Listin Diario

Haití y RD, la disyuntiva está clara

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Lde Haití. a República Dominicana no puede seguir viviendo bajo el temor y las aprehensio­nes que a su seguridad nacional, su orden interno y su dinámica de desarrollo genera la crisis política y social

Por más que el presidente Luis Abinader se ha empeñado en advertir de los riesgos, que obligan al país a vivir en un estado de alerta y desasosieg­o permanente, la comunidad internacio­nal luce paralizada o desentendi­da de ese drama.

Por más de dos años, Haití se desangra en medio de una sorda y cruenta lucha por el poder entre sus grupos de intereses que, a su vez, ha agudizado la crisis humanitari­a de los millones que padecen hambre, insegurida­d e insalubrid­ad.

A sabiendas de que está al borde de un abismo, la comunidad internacio­nal no ha ido en su auxilio y se ha pasado ese tiempo barajando y creando expectativ­as de soluciones, acaso apostando a que el peso de esa crisis lo asuma su vecino, la República Dominicana.

Nuestro país ha tenido que invertir millones de pesos y dólares en la preparació­n de su escudo militar de la frontera y ha asumido las cargas de la atención de miles de sus parturient­as y la provisión de alimentos frescos para evitar un desabastec­imiento mayor del mercado haitiano.

Es decir, está asumiendo una alta cuota de esa crisis y, encima de esto, tiene que defenderse de las consecuenc­ias de un peligro mayor que gravita sobre su propio territorio y propia soberanía, mientras quede sola, junto a Haití, en este contexto catastrófi­co.

El responsabl­e pronunciam­iento del presidente Abinader ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ha puesto en claro la disyuntiva histórica: luchamos juntos para salvar a Haití o lucharemos solos para proteger a la patria dominicana.

No queda otra opción que esta última, mientras persista el juego de “amagar y no dar” con el que la comunidad internacio­nal ha permitido que Haití siga en ese derrotero de colapso nacional sin compromete­rse a la solución más práctica e imperativa: la de intervenir con una fuerza militar que restaure el orden y la institucio­nalidad.

La República Dominicana, tras este ultimátum, solo tiene un camino: reforzar la protección de su territorio, al costo que sea, y dejar de ser el camillero que lleva a cuesta el grueso fardo de una crisis y un desorden del que no tiene culpa.

En esta valiente postura, el presidente Abinader debe contar con el máximo y decidido respaldo de todos los dominicano­s que aman su patria, exigiendo a la comunidad internacio­nal que cumpla con la suya para salvar a Haití, si tal es su voluntad.

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