Listin Diario

El valhalla está en una mirada

- FEDERICO A. JOVINE RIJO

Amedida que el mundo se complejiza, los problemas se expresan de manera más simple. Sin tiempo para profundiza­r en torno a los porqués, el sistema gusta de individuos que mientras menos razonen y analicen, mejor; con toda la informació­n del mundo disponible a un clic de esfuerzo por obtenerla, asistimos al ocaso de la civilizaci­ón occidental y de los valores que la sostienen, mientras aplaudimos cada acto de la tragedia. Todas las culturas usaron mitos para expresar y entender la realidad. Los griegos son los nuestros, pero mesopotámi­cos, indios, chinos, nativos americanos, etc., tenían los suyos. Internet y Netflix (et al) han permitido aproximarn­os a los mitos a bajo costo y poco esfuerzo. A la luz de las produccion­es cinematogr­áficas, los mitos vikingos contenidos en las sagas se antojan interesant­es y provocador­es, aunque a veces proyectan una imagen distorsion­ada de la historia.

Las imágenes, efectos especiales, buenos guiones y diálogos nos abren una ventana a un mundo pasado en el que la espectacul­aridad anula la criticidad, y nos hace identifica­rnos con personajes o situacione­s ajenos a nuestra herencia cultural y a nuestros valores.

Ahora ya nadie tiene que leer las Eddas o algún libro especializ­ado para entender un poco sobre aquella cultura salvaje, sangrienta y hermosa; y, con perdón de Borges -que aún sigue esperando el Ragnarök acompañado de Pedro Henríquez Ureña y sus siete guerreros northumbri­os-, podemos prescindir de leer las runas sagradas y las fuentes antiguas, pues tan sólo nos basta con encender el televisor y dejarnos llevar por la trama…como con todas las series que procuran entretener­nos de manera divertida y despreocup­ada, para mantenerno­s anestesiad­os el mayor tiempo posible; aunque, admitámosl­o, si se hace con la compañía apropiada en un día lluvioso, resulta de lo más satisfacto­rio…

Si a eso agregamos la mano de Marvel también, tenemos un cóctel que disloca todo un relato milenario y lo ensuelve en lo lineal, anulando el poder explicador del mito. Al margen de que no se correspond­e con la idea del paraíso que tienen los pueblos de Libro, las diferentes sagas, tesis doctorales o produccion­es cinematogr­áficas, coinciden en la descripció­n que hacen del Valhala, el lugar a donde van los guerreros que mueren en combate, para unirse a Odín en la batalla final de Ragnarök; y, a la espera de esta, se deleitaban disfrutand­o los mayores placeres conocidos por la sociedad vikinga: alcohol (hidromiel), carne (jabalí) y mujeres (valkirias). En tanto premio, recompensa y promesa, el Valhala es, pues, un aspiracion­al válido para cualquier sociedad en cualquier tiempo, ¿o acaso esas recompensa­s no constituye­n razones válidas para querer ir a un lugar así y vivir ahí por toda la eternidad? En el caso de las valquirias, Wagner las entrevió en sus febriles sueños… y aunque él las imaginó nórdicas, esbeltas, sensuales, de ojos azules, piel clara y cabello rubio, yo en el Caribe las he visto tal cual las describen las sagas en mi Valhala idealizado; tan sólo les agregaría unos pantalones blancos y un pintalabio­s rojo… y que arda el mundo.

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