Ánimo en dos minutos Saliéndose del “resort”
Dos amigos platicaban: “Una viejita que le dijo a uno de sus tataranietos: Mira, niño, dicen que el mundo es redondo, pero no te acerques mucho al borde por si acaso”. “¡Oye! La verdad que hay gente que por más que oigan noticias nuevas, siguen pensando igual que antes...” Este cuento me hace pensar si, en relación con la buena noticia que ha traído Jesucristo, no estaré yo igual que la señora del cuento. El evangelio de Marcos 1,12-15 termina con esta frase: “El reino de Dios ha llegado. Conviértanse y tengan fe en la buena noticia”. La palabra conversión en el evangelio corresponde a la palabra griega “metanoia”, que quiere decir cambio (meta) de mentalidad (nous). De modo que convertirse es como ver algo que ya estaba ahí, frente a mí, y yo no lo veía.
Un cambio de mentalidad era lo que le faltaba a la señora del cuento. Ella “sabía” que la tierra es redonda, pero estaba tan limitada como si la tierra hubiera sido plana.
La pregunta de hoy
¿Acaso estaremos viviendo también vidas limitadas? Aún hay creyentes cuya fe consiste en aceptar el misterio de la vida, atenerse a las normas de conducta con la Iglesia y el prójimo, y saber que hay un ser superior a quien pueden acudir cuando no pueden más.
Una fe que limita el amor de Dios restringiéndolo a un reglamento.
Hoy, que Dios nos ayude a descubrir cosas nuevas acerca del Señor Jesús.
En el evangelio dice: “el Espíritu lo empujó al desierto”. Y que Él no se resistió, sino que se dejó conducir por él, a ese lugar donde nada lo separaba de Dios. Entendí esto mejor al escuchar las palabras de F.A.D., un joven ejecutivo: “Vivimos como en un resort, con más miedo y más frustraciones, porque nada nos llena”.
¡Una gran verdad!: tenemos tantas cosas entre Dios y nosotros, que no podemos alcanzar a ver la luz del Reino que Jesús nos reveló. Esa luz solo se puede ver en el desierto, en el silencio. La tierra no es plana y convertirse es más que ceñirse a una doctrina.
Es acoger a una persona que se revela como la encarnación del amor de Dios.
En esta Cuaresma, nos propone que veamos quién es Él, cómo es su Padre, soltar la ceguera ante una realidad de amor inaudito, humanamente inconcebible, que se demuestra con su vida y en su sangre.
Él solo necesita que salgamos un momento del “resort”, y le ofrezcamos un pequeño espacio de silencio.
El Señor habla en el silencio y desde el silencio, y este pequeño espacio de tiempo diario puede ser su mejor momento cada día, en todo el día, durante 40 días.