Mi Hermano Pedro Gil, In memoriam
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Pedro se involucró en tareas difíciles y complicados emprendimientos. Dio muestras de interesarse en las lecturas de todo tipo en la edad en que la mayoría no lo hacía y desarrolló la vocación por escribir mucho más allá de todo otro interés particular. Presentía yo, cuando lo observaba en sus concentraciones, como si hubiera nacido con algún tipo de influjo interior. Al morir, los humanos tendemos a emitir elogios (a veces exagerados) en mérito del fallecido, pero en el caso de Mi Hermano cualquier elogio de mi parte es insuficiente. Fue un hombre valiente, honrado, pacífico, arrojado, honesto, prudente, sin miedos, humanitario, bondadoso con sus familiares y extraños, además de comedido. Leía él con fruición desde muy niño y se vinculaba principalmente con lecturas como los clásicos romanos, especialmente sobre la historia y las figuras más prominentes. Para él fue la lectura un ambiente propicio porque nuestro padre, aunque comerciante toda su vida, era un lector consumidor consistente de libros y publicaciones en cantidad y en varios idiomas, incluidos en mallorquín y el catalán. Para Mi Hermano, por tanto, era este un ambiente muy bien avenido. Como todos los niños participaba en los juegos de todo tipo, pero siempre concluía sus jornadas diarias con lecturas y escrituras.
Con muy pocos años (tanto como siete u ocho años lo recuerdo) dedicó tiempo a escribir historietas que él mismo desarrollaba con originalidad. Usaba en esta labor todos los papeles que encontraba disponibles, incluidas las páginas en blanco de cuadernos de la escuela abandonados o las páginas sin usar de las viejas libretas de notas o libros de contabilidad de los negocios que desechaba Papá. Lamento que todas estas escrituras infantiles se perdieron porque hoy hubieran sido interesantes para que él mismo reconociera sus interiores pensamientos.
La vida le exprimió durezas y le hizo exigencias a veces exageradas. Mi Hermano nació en los meses inmediatamente posteriores al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Fue un período en que toda la humanidad sintió preocupación por el destino de la civilización y, sin dudas, de una condición de extremas dificultades para todos, porque predominó la escasez de productos elementales de todo tipo. Mamá recordaba con frecuencia cómo Mi Hermano Pedro, todavía muy niño, discurría sobre la Segunda Guerra Mundial y de cuando Estados Unidos le lanzó a Japón las dos bombas nucleares. Para Mamá era particularmente extraño que aquel niño de cuatro o cinco años se interesara en una cosa que para él debía ser inimaginable.
Pero, además, este período de la historia dominicana que le tocó vivir a aquel niño fue particularmente significativo para su conformación intelectual. Fue aquel el período del ingreso de un importante grupo de inmigrantes españoles que escapaban de los rigores de la Guerra Civil Española de 1936 a 1939. Estos fueron los años de “los refugiados” como se les llamó a aquellos emigrados que se desparramaron por el mundo intentando sobrevivir. Eran personas particularmente formados intelectualmente que marcaron profundamente todas las naciones en las cuales intervinieron y, principalmente, a la República Dominicana. La lista de estos intelectuales es significativamente importante en este país y muy influyente para nuestra familia por razones particularmente directas.
Nuestro Padre, Pedro Gil Vives, había emigrado a España desde 1923, muchos años antes de la Guerra Civil Española, pero recuerdo como con frecuencia cuando muchas personas, que conocían de su origen, le preguntaban: “¿Español? ¿Refugiado?” Este espontáneo interrogatorio breve tenía un particular significado porque contenía una casi exclusiva connotación en aquellos años de la Dictadura ya que a los españoles se les atribuyeron muchas ideas que estimulaban los levantamientos contra el gobierno dictatorial de Rafael Trujillo e insuflaban ideas revolucionarias para inducir la creación de los grupos sindicales levantiscos. Aquello no era totalmente así, como presumían muchas personas, pero tampoco se puede descartar que la idea de que con la inmigración de “los refugiados” se insuflara un factor fundamental en los movimientos políticos y sociales de aquellos años. Los españoles “refugiados” publicaban periódicos difundiendo sus ideas políticas, algunas abiertamente comunistas, consentidas por el sistema político de Trujillo, en unos años en que aquí muy pocos sabían de esas cosas o no se atrevían a comentar.
En esos años, La Romana, donde nació Mi Hermano Pedro, se encontraba en el centro del volcán político que amenazaba con eructar el fuego del movimiento sindical dentro de los ingenios de azúcar. En 1942, justo en el año en que nació Mi Hermano Pedro, estalló el primer gran movimiento sindical que forzó a mejorar las condiciones salariales de los trabajadores del campo en los ingenios de azúcar y los muelles.
Entonces, nuestro Padre en esos años, como todos los españoles (“refugiados” o no) pasaron a ser sospechosos del actuar contra el régimen. Nuestro padre nunca fue político participante pero sí tuvo como amigos a muchos que se vincularon y participaron en los movimientos sindicales que perturbaron al sistema político dominicano. Ya antes, en 1931, intentaron asesinar a Papá cuando dormía en el interior de su negocio. Tuvo que luchar por su vida contra el asesino que logró ensartarle siete puñaladas y fue acusado por la muerte del ladrón hasta que el prominente comerciante español Francisco Beltrán tomó su defensa. En 1949 le lanzaron, a la hora de la misa dominical, una camioneta contra la bicicleta con que paseaba todos los domingos y casi lo matan. Únicamente el sicario atinó a romperle los huesos, tibia y el peroné izquierdos, y fue hospitalizado por dos meses hasta recuperarse. Aquel sicario tuvo el descaro de presentarse a nuestra casa, luego de minutos intentar el asesinato, para decirle a Mi Hermano (entonces de ocho años) que había asesinado a su Papá. A las pocas semanas después fue asesinado un sobrino político que laboraba en el negocio de Papá. Este sobrino de Mamá se había afiliado al Partido Socialista Popular (PSP) a pesar de que Papá le sugería que no lo hiciera. Otros dos intentos de eliminación contra Papá se produjeron en 1955 y 1956, no por el régimen en particular, pero sí por personeros del sistema. Todos esos sucesos, aparentemente inconexos, marcaron la vida de Mi Hermano Pedro desde la niñez y endurecieron su ánimo. Pienso que la fe religiosa de Nuestra Madre, profundamente católica, y el pensamiento libre inculcado por nuestro padre, impidieron que mi Hermano Pedro se radicalizara políticamente y, en cambio, tendiera a formas de pensamiento más moderadas. Abuelita, madre de mi mamá, pienso que también nos indujo a vincularnos con la literatura. Mamá en cambio se oponía a que sus hijos se dedicaran a escribir y mucho menos al periodismo porque ella le atribuía malas consecuencias históricas a toda la familia. Antes de que existiera la televisión, nuestra abuela, la madre de mamá, nos dedicaba todas las noches a narrarnos historias muy interesantes como si fueran cuentos infantiles inventados por ella. Abuelita era una mujer muy educada en términos literarios, cosa que descubrimos luego porque todos aquellos pasajes que nos narraba en las noches eran las más importantes obras de la literatura universal que convertía en narraciones para párvulos.
Aun con toda la oposición que tenía Mamá a que nos dedicáramos a escribir Mi Hermano Pedro se mantuvo firme en su propósito. En 1956, cuando apenas Mi Hermano tenía catorce años, se dirigió a don Manuel Valdepares, en esos años director de La Nación, el segundo más importante diario dominicano, con su intención de comenzar a publicar una columna en este medio. Al notar al bisoño pretendiente de escritor este veterano periodista español, llegado en los años del desgarramiento que había sufrido España, le tomó aprecio y se interesó en él. No le dio la oportunidad de escribir en el diario en ese momento como pretendía el muchacho, pero luego de escucharlo en varias conversaciones convino en darle una oportunidad. Fue entonces cuando Mi Hermano le propuso al diario producir una especie de crucigrama al que llamó “Palabras Secantes”. La Nación no tenía en ese momento crucigramas, de manera que Mi Hermano logró enganchar con esta original idea en el periodismo y el favor de don Manuel. Debía producirlos diariamente (porque en esos años los diarios se publicaban todos los días) y le pagaban, creo recordar, que siete o seis pesos quincenales.
A los quince años produjo su primer libro sobre la redacción y producción de noticias para la radio. Fue algo osado y un reto al sistema porque en esos años la radio dominicana no producía noticias ya que el código político del régimen obstruía este trabajo. Únicamente La Voz Dominicana, la emisora y televisora propiedad del hermano del Dictador, producía noticias que casi siempre o únicamente tomaba de las notas que difundían los diarios El Caribe y La Nación.
En el ínterin Alejandro (Chito) Asmar, administrador de Correos y amigo de la familia, le ofreció una posición como mecanógrafo en donde Mi Hermano laboró unos meses. Luego consiguió que don Mario Ferretti, en Radio Caribe, le permitiera trabajar a destajo como productor de programas y luego regularmente como redactor en el noticiario radial. Fueron esos los días más difíciles y peligrosos de los últimos períodos de la Dictadura. Como consecuencia de su notoria facilidad para escribir y la relativa amplitud de conocimientos, hubo la intención de los principales ejecutivos de la emisora -Johnny Abbes García, quien era al mismo tiempo principal ejecutivo de Radio Caribe y el jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), y Euclides Gutiérrez Felix, quien era jefe de Redacción o director del Noticiero de la emisora- lo sugirieron para escribir los comentarios políticos en las emisiones, cosa que le disgustó pero que no podía negarse.