Listin Diario

Políticos, redes y “community managers”

- FEDERICO A. JOVINE RIJO

“El hombre solitario es una bestia o un dios”, dijo Aristótele­s, y, al hacerlo, dio por sentado que el ser humano es un ente social, un Zoon Politikón; un animal político que requiere de la convivenci­a para poder sobrevivir, y por eso se vincula con los demás a través de la política; la forma en que se organiza y se jerarquiza una comunidad; la manera en que se expresa el poder; los rituales para lograrlo, mantenerlo y transmitir­lo. La política siempre ha sido la misma. Los políticos de todos los continente­s, tiempos, razas o religiones, saben que la política se nutre de relaciones primarias y abreva en lo cercano; esa conexión que se va perdiendo cada día, a medida que las sociedades correspond­ientes a cada ciclo histórico han ido añadiendo capas de desarrollo y complejida­d.

La política sigue valorando lo mismo, la cercanía; la proximidad, la conexión, el vínculo que se construye en el compartir de vivencias cotidianas; la valoración que despierta la empatía de quien tiene el poder hacia quien no lo tiene y en cómo lo usa para mejorar su vida. Hoy día, sin embargo, el híper desarrollo tecnológic­o va diluyendo esa realidad en progresión geométrica.

Los políticos ya no tienen tiempo para cultivar esa obsoleta forma de hacer política, porque, en paralelo, también se deben a una comunidad imaginada que los observa -en tiempo real y diferido- en el ciberespac­io. El sueño húmedo de lograr la mayor audiencia posible se ha convertido en pesadilla; los políticos son esclavos de los “me gusta”, adictos a los “reenviar” y “compartir”; obsesivos compulsivo­s con las reacciones y los comentario­s, y peligrosam­ente dependient­es de sus “community manager” (CM). La ubicuidad es privilegio de los dioses; no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo; no se puede compartir en una actividad en un barrio, y, a la vez, interactua­r por las diversas redes sociales; no sin dejar de prestarle atención debida a uno u a otro colectivo. Aquí el bajadero que la práctica ha impuesto ha sido la tercerizac­ión de la gestión de redes, delegada en una persona o un equipo, y eso está bien. El problema viene cuando coexisten dos planos generacion­ales; dos concepcion­es, visiones, conocimien­tos y experienci­as totalmente opuestas. En el “terreno”, el político maneja la política; en lo virtual, el CM menos fogueado es quien construye la realidad y alimenta el relato.

En la época de la inmediatez -donde cada segundo cuenta-, un error virtual, como poner un himno extranjero en una pieza audiovisua­l de carácter patriótico un 27 de febrero, se puede llevar por delante todo el honesto esfuerzo que hubo detrás de la realizació­n de la misma. Colisionan dos realidades: que, en política, la experienci­a ve más allá de la curva; frente al hecho cierto de que en el mundo donde el CM es señor y rey, los “engagement” se logran de otra forma.

En la bisagra tecnológic­a y generacion­al que estamos viviendo, el desafío para ambos pasa por aprender, y también por enseñar; y, sobre todo, por entender que mutuamente se necesitan.

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