Listin Diario

Cómo superar el ‘shock’ de un psicópata sádico

Para ella era un padre cariñoso y dedicado. Para decenas de mujeres, su torturador y homicida. Dennis Rader es uno de los asesinos en serie más macabros de Estados Unidos. Ahora, su hija, mientras ayuda a resolver los crímenes de su padre se pregunta: ¿Có

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MADRID, ESPAÑA TOMADO DE XL SEMANAL

Llamaron a la puerta. Kerri Rawson, en pijama, abrió y un agente del FBI le mostró su placa. Lo hizo pasar a la cocina, donde tenía una tarta en el horno. Era el 25 de febrero de 2005. «¿Su padre es Dennis Rader?», la interpeló el agente. «Sí, ¿le ha pasado algo a papá?», preguntó angustiada. La respuesta la dejó sin aire: «Ha sido detenido como sospechoso de diez asesinatos».

Rawson, que entonces tenía 26 años, solo acertó a balbucear: «No puede ser». Había visto por última vez a su padre en Navidad. Recordó cómo le envolvió el olor de su colonia cuando se abrazaron para despedirse. Dennis Rader era un miembro respetado en su comunidad; presidente de la Iglesia luterana de Wichita (Kansas), líder de los Boy Scouts...

«Su padre es el asesino BTK», le informó el agente, siglas que correspond­en a las palabras bind, torture, kill (‘atar, torturar, matar’). Es el alias con el que ha pasado a la historia de Estados Unidos uno de los asesinos en serie que más tiempo permaneció en activo: 31 años. El sobrenombr­e, por cierto, se lo puso él mismo. Durante semanas, Rawson permaneció en estado de shock. Le diagnostic­aron trastorno por estrés postraumát­ico, ansiedad y depresión. Hoy, con 45 años, sigue recibiendo terapia. En su Instagram muestra las páginas de una Biblia subrayada y anotada, las camisetas serigrafia­das con mensajes de autoayuda... Pero en los últimos meses, una parte crucial del tratamient­o consiste en desenmasca­rar los crímenes de su progenitor que la Policía aún no ha resuelto. «Siempre he querido ayudar», dice. Gracias a la colaboraci­ón de Rawson se han reabierto dos casos. El de Cynthia Kinney, de 16 años, estudiante de instituto de un pueblo de Oklahoma; y el de Shawna Garber, de 22, en Misuri. Retenidas contra su voluntad, abusadas sexualment­e y estrangula­das sin compasión. La firma de BTK. Y no se descarta que haya más... Un narcisista de manual El modus operandi de este asesino siempre fue similar: mujeres del vecindario o de pueblos cercanos, chicas del campus, madres jóvenes... Vigilaba a sus víctimas, a las que llamaba ‘proyectos’, tomaba notas en su diario... y atacaba fríamente, como si estuviera ejerciendo una actividad profesiona­l. Entraba en su domicilio cuando ellas no estaban; cortaba el cable del teléfono y esperaba a que volviesen. Le gustaba regodearse. Se permitía incluso el lujo de facilitar pistas a la Policía. Enviaba misivas a la prensa para revelar detalles de su propia vida: que su padre había sido marine o que vivía junto a las vías del tren. Según su informe psiquiátri­co: es un narcisista que reclama atención y que se cree invencible. Su soberbia fue su perdición. Envió una carta a la Policía en un disquete. Los agentes comprobaro­n los metadatos del documento de Word y descubrier­on que el autor de la carta se llamaba Dennis y que el disquete pertenecía a la iglesia luterana local. Obtuvieron muestras de ADN que coincidían con las encontrada­s en las víctimas o cerca de ellas. Rader fue sentenciad­o a diez cadenas perpetuas. Una por cada asesinato. En la actualidad cumple condena en un penal de Kansas

La pregunta que más le hacen a Rawson es también la que más odia: ¿cómo no se dio cuenta de que vivía con un monstruo? «Si mi madre o yo lo hubiéramos sabido, habríamos ido corriendo a avisar a la Policía. Mi madre no le habría hecho la cena durante 34 años a un tipo que ha asesinado a diez personas. Pero casi siempre se comportó como un buen padre y marido. Los psicópatas suelen disimular muy bien», explica.

Y Rader es un psicópata de manual. ¿Qué hay dentro de su mente? La psiquiatra Katherine Ramsland, que se carteó con él, afirma que Rader había desarrolla­do fantasías relacionad­as con la dominación y el BDSM desde la adolescenc­ia. Entonces, las materializ­aba siguiendo a chicas por la calle o matando al perro de una vecina. En 1966 se alistó en la Fuerza Aérea. Fue destinado a Japón. Frecuentab­a los burdeles, donde intentaba atar a las prostituta­s. Como no solían dejarse, al final optaba por encerrarse en un motel y ponerse una bolsa de plástico en la cabeza mientras se masturbaba.

«Si mi madre o yo lo hubiéramos sabido, habríamos ido corriendo a denunciarl­o. Mi madre no le habría hecho la cena durante 34 años»

En 1970 volvió a Estados

Unidos y pasó a la reserva. Un año después se casó con Paula Dietz, una chica de 23 años a la que conocía de la iglesia. Tuvieron dos hijos. La fachada perfecta para su doble vida. Rader encontró trabajo como instalador de alarmas. Le servía para aprender cómo entrar y salir de los hogares de sus víctimas. «Me he sentido fatal por los treinta años de mierda que mi padre le dio a este pueblo y las cosas terribles que les hizo a sus víctimas. Las mujeres andaban con miedo», relata su hija, que trabajó como maestra y en los últimos años se mantiene con los ingresos de un libro sobre su experienci­a y dando conferenci­as. Hay quien la acusa de lucrarse con los crímenes de su padre. «Yo no elegí esta vida. Mi padre comenzó a matar antes incluso de que yo naciese», se defiende. Y recuerda que tuvo terrores nocturnos cuando era niña, sobre todo a raíz del asesinato de Marine Hedge, una vecina de 53 años que a veces la obsequiaba con galletas recién hechas. Su padre confesaría que, después de matarla, la vistió con lencería de cuero y le hizo fotos con una Polaroid.

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