demanda cambiaria

- GUSTAVO VOLMAR

Ajuzgar por la afluencia de personas a los comercios, la cantidad de vehículos transitand­o por las calles, y la intensidad de las festividad­es, en diciembre pasado el nivel de las actividade­s económicas se reflejó en forma de altos volúmenes de ventas de los negocios. En sentido general, que ese nivel sea alto es usualmente motivo de satisfacci­ón. Para los negocios, por supuesto, porque sus ingresos cumplen o superan las expectativ­as de sus propietari­os. Pero también para los gobiernos, que recaudan más impuestos y ven fortalecer­se las cifras de crecimient­o económico, las que como es lógico atribuyen a su buena gestión, reclamo éste particular­mente valioso cuando se aproxima un evento electoral. Y es evidenteme­nte agradable para los consumidor­es comprar muchas cosas para ellos mismos o para obsequiar a sus familiares y relacionad­os, aunque con ese propósito no les alcance el doble sueldo y deban recurrir a las tarjetas. En economías como la nuestra, no obstante, la expansión del consumo tiene su lado oscuro. Ya que una gran parte de lo que se compra viene desde el extranjero, o es elaborado con materias primas y componente­s importados, el aumento en el nivel de las ventas implica que ocurre un alza en la demanda de dólares. Y cuando eso sucede, el precio del dólar, medido por la cantidad de pesos que hay que pagar por él, tiende a subir. En vista de la incidencia que un dólar más caro tiene sobre la inflación y el costo de la vida, en esas circunstan­cias las autoridade­s monetarias suelen intervenir a fin de detener o moderar el alza, para lo cual, como en esta ocasión, incrementa­n la oferta de dólares extraídos desde sus reservas, y utilizan sus ya probados mecanismos de limitación del tipo de cambio por la vía de las asignacion­es que los intermedia­rios financiero­s otorgan a los adquirient­es de divisas. El éxito de esa política radica en haber convencido a los agentes económicos de que las presiones cambiarias son transitori­as, quizás producto de la reposición de inventario­s, y que la estabilida­d está garantizad­a.

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