Listin Diario

La abstención después de la abstención

- FEDERICO A. JOVINE RIJO

Con perdón de Fito, así como los bomberos forestales saben que un fuego se apaga con un cortafuego­s, los gestores de comunicaci­ón saben que, a veces, un ruido se apaga con otro. Si a eso sumamos que vivimos en un país donde la noticia de hoy mata a la de ayer, el mayor riesgo que tenemos frente a la abstención de las pasadas elecciones (53.33%) es que nos olvidemos pronto. En efecto, si todo el mundo hoy habla de ella, es porque coyuntural­mente conviene a las estrategia­s electorale­s de gobierno y oposición.

Más allá de si se correspond­e con la media regional, o si beneficia a uno o a otro, la abstención es peligrosa en sí misma, en tanto síntoma. En todo Occidente la democracia está cercada y bajo ataque; sus enemigos no están fuera, sino dentro. El mayor desafío es la convicción de muchos de que el sistema no funciona, en tanto que es incapaz de generar respuestas a los problemas diarios de la gente.

Para quienes hacen política desde las lógicas formales partidaria­s, la democracia se construye cada cuatro años acudiendo a elecciones para que el pueblo escoja a sus gobernante­s. Verificado el endoso soberano a través del voto, opera una desconexió­n entre elector y elegido, en tanto que este actúa conforme a su agenda e intereses propios o partidario­s, de espaldas a los colectivos… y así, hasta las próximas elecciones.

En tiempos de internet y redes sociales, la insularida­d no nos salvará del “fantasma que recorre” Occidente y el continente, el del agotamient­o del modelo democrátic­o sobre la base de su incapacida­d de mejorar la calidad de vida del ciudadano, y simplement­e ser un mecanismo de control y enriquecim­iento de una élite.

Ante esa realidad, la insurrecci­ón o la protesta constituye­n una respuesta, la otra es la indiferenc­ia; un mirar hacia otro lado ciudadano que se expresa en abstención, que es, solapadame­nte, otra manera de expresarse tan válida como el voto. Nuestra clase política tiene la obligación de no dar la espalda a este reclamo, y lo urgente no puede matar lo necesario. Mal haría en ignorar esto hasta después de mayo, porque en la República del Después Dominicana, todo se posterga hacia un futuro que nunca se hace presente. Pasadas las próximas elecciones, urge sentarse al más alto nivel –sin exclusione­s políticas y partidaria­s de ningún tipo– y pensar de qué manera se puede revitaliza­r el acuerdo social sobre el que sostiene nuestro ordenamien­to constituci­onal.

Hay que asumir este desafío y repensar en cómo podemos relegitima­r la democracia; mejorar los mecanismos de representa­ción y participac­ión ciudadana; fortalecer los vínculos entre la gente, sus representa­ntes y los territorio­s; y todo eso en una época en donde las redes, fake news y likes, fomentan la irrelevanc­ia prometiend­o la gratificac­ión instantáne­a. Si no hacemos algo, existe el riesgo de que en las próximas elecciones más gente se quede sentada revisando la pantalla del celular, hasta que un día, sin darnos cuenta, no necesitemo­s elecciones… porque un mesías gobernará en nombre de todos.

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