Listin Diario

Traumas que pesan

- MARTA QUÉLIZ Santo Domingo

“El día que entré a mi casa, que volví con mi familia después de ocho años de encierro y de pasar tanto trabajo, sentí en carne propia el desprecio, la duda y la amargura que me mostraron algunos seres queridos que no sabían del credo ni la mitad”. Así comienza relatando su experienci­a quien no sabe qué le ha hecho más daño, si el haber sido víctima de explotació­n sexual o ser “acusada” de sinvergüen­za por la gente que ama y que pensó que nunca volvería a ver.

Para justificar este dolor que “llevo en el pecho”, como ella tantas veces dijo durante la entrevista: “He tenido que ponerme en su lugar, he tratado de comprender­los, aunque a quien se debió comprender es a mí. No se imagina usted lo fuerte que es regresar con tu familia y escuchar comentario­s: ‘yo juraba que tú estabas muerta’, ‘aquí el que se pierde no aparece, tú apareciste porque estabas c…’, y cosas así de feas”. Toma una servilleta de encima de la mesa y se seca las lágrimas que desde el principio estuvieron como “invitadas de honor”.

Ella juraba que ese iba a ser el día más feliz de su existencia. Le hacía ilusión reencontra­rse con su familia, volver a la vida y dejar ese mundo oscuro donde desde los 14 años la envolviero­n. “Pero fue muy triste. Nunca voy a olvidar la cara de mi papá cuando el psicólogo y los agentes le contaron lo que nos había sucedido. Yo entiendo que no es fácil para un padre, pero ‘conchale’, te están diciendo que fui víctima…”. Llora y lo hace por un largo rato. Eso deja claro que ella tiene mucho qué sanar todavía.

Al reponerse no pierde tiempo: “El caso es que mi papá quería caerme encima a darme golpe, que él no tenía ni quería hijas prostituta­s, que me fuera por donde mismo entré, porque total, ya me creían muerta. Fue horrible y vergonzozo”. El psicólogo se tomó su tiempo y habló mucho con él, los agentes le mostraron fotos del sitio cuando lo intervinie­ron, y ahí fue

comprendie­ndo que su hija había sido víctima, no victimaria.

El amor materno

A la dueña de esta historia lo que la ha mantenido de pie, sobre todo, a principio de su llegada, ha sido el amor de su madre. “Desde que mi papá amagó para darme golpe el día que llegué, ella se metió, se puso delante. Esa ha llorado conmigo, esa es la que desde que me ve un poco callada, me pone conversaci­ón, me cuela un café… En honor a la verdad, fue la única que se puso feliz cuando volví, y fue la que me conoció al instante”. Su rostro, pese a haber pasado ochos años, no había cambiado mucho. Es una mulata muy hermosa.

Ella no entiende cómo fue que no le dio un infarto a su mamá cuando la vio viva. “Recuerdo que ella estaba en la cocina poniéndose en función con la comida, y la hermana mía gritó: ‘Mami ven a ver quién apareció, ven, volvió tu hija”. No pudo seguir con esta parte porque el sólo hecho de contarlo la devuelve a los sentimient­os que la invadieron en ese momento.

“Esa mujer salió corriendo y sin saber de dónde yo venía, sin preguntarm­e nada, me abrazó, me tocaba a ver si yo estaba entera, me decía: ‘¡Negra, ¿y es verdad que eres tú!?, yo te guardé luto’, y lloraba sin parar. Hubo que darle agua de azúcar y mi hermana tuvo que terminar de cocinar”. Desde ese momento ha contado con el apoyo materno. “De eso hace casi ocho años, y ya mi papá ha cambiado para bien, pero en muchas ocasiones me la ha puesto difícil. He tenido que ser casi una santa para que a él se le quite de la cabeza que soy una p…”. A veces ha preferido que la siguieran dando por muerta.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic