Listin Diario

Entre sustos, alegrías y largas carreteras, María Fernanda vive la vida

Testimonio. No han sido ni una ni dos las veces que ha llegado con el “corazón en la boca” a su destino luego de encontrars­e con accidentes en la vía y con largos kilómetros desolados. Aun así, nada la atemoriza hasta el punto de hacerla abandonar este tr

- MARTA QUÉLIZ Santo Domingo

La joven para quien al principio trabajaba fue paciente con María Fernanda. La ayudó a perfeccion­arse en el parqueo, y le ponía rutas de no más de 300 o 400 millas al día. “Recuerdo lo feliz que estaba cuando recibí mi primer cheque, no era mucho, de hecho, era menos que en la pizzería, pero me sentía feliz porque era un paso para superarme y sabía que ya con el tiempo aumentaría, y efectivame­nte, ha sido así”. Esta es una mujer de armas tomar que agradece a su madre Andrea Yovany “pero no a mi papá, él no existe en mi vida”. Es triste conocer este dato, pero ella no ofrece mayores detalles. Luego del avance que iba teniendo con su trabajo en la carretera, pudo mudarse de la pequeña habitación que ocupaba. “Renté una casa, me compré un carro, le pude mandar dinero a mi mamá. Antes del año se me presentó la oportunida­d de tener mi propio camión. Escuché de una compañía que daba facilidade­s para que sacaras tu propio camión y dije: ‘¡UPSS!’, sí, me voy. Hablé con mi jefa, con mi mamá y mi hermano porque era para irme a otra ciudad. Me decían que no me fuera porque si me pasaba algo iba a estar muy lejos y que no conocía a nadie por allá”. Se arriesgó. Tenía tantas ganas de superarse, de seguir creciendo que entendía que el mundo era el límite. “Así que empaqué, compré un vuelo y me fui. Entregué el apartament­o donde vivía y empecé a vivir en el camión. Pasaban meses y no iba a Nueva York, lo bueno es que el camión está bien equipado, con nevera, microondas, buena calefacció­n... y podía cocinar, era como vivir en una habitación”. Como dijo al principio, sólo hace unos días dejó de vivir en el tráiler. Este trabajo le encanta y no deja de decirlo. “Es chulísimo, no tienes jefe, no hay ojos detrás de ti, trabajas los días que quieras...”. En su caso, ha durado meses en ruta desde Chicago, Alabama, Ohio, Iowa. Los Ángeles California, San Francisco, Nuevo México Houston, Arizona, Nueva Orleans, Florida, Seattle y Washington.

Eso sí, ha pasado sus sustitos. Al respecto se le preguntó, y esta es su respuesta. “¡Ufff! el Padre Nuestro no sale de mi boca”. Se ríe y a seguidas detalla: “Una vez, en la carretera Idaho y Washington, que es un trayecto bastante delicado, un camión había tenido un accidente, y estaba en un lado y un carro del otro, los que veníamos no los podíamos ver porque estaban en una curva y, aunque venía con los frenos del motor y del pedal, no pude parar el camión y te puedo decir que, la distancia que pasé por entre los dos vehículos, fue de un dedo, el corazón se me frizó y el alma la dejé en la colina”. Todavía admite que se le eriza la piel de pensar en lo que le pudo pasar.

Otros temores que la han invadido, los ha vivido cuando ha tenido que pasar por lugares desiertos donde por horas no ve ni un camión, carro o casas. Es algo escalofria­nte, y siempre le

María Fernanda tiene dos hermanos por parte de madre, y tres por parte de padre. Su infancia no fue nada fuera de lo normal, aunque admite que la relación con su madre no era muy buena y reconoce que gracias a su esfuerzo, no le faltó nada. “Ella siempre trabajaba para sustentarn­os”. Lo admite.

La mujer que nació y creció en la provincia San Cristóbal, aunque su familia es ocoeña, recuerda que allí vivió hermosos momentos. “Realicé mis estudios primarios y secundario­s hasta el segundo del bachillera­to, en institucio­nes públicas donde aprendí, me divertí y conocí a Yanna Santiago, que es la hermana que la vida me regaló”. Muchas veces, mientras conduce su camión, la añoranza asalta su mente y a ella llegan los juegos infantiles, su escuela, sus amistades y la comida de su madre, pero no deja de ser feliz por lo que le ha tocado vivir.

pido a Dios que no se le dañe nada al camión para yo no tener que pararme”. Son experienci­as que ha vivido en las madrugadas, sin luz, donde sólo ve la carretera y estrellas.

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Antes de llegar a EE.UU. no tenía idea de lo que realmente era la soledad, tristeza, ansiedad y depresión.
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Los sustos

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