¿Nos convertirá la Inteligencia Artificial en pensadores artificiales?
En una reunión social de las que siempre terminas conversando sobre trabajo o tendencias del momento surgió el tema de la inteligencia artificial (IA) y algunas preguntas que probablemente se han discutido en múltiples escenarios: ¿Es la IA beneficiosa para la humanidad? ¿Ha de superar las capacidades del hombre?, añadiéndose también mi inquietud, propia de alguien curioso, abierto a la innovación, pero aun con cierta cautela ante el avance inminente de este fenómeno: ¿Nos volveremos pensadores artificiales fruto del uso excesivo de la IA? Aunque después de una ronda de opiniones compartí mi punto de vista, me debía a mí misma una reflexión más clara y mejor fundamentada.
La IA es un tipo de tecnología que, a través del procesamiento de información, simula las habilidades humanas para resolver problemas o tomar decisiones en un ambiente controlado. Su aplicación puede estar vinculada al ámbito académico, profesional, corporativo, entre otros. Si nos enfocamos en sus ventajas como herramienta productiva, es indiscutible que su principal beneficio radica en realizar tareas, algunas sencillas y otras mucho más complejas, en un tiempo mucho menor que el que emplearía una persona, con resultados probablemente más eficientes y mejor presentados. Esto repercute en costo, tiempo, productividad e impacto de la actividad en cuestión, del usuario, de una organización o de un sector en su conjunto. Redactar un correo, resolver un problema matemático, investigar sobre un tópico, elaborar una presentación audiovisual, interactuar con el servicio de un negocio a través de un chatbot, buscar la ubicación de un lugar, son algunas de las actividades que hacemos de manera habitual con la ayuda de la IA. Otras, menos rutinarias, como componer una canción o un poema, diseñar una imagen sobre una temática, forman parte del uso profesional que se hace con la ayuda de esta tecnología. Sin embargo, hay que empezar a sincerarnos sobre futuras desventajas que estas herramientas puedan tener sobre las capacidades humanas. Delegar constantemente a esta inteligencia nuestras labores, sin supervisión o revisión de sus resultados, podría incidir en el debilitamiento a largo plazo de algunas habilidades como la redacción, el pensamiento crítico, creatividad, innovación e investigación, toma de decisiones, entre otros. A modo de ejemplo, imaginemos que para redactar todos los correos electrónicos acudes a plataformas inteligentes, después de un tiempo, es probable que te resulte más difícil redactar una comunicación por cuenta propia sin ayuda. Desde ya algunos expertos señalan como desventaja de la IA la creación de una dependencia tecnológica por parte del usuario, fomentando una desconexión con su entorno que a la vez dificulta su desarrollo. También en este orden, esta tecnología continúa en proceso de evolución, no está exenta de errores, por lo que es nuestra responsabilidad filtrar las acciones y productos de esta herramienta, bajo principios éticos y respetando los derechos de autor, propiedad intelectual y evitando la apropiación de ideas, que en ocasiones se suelen presentar como propias.
En lo que se refiere a las diferencias con la inteligencia humana, hay aspectos de las capacidades del hombre caracterizados por la inteligencia emocional, el libre albedrío y la conciencia que marcarán la diferencia, y aunque son elementos subjetivos, son necesarios para la interacción y el desarrollo individual y social. La inteligencia artificial carece de otra de las habilidades importantes que son de dominio del ser humano como el sentido común y la adaptación al cambio. A pesar de que las máquinas pueden mejorar su funcionamiento a través de la correlación de hechos, no pueden aprender en función de las vivencias y la socialización.
En términos simples, la tecnología es como cualquier otro recurso, sus beneficios y perjuicios dependen del uso o abuso de dicho recurso. El primer paso para la adopción exitosa de la IA es aceptar sus bondades; acudir a herramientas que puedan facilitar nuestras labores profesionales o individuales, aplicando criterios claros de generación de ideas y fiabilidad de la información generada; revisar con sentido crítico los resultados, y por último, agregar valor a través a los contenidos generados por estas plataformas, con nuestras propias ideas. A fin de cuentas, el valor agregado de lo que surja de estas plataformas, siempre estará marcado por la creación humana, siendo una elección convertirse en un pensador artificial.