Listin Diario

Pregunta en la evolución: ¿Qué constituye una especie?

- Por CARL ZIMMER

Los naturalist­as llevan siglos intentando catalogar todas las especies de la tierra. Hasta ahora, los investigad­ores han dado nombre a alrededor de 2.3 millones de especies, pero quedan millones —tal vez miles de millones— por descubrir. Como si eso no fuera suficiente­mente difícil, los biólogos no pueden ponerse de acuerdo sobre qué es una especie. Una encuesta en el 2021 arrojó que los biólogos practicant­es utilizan 16 enfoques diferentes para categoriza­r especies. “Todo mundo utiliza el término, pero nadie sabe qué es”, afirmó Michal Grabowski, biólogo en la Universida­d de Lodz, en Polonia.

En la actual crisis de extinción, los científico­s necesitan urgentemen­te hacer un recuento de la diversidad biológica del mundo. Pero incluso algunas de las especies más conocidas pueden no ser lo que parecen. Considerem­os la jirafa.

En 1758, el taxónomo sueco Carl Linnaeus describió una única especie de jirafa:

Aunque la especie ha disminuido en las últimas décadas, aún sobreviven 117 mil jirafas en toda África, lo que llevó a un grupo conservaci­onista internacio­nal a designar a la especie como vulnerable, en lugar de en peligro de extinción.

Pero algunos biólogos sostienen que las jirafas están en gran peligro, porque lo que parece una especie en realidad son cuatro. Los estudios genéticos han encontrado que el ADN de la jirafa se divide en cuatro grupos distintos: jirafa del norte, jirafa reticulada, jirafa masai y jirafa del sur.

La jirafa del norte, que vive en zonas desde Níger hasta Etiopía, ha sufrido pérdidas catastrófi­cas debido a las guerras civiles, la caza furtiva y la destrucció­n de su hábitat. Si se considerar­a una especie separada, sería “uno de los grandes mamíferos más amenazados del mundo”, afirmó Stephanie Fennessy, directora ejecutiva de la Giraffe Conservati­on Foundation. En el siglo XIX, Charles Darwin reconoció que las especies vivas habían evoluciona­do, lo que hacía más difícil identifica­r cuándo un nuevo grupo se convertía en una especie propia, en lugar de simplement­e ser una subespecie de uno antiguo. En la década de 1940, Ernst Mayr, un ornitólogo alemán, argumentó que si dos animales no podían reproducir­se entre sí, entonces eran especies separadas. El concepto de especie biológica, como llegó a conocerse, tuvo una enorme influencia en las generacion­es posteriore­s de investigad­ores.

En los últimos años, Christophe Dufresnes, herpetólog­o en la Universida­d Forestal de Nanjing, en China, ha utilizado este concepto para clasificar especies de ranas en Europa. Calcula que se requieren unos seis millones de años de evolución divergente para que dos grupos de ranas dejen de poder cruzarse y, por tanto, se conviertan en dos especies distintas.

Un método popular para identifica­r especies es secuenciar el ADN de los organismos y observar las diferencia­s en el código genético. Esto puede dar lugar a sorpresas, como lo demuestran las jirafas en África. Por ejemplo, una especie de camarón común de agua dulce,

se dividió hace 25 millones de años en linajes separados que siguen vivos en la actualidad. Dependiend­o de cómo los investigad­ores clasifican sus diferencia­s en ADN, una sola especie de

podría ser en realidad 32 especies —o hasta 152. Incluso una especie común como la lechuza es motivo de desacuerdo. El grupo conservaci­onista BirdLife Internatio­nal reconoce a las lechuzas comunes como una especie,

que vive en todo el mundo. Pero otro inventario influyente, llamado

coloca a las lechuzas que viven en una cadena de islas del océano Índico en su propia especie,

Otro más reconoce a las lechuzas comunes de Australia y Nueva Guinea como

Y una cuarta divide a en cuatro especies, cada una de las cuales cubre su propia parte amplia del planeta.

Pueden pasar décadas para que una nueva especie de planta sea nombrada formalment­e en una publicació­n científica después de su descubrimi­ento. Thomas Wells, botánico de la Universida­d de Oxford, y sus colegas están tomando fotografía­s de plantas tanto en la naturaleza como en museos y utilizando programas computacio­nales para detectar muestras que parecen agruparse porque tienen formas similares. Los investigad­ores también están secuencian­do rápidament­e el ADN de las muestras para ver si se agrupan genéticame­nte.

Si obtienen grupos claros a partir de enfoques como estos, llaman a las plantas una nueva especie. Los métodos pueden hacer posible que el equipo de Wells describa más de cien especies nuevas de plantas cada año.

“Realmente no podemos darnos el lujo de darle vueltas pensando: ‘¿Es esto una especie o es una subespecie?’”, dijo.

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GABE COHN/THE NEW YORK TIMES

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