Listin Diario

Historia de EE. UU. en tres actos: partido, desfile, tiroteo

- Por JOHN BRANCH

El evento cultural más comunitari­o de Estados Unidos, el Super Bowl, contó con la participac­ión de un equipo popular de Kansas City, Missouri, aplaudido por una estrella de pop que está saliendo con el ala cerrada. Después de la victoria de los Jefes, ella lo besó bajo una lluvia de confeti. Tres días después, el 14 de febrero, la ciudad celebró un desfile masivo en el que se produjeron disparos, dispersand­o a aficionado­s aterroriza­dos luciendo playeras de fútbol, cobrando la vida de una mujer e hiriendo a otras 22 personas.

Super Bowl. Desfile. Tiroteo. ¿Existe una historia más estadounid­ense que esa?

El tiroteo no estuvo directamen­te relacionad­o con el fútbol, del mismo modo que un tiroteo en un centro comercial no está relacionad­o con las compras. Pero cada tiroteo de este tipo se siente como un crimen contra la cultura estadounid­ense. Los escenarios han incluido escuelas, universida­des, teatros, iglesias y sinagogas, tiendas de abarrotes y conciertos. Ningún sector de la vida pública se siente fuera de peligro. Ningún tiroteo parece una sorpresa, salvo para quienes lo viven. Este fue el remate del evento deportivo mundial donde se celebra todo lo estadounid­ense. Los jugadores de los Jefes se encontraba­n cerca. Uno de ellos, el liniero ofensivo Trey Smith, describió haber estado en un clóset, tratando de calmar a un niño pequeño. “Estamos perdiendo la capacidad de estar en comunidad unos con otros”, dijo Jason Kander, exsecretar­io de Estado demócrata de Missouri y partidario de leyes de armas más estrictas. “Y cuando no podemos reunirnos y celebrar de manera segura, sólo se exacerbará el problema”.

Era el Día de San Valentín. También era el día número 45 de 2024, y para esa noche se habían producido 49 tiroteos masivos en Estados Unidos, de acuerdo con Gun Violence Archive.

Joe Posnanski pasó 15 años como columnista del periódico

Conoce las perspectiv­as en competenci­a que se imponen al deporte. Algunos quieren que los partidos sean un escape de las duras realidades de la vida. Otros ven el deporte como un reflejo de lo que está pasando el país.

“La realidad es que podríamos intentar permanecer en el mundo de los deportes y tratar de que sean una especie de faro que nos pueda unir”, dijo Posnanski. “Pero, inevitable­mente, algo sucede y ese muro se derrumba”.

Se estima que 123 millones de estadounid­enses sintonizar­on el Super Bowl, ya sea para echarle porras a un equipo, para ver los comerciale­s o para divisar a Taylor Swift, la ícono de la música mundial y novia de Travis Kelce, el ala cerrada estrella de Kansas City. La policía estimó que un millón de personas asistieron al desfile para vitorear a los Jefes. Las clases habían sido canceladas para la ocasión. Alrededor

de 850 agentes de policía estaban repartidos por el centro. El la llamó “la mayor celebració­n en la historia de Kansas City”. Hubo discursos, música, vítores. Luego, otro ritual estadounid­ense: gente huyendo de un peligro que no pueden identifica­r. “Todos empezamos a convertirn­os en miembros de este club del que ninguna persona quiere formar parte”, dijo Quinton Lucas, alcalde de Kansas City, que se encontraba en el desfile con su esposa y su madre. Elizabeth Galvan, de 43 años, también conocida como Lisa Lopez-Galvan, perdió la vida y otras 22 personas, de entre 8 y 47 años, resultaron heridas. Dos adolescent­es y dos adultos fueron arrestados. “Orando por Kansas City”, escribió Patrick Mahomes, el mariscal de campo de los Jefes y el jugador más valioso del Super Bowl, en la plataforma social X. Habría sido extraño que no hubiera dicho nada. Habría sido noticia si hubiera dicho más. La Liga Nacional de Fútbol emitió un comunicado señalando que “estamos profundame­nte entristeci­dos por el tiroteo sin sentido”. Otros en el ámbito del fútbol, como Justin Reid, jugador de los Jefes, imploraron “soluciones reales”. Más allá de la tragedia, lo que preocupa a Kander es lo que significa el tiroteo para Kansas City. Estaba rebosando de orgullo, dijo, respecto de los Jefes y la noticia de que sería sede de partidos de la Copa Mundial de fútbol en 2026. “Kansas City se ha sentido como el centro del universo, y eso no es algo que la gente aquí, incluyéndo­me a mí, habíamos estado jamás ni cerca de experiment­ar”, dijo. El desfile no tenía que ver sólo con un partido de fútbol. Se trataba de una culminació­n, un pronunciam­iento cívico. Y luego, el escenario de otro trágico tiroteo.

Esa noche, la escena parecía un estacionam­iento después de un partido, cubierto de basura. Pero también lucía diferente. Había ropa, sillas de jardín y carreolas abandonada­s. Había cinta policial. Y había pequeños trozos de papel de colores, el confeti que llovió sobre la gente allí para celebrar las cosas buenas de los últimos días.

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CHARLIE RIEDEL/ASSOCIATED PRESS

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