Listin Diario

La dueña de esta historia clama por mayor protección para los menores de edad

Testimonio. El día que salió de aquel lugar, no sabía qué día ni año era. El cálculo para saber cuántos años tenía lo hizo porque sabía que había entrado en el año 2008 y cuando vio la luz, alguien le dijo que era 2016. Salió de 20 años, y hoy, con 28 año

- MARTA QUÉLIZ Santo Domingo

“Cuando digo que salí de aquel encierro toda una adulta no me refiero a que llegué de 13 y me rescataron cuando tenía 20. De ninguna manera. Lo digo porque salí conociendo un bajo mundo que lejos de hacerme pensar que debía seguir esa ruta, no fue así; al contrario, me puso a pensar que algo así jamás yo lo quería para mi vida”. Su llanto es indetenibl­e, pero hay que comprender­la. Después de un buen tiempo, logra retomar el relato. “En los ocho años que estuve encerrada pasé mucho trabajo, pero muuuuuucho. Lloré hasta que se me gastaron las lágrimas, comía poco y viví un infierno, pero en mi cabeza siempre estuvo la idea de salir de ahí para convertirm­e en alguien. Se lo decía a mi amiga: ‘¡Oye! Voy a salir de aquí, no sé tú, pero yo sí, y voy a estudiar y voy a luchar porque en la vida sólo me tengo a mí misma”. Cuando habla de esta parte queda sobreenten­dido por qué tiene una historia dentro de otra. Se le hizo la pregunta. No dudó en contestar. “Yo soy hija única y desde que tengo uso de razón, nadie se ha preocupado por mí. Mi papá abandonó a mi mamá cuando supo que estaba embarazada. Ella se dedicó a usar vicios para olvidar ese episodio; es más, yo estoy viva de milagro porque todo el mundo decía que con esa bebedera de ella, yo corría peligro”. Descansa y toma aire. Aprovecha para limpiar el rímel que le corría por sus ojos.

El día que salió

“Nunca jamás voy a olvidar ese momento. Me propuse cambiar las penurias del día que entré por la alegría de la fecha en que salí. Cuando una persona me dice: ‘Vengan, vengan, nos van a sacar de aquí, allanaron el club’. No lo podíamos creer. Recuerdo que era por la mañana, y salimos como mismo estábamos, con una pijamita. Nos llevaron a un lugar donde nos investigar­on. No sabíamos dónde estábamos... y, como se hizo muy tarde de la noche, a mí y a mi amiga nos llevaron al barrio al día siguiente. Nos trataron bien, pero de alguna forma te hacen sentir como que la culpable de que te haya pasado eso eres tú, y no es así: éramos dos niñas”. Se le salen las lágrimas. Cuando llegaron al lugar, les pidieron a quienes las llevaron que no hicieran aparataje para que la gente no comenzara a hablar. Un psicólogo que andaba en el grupo le explicó a la familia de su amiga lo sucedido. No entendiero­n nada y con todo y que ya ella tenía 21 años querían “matarla a golpe”. “Después entraron en razón y se pusieron a llorar con ella y conmigo. Me contaron que mi mamá sólo se acordaba de mí cuando no estaba tomada, y nada, me pidieron que me quedara con ellos. Fui a verla y ni me conoció”. Se pone triste.

Un tío de su amiga le dio trabajo a las dos en un negocio de comida. Un año después se inscribió de nuevo en la escuela, terminó el bachillera­to. Se buscó otro trabajo para poder pagar la universida­d, “pues aunque no es costosa, pero ya necesitaba algo más. Ahora tengo dos empleos, y ya llevo dos cuatrimest­res de Psicología”. Una mujer, hoy de 28 años, digna de admirar. Su meta es hacer que su amiga también estudie. Ya consiguió que ella también cuente su historia, seguro que logrará ese otro objetivo.

“En este país hay muchas niñas y muchos niños que dizque se desaparece­n, y no es así. Señores, busquen en todos esos sitios que son frecuentad­os por turistas y hasta por un grupo de dominicano­s sinvergüen­zas. A mí seguro nunca mi mamá me buscó, pero a mi amiga sí, y nunca la encontraro­n. Se dieron por vencidos, y ocho años después ella llegó con la vida deshecha”. Esta cita es para reflexiona­r y entender que la explotació­n sexual infantil siempre ha sido

una realidad.

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La dueña de esta historia llama a niñas, niños y adolescent­es a no tener acercamien­to con desconocid­os.
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