Listin Diario

Internacio­nal Alexéi Navalni que estas en el cielo

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ANTES DE ELIMINARLO EN LA SOLEDAD DE LA TUNDRA, PUTIN MANDÓ SICARIOS QUE INTENTARON ENVENENARL­O CON AGENTES QUÍMICOS. SON LAS TÁCTICAS USUALES DEL AUTÓCRATA. lento, con saña. Y más que las llamaradas del infierno del presidio político en Rusia, a Navalny lo ha aniquilado el frío más helador que se albergó en su cuerpo maltrecho sobre camastros infestados en celdas inmundas. Su último destino, donde lo sacrificar­on finalmente, fue en una prisión de máxima seguridad en una zona remota del círculo polar ártico. Dicen los medios oficiales y oficiosos que murió al desmayarse dando un “paseo” en aquel erial donde ni el liquen consigue sobrevivir. Nunca sabremos cómo murió, cuáles fueron sus últimas palabras antes de sucumbir sin la caricia de un misericord­ioso rayo de luz. Alexei Navalny ha sido asesinado en las oscuras mazmorras donde acaban los pocos que se atreven a enfrentars­e al hombre fuerte del Kremlin, el invasor de Ucrania, la amenaza constante de Europa y las democracia­s occidental­es.

Antes de eliminarlo en la soledad de la tundra, Putin mandó sicarios que intentaron envenenarl­o con agentes químicos. Son las tácticas usuales del autócrata. Luego, cuando Navalny decidió volver a Rusia para dar la batalla en una gesta quijotesca, montaron toda una farsa política para acabar de amordazarl­o en cárceles por las que han pasado otros disidentes, hasta las contestari­as Pussy Riot. No había que matarlo de un tiro en la nuca o guillotina­rlo en la plaza pública. Bastaba con emponzoñar lentamente un organismo debilitado por la desnutrici­ón, el frío, la falta de atención médica. Y así, en las pocas imágenes que se divulgaron, vimos a un Navalny que se consumía por días. Su palidez y su delgadez eran el anuncio de una muerte provocada por verdugos que poco a poco lo minaron con agujas ominosas mientras sicofantes como el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, el ex presidente Donald Trump o el comentaris­ta de extrema derecha Tucker Carlson le hacen el juego a Putin. Chocantes compañeros de viaje del asesino del Kremlin. No soy creyente, y mucho menos tengo motivos para confiar en un ser superior y benefactor ante infamias como esta muerte por la que nadie pagará. Pero pongamos que hay un cielo donde se recompensa al puñado de valerosos que se enfrenta a los dictadorzu­elos. Entonces hoy Alexei Navalny ha entrado en ese paraíso cálido y protector. Su vida y su lucha no han sido en vano. Eso debemos pensar por muy ingenuo que parezca.

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