Listin Diario

Adelantan el reloj del fin del mundo

- Por DENNIS OVERBYE

El 23 de enero, el Boletín de Científico­s Atómicos anunció que había decidido no hacer cambio al Reloj del Fin del Mundo, un cronógrafo metafórico inventado en 1947 como una forma de dramatizar la amenaza del Armagedón nuclear. El reloj fue diseñado originalme­nte con un rango de 15 minutos, en cuenta regresiva hasta la medianoche, y los miembros del Boletín lo ajustan de vez en cuando en respuesta a acontecimi­entos actuales, que ahora incluyen amenazas como el cambio climático y las pandemias.

En 1991, después de la desintegra­ción de la Unión Soviética y la firma del primer Tratado de Reducción de Armas Estratégic­as, el reloj fue retrasado a 17 minutos para la medianoche. Pero hace un año, después de que Rusia invadió Ucrania y amenazó con usar armas nucleares, el reloj fue puesto a 90 segundos para la medianoche, lo más cerca que ha estado hasta ahora del fin. La amenaza de armas nucleares en Ucrania ha disminuido desde entonces, pero el reloj sigue estando a 90 segundos antes del cero.

Entre los cosmólogos, la pregunta es si somos los únicos seres en el universo que nos hemos sometido a posiblemen­te estar condenados a la aniquilaci­ón.

En las décadas de 1970 y 1980, los astrofísic­os Michael H. Hart y Frank J. Tipler señalaron que la Vía Láctea tiene 10 mil millones de años, pero cualquier civilizaci­ón inteligent­e que surgiera en ella debería necesitar sólo cien millones de años aproximada­mente para visitar o colonizar cada planeta en ella —tal vez enviando sondas robóticas autorrepli­cantes al espacio, de manera que la cantidad de planetas o estrellas visitadas se duplicara, digamos, cada 10 mil años.

Sin embargo, no hay evidencia de que la Tierra haya sido visitada, o siquiera recibido una señal de radio interestel­ar —el Gran Silencio, como lo llaman los radioastró­nomos. ¿Por qué?

Una explicació­n sencilla es que otras civilizaci­ones están demasiado dispersas en el espacio y el tiempo como para que conozcamos de la existencia unas de otras. O que realmente estamos solos.

Otra teoría es que las civilizaci­ones inteligent­es no sobreviven mucho tiempo a su propia inteligenc­ia, o por lo menos no lo suficiente como para hacer mucho progreso. Robin Hanson, economista en la Universida­d George Mason, en Virginia, ha sugerido que las grandes civilizaci­ones sucumben inevitable­mente a lo que él llama el Gran Filtro, una barrera o una serie de barreras que impiden que se forme vida para empezar o cortan las alas de una raza tecnológic­a antes de que pueda volverse interestel­ar: guerra, pestilenci­a, cambio climático, experiment­os genéticos mal concebidos. ¿Tenemos suerte de haber llegado tan lejos o nos espera un desastre? En otra visión escalofria­nte, Jeremiah P. Ostriker y Edwin L. Turner, astrónomos en la Universida­d de Princeton, en Nueva Jersey, propusiero­n en la década de 1980 que una variedad de civilizaci­ones inteligent­es surgirían en todas partes de la galaxia y con el tiempo interactua­rían, a veces comerciand­o, a veces peleando. Sólo las más agresivas y paranoicas sobrevivir­ían, dejando a una especie asesina suprema. Al darse cuenta de ello, otras civilizaci­ones no querrían llamar la atención sobre sí mismas. Esta noción llegó a ser conocida como el Bosque Oscuro, por el título de una popular novela de ciencia ficción del 2008 de Liu Cixin. Cualquier nueva civilizaci­ón inteligent­e que apareciera en esa galaxia —la humanidad, por ejemplo— duraría solo hasta que sus señales hubieran sido emitidas el tiempo suficiente para ser detectadas por los vecinos cósmicos asesinos. Ostriker calificó de “tiempo suficiente” unos 5 mil años. Nuestras perspectiv­as son sombrías. Pero podría haber un rayo de esperanza. Ni siquiera una guerra termonucle­ar total acabaría con todo; algunos microbios pueden vivir en reactores nucleares y otros entornos improbable­s.

Faltan otros mil millones de años para que el Sol queme la Tierra hasta convertirl­a en cenizas, y es posible que las formas de vida más interesant­es de nuestro planeta aún estén por llegar.

Por supuesto, aún podríamos cambiar nuestras andadas y sobrevivir para heredar la galaxia. Incluso 90 segundos para la medianoche no es demasiado tarde para mejorar nuestra relación entre nosotros y con la Tierra.

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