Mi padre lloraría por EE. UU.
las fangosas divisiones que nos separan, cómo superamos el rencor partidista que lleva a funcionarios electos a abuchear al presidente en su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso de Estados
Unidos? Cuando le dispararon a mi padre, Tip O’Neill, entonces presidente de la Cámara de Representantes y siempre uno de sus oponentes políticos más férreos, entró a su habitación de hospital y se arrodilló para orar con él, recitando el Salmo 23. Hoy un gesto así parece imposible. Entonces, ¿qué diría mi padre sobre el declive del civismo y el ominoso futuro de la democracia estadounidense? No creo que abordara en absoluto al favorito de su partido, Donald Trump. Creo que se centraría en la gente que aplaude en los mítines de ese candidato. Les señalaría que las dictaduras no las crea una sola persona; son creadas por todas las personas que se alinean.
En 1967, después de que mi padre prestó juramento como gobernador de California, fuimos a la mansión del gobernador. Yo tenía 15 años y estaba infeliz por ser hija de un gobernador; Me sentí impotente y asustada. Así que me escapé de todos y subí dos pisos de escaleras hasta la cúpula del edificio, donde miré desde una de las ventanas a una multitud de personas reunidas en la acera. Parecían afortunadamente pequeños desde esa distancia. De repente, uno de ellos me vio allí arriba y los desconocidos empezaron a saludarme. Recuerdo haber retrocedido rápidamente, sentarme y llorar. Treinta y siete años después, vi otra multitud de extraños apretujados a lo largo de las aceras y reunidos en los pasos elevados de la autopista mientras pasábamos en la caravana que llevaba el ataúd de mi padre. Esta vez me sentí reconfortada por su presencia. Estados Unidos y yo hemos tenido una relación difícil, pero la forma en que el país hizo una pausa durante esos cuantos días fue un bálsamo para las partes más complicadas de mi dolor.
Así es como terminamos susurrando a las personas que ya no están, deseando poder decirles que hemos crecido, aprendido y cambiado. Mi padre creía en un reino más allá de este terrenal, así que tal vez escuche mis susurros. Quizás vea el triste caos en el país que tanto amaba. Y tal vez algunas de las lágrimas que derramo por Estados Unidos sean suyas.