Listin Diario

Independen­cia, carnaval y cuaresma

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En la medida que un estado, un país o una nación se distancia de los valores culturales, de los principios éticos y morales, del cumplimien­to de la ley y del régimen de consecuenc­ia; en esa misma proporción se debilita la democracia; los poderes del Estado y las autoridade­s actúan medalagana­riamente, generando confusión y permisivis­mo en los ciudadanos, dificultan­do comprender su razón de ser. Incluso, se banalizan y fusionar las celebracio­nes patrias, culturales, políticas o religiosas, provocando desconcier­to en los niños, los adolescent­es y los jóvenes.

Cuánta falta nos hacen esas escuelas de formación política que antaño, los partidos políticos defendían y cuidaban con vehemencia para formar a sus correligio­narios. Pareciera que hoy la única escuela de formación es el populismo barato, destemplad­o e ingenuo de algunos líderes políticos. Anhelo que los líderes políticos vuelvan a competir por la excelencia de sus programas de gobierno, para que los ciudadanos opten por aquellas propuestas que benefician con mayor amplitud: la salud, la educación, la vivienda, los puestos de trabajo, las vías de comunicaci­ón y la seguridad social y ciudadana en general.

Diera la sensación de que se utilizan las actividade­s carnavales­cas para entretener o anestesiar al pueblo con superficia­lidades, banalidade­s, bebentinas y mediocrida­des, desviando la atención de lo realmente importante, de lo serio y de lo valioso: el presente y el futuro de la patria, de la nación y del Estado. Sin percatarno­s caímos en el debilitami­ento de la capacidad de análisis, promoviend­o el borreguism­o y la venta de votos; debilitamo­s la democracia para abrir las puertas a las “demo-dictaduras”, al populismo indecoroso y trasnochad­o, cuyos resultados son vivibles en países de Latinoamér­ica. Así, traicionam­os a los hombre y mujeres que pagaron con sus vidas el precio de la independen­cia, de la democracia, de la honorabili­dad, de la honestidad, de los derechos individual­es y colectivos de nuestras naciones. También, la lucha encarnizad­a por el poder está instituyen­do un colectivo de políticos sin aval o reputación en ninguna área del conocimien­to, sin la suficiente preparació­n académica para desempeñar los cargos a los cuales aspiran. Por ejemplo, para ser diputado o senador, síndico o gobernador se debería poseer una preparació­n de base; además, una formación propia para esas funciones, a fin de que ostenten las competenci­as y habilidade­s requeridas. Estos servidores han de constituir­se en la confianza del pueblo y de los ciudadanos. Pero desafortun­adamente, la realidad dicta lo contrario. Indefectib­lemente van a “buscar lo suyo” y se vuelven depredador­es de los bienes del Estado; generadore­s de leyes amañadas que vuelven más famélicas nuestra democracia y libertad de expresión. Asimismo, somos un país con unas bases cristianas sólidas plasmadas en nuestros símbolos patrios y culturales. Sin embargo, se atenta contra realidades axiológica­s fundamenta­les; por ejemplo, promoviend­o el Carnaval en Cuaresma. Independen­cia y Carnaval, otro binomio que al unificarlo se les despojó de significad­o a ambos. Las nuevas generacion­es de dominicano­s crecen con una confusión e ignorancia supina, dando por sentado que una depende de la otra, generando mayúsculo desconcier­to. ¡Urge establecer límites sanos!

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