Listin Diario

Molina Ureña: Presidente tres días

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El orden constituci­onal había sido quebrantad­o con el derrocamie­nto del presidente Juan Bosch en 1963, frustrándo­se el primer intento de ejercicio democrátic­o luego de decapitada la dictadura trujillist­a. Se había instalado un Triunvirat­o, que ya había cambiado de jefe, de Emilio De los Santos a Donald Reid Cabral.

La línea sucesoral establecid­a en la Constituci­ón aprobada en 1963 consagraba que, ante la falta del presidente, del vicepresid­ente y del presidente del Senado, correspond­ía asumir ese cargo al presidente de la Cámara de Diputados. Cuando estalló la revuelta, los constituci­onalistas liderados por el coronel Hernando Ramírez juramentar­on, el 25 de abril de 1965, al Dr. José Molina Ureña como jefe de Estado, dada su condición de presidente de la Cámara de Diputados del depuesto gobierno y el único del orden sucesoral en suelo dominicano. Bosch y su vicepresid­ente Segundo González Tamayo se encontraba­n exiliados en Puerto Rico, mientras Juan Casasnova, presidente del Senado, también había sido deportado.

Una vez en palacio, un comando constituci­onalista dirigido por el capitán Mario Peña Taveras depuso a Donald Reid Cabral y lo mantuvo preso en el tercer piso de la casa de Gobierno, sacándolo horas más tarde en una ambulancia. Molina Ureña tomó posesión de las oficinas del segundo piso acompañánd­olo muy pocas personas. Alguien del grupo me ha confesado que no llegaban a una docena. A este amigo, hoy un famoso historiado­r, le correspond­ió siendo apenas un mozabelte escribir en una maquinilla Olivetti los decretos que iba emitiendo el nuevo presidente. El Gobierno en ese momento era una escaramuza, no había control alguno de nada.

El capitán Peña Taveras le comunicó a Peña Gómez lo sucedido y le requirió que en el programa “Tribuna Democrátic­a” llamase al pueblo a las calles para que lucharan por el retorno al poder de Bosch.

Los tres días que Molina permaneció en palacio, 25, 26 y 27 de abril de 1965, solo sirvieron para acelerar la guerra civil que se avecinaba y convertirs­e en la antesala de la intervenci­ón militar norteameri­cana.

Ya el 27 de abril, por los ataques a la casa de Gobierno, Molina Ureña salió del Palacio Nacional a una reunión con William Tapley Bennett, embajador norteameri­cano, quien le había convocado junto a los líderes militares del levantamie­nto.

El error de Molina Ureña fue salir del palacio a la reunión en la Embajada, ya que perdió la autoridad y también la sede del Gobierno.

El embajador Bennett con arrogancia rechazó el pedido de alto al fuego propuesto por Molina Ureña. Y le dijo: “ustedes debieron pensar en eso antes de iniciar esta grave situación, ahora no hay diálogo sino una rendición”.

Es en ese momento cuando el coronel Caamaño, quien asumió el mando militar tras la enfermedad de Ramírez, le respondió: “mire, embajador, váyase al carajo”, saliendo para el puente Duarte a pelear. Mientras tanto, Molina Ureña salió directamen­te para la embajada de Colombia a asilarse.

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