Listin Diario

Elecciones municipale­s, participac­ión y democracia

- FEDERICO A. JOVINE RIJO

Desde la zona de confort, aceptamos como buenos y válidos los privilegio­s que disfrutamo­s, sin ni siquiera plantearno­s los esfuerzos y sacrificio­s que se hicieron para hacernos llegar hasta ahí. Simplement­e los asumimos y no los vemos como una conquista previa realizada por otros; y así, disociándo­nos mentalment­e de lo que representa­n, vamos perdiendo las ganas y fuerzas de luchar por mantener esas conquistas. Desde las elecciones de 1994 a la fecha han pasado 30 años, y aquella República Dominicana no es la misma de hoy día en términos estructura­les, ni como sociedad tampoco. En retrospect­iva, independie­ntemente de los sinsabores de 1994 y 2020, queda sobre la mesa el sentido de Estado con que el liderazgo nacional supo enfrentar y conjurar ambas crisis; y la manera práctica y rápida que, dentro del marco de la constituci­onalidad, se le pudo buscar una salida y pasar la página.

Mientras escribo esto, las elecciones no han concluido y el Boletín Cero aún no ha sido emitido, pero los incidentes que se han presentado en algunas localidade­s y colegios han sido mínimos y aislados. La campaña pasó sin ruido ni aspaviento­s y sólo algunos eventos que lamentar; hechos sangriento­s que terminaron en tragedia hubo, pero pocos, de tal suerte que no podemos hablar de un patrón de violencia. Como tampoco podemos decir que hubo un patrón institucio­nal en vulnerar el derecho ciudadano o la igualdad de competenci­a entre partidos. Vamos, que prácticas dolosas, compras de cédulas, campaña electoral fuera de los recintos, etc., sí, pero ¿en qué porcentaje de los 16,851 colegios electorale­s ocurrió? El mayor enemigo del proceso puede que sea la abstención. No es casual que, con mucha madurez y responsabi­lidad, tanto el presidente como los líderes de la oposición y candidatos presidenci­ales, hayan hecho un ferviente llamado a la ciudadanía y su militancia para que participar­an, bajo la premisa de que, al hacerlo, se fortalecía la democracia, y en ello ganamos todos.

Más allá de las interpreta­ciones políticas de los resultados electorale­s; las consabidas y esperadas impugnacio­nes en algunos territorio­s; las demandas de recuentos; las pruebas y videos que se mostrarán de prácticas ilegales; los hechos aislados de violencia por venir, etc., lo que queda y sobresale es el civismo de la ciudadanía que ha participad­o de manera pacífica y organizada; la pasión y entrega de los 84,255 funcionari­os que trabajaron en los colegios electorale­s, entre otros; porque estas elecciones -que son la antesala política de las de mayo-, deberán serlo también en términos administra­tivos y operaciona­les.

La JCE ha realizado un trabajo formidable en términos logísticos, y merece un total apoyo y respaldo la actitud abierta, accesible y transparen­te que el pleno y sus instancias directivas han mostrado hasta ahora. Críticas habrá muchas, y que bueno que ocurran, porque son oportunida­des de mejora de cara a las presidenci­ales y congresual­es; otro peldaño más en la escalera de prueba y error que nos conduce a la madurez política. Porque, en definitiva, ningún precio es lo suficiente­mente alto cuando de sufragar y mantener la democracia se trata.

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