Muerte en Venecia
Desde sus inicios, el cine ha estado vinculado a la literatura. De una manera u otra ambos han convivido. Pero es el cine que más ha necesitado de la literatura para poder llevar a la pantalla grande historias valiosas. Muchas de esas obras literarias son bien adaptadas para el deleite del público y otras veces no. Esto dependerá del guionista quien crea los diálogos para el lenguaje cinematográfico. Gracias a eso, el director del filme logra una puesta en escena exquisita.
Cuando se combinan un buen escritor y un director excelente, el proyecto deberá culminar en una obra majestuosa que a pesar de los años, mantiene su equilibrio argumental para mantener su vigencia, lo que conlleva a definirse dentro de los nuevos clásicos.
Es lo que ha pasado con “Muerte en Venecia”, basada en la obra de Thomas Mann, escrita en el año 1912; pero adaptada por un gran artista italiano en la dirección de cine como lo era Luchino Visconti, en el año de 1971. º
La trama se centra en los albores del siglo XX, donde un compositor de nombre Gustav von Aschenbach (Dick Bogarde) padece una depresión severa, unido a una enfermedad cardíaca que lo motiva a aislarse y en ese propósito, elige la ciudad de Venecia buscando descanso físico y espiritual. Sin embargo, toda su ilusión se desvanece cuando en el lobby del hotel conoce de manera visual a un joven de origen polaco de nombre Tadzio (Bjorn Andrésen) donde su belleza física se transformará en una obsesión de querer tocarla y/o admirarla. Gustav buscará la manera de encontrarse con el joven Tadzio para contemplar su hermosura. Paralelamente a esta situación, Gustav se da cuenta que algo extraño sucede en la ciudad y se entera que la misma está padeciendo una epidemia del cólera, donde las autoridades esconden la enfermedad para no ahuyentar a los turistas; pero nuestro protagonista decide quedarse para poder contemplar la belleza de ese amor sometido a Tadzio. Esta alabanza, oda y homenaje a la belleza, fue debatida por los filósofos antiguos, especialmente por Platón en varias de sus obras. Muchas veces, nosotros asociamos esa atracción por la hermosura perfecta como “amor platónico”. Se refiere a esa admiración silenciosa, callada; pero sutil a través de la mirada a alguien. Y tiene que ser así de esa manera; porque de otro modo se destruiría la ilusión si se tocase. Nuestro protagonista está condenado a un trágico destino. De la misma forma en que la ciudad se desvanece por la epidemia, así se va desvaneciendo Gustav por querer alcanzar un ideal que no logra obtener y solamente le queda la antítesis de la belleza con la muerte. El director no desarrolla un argumento de pederastia, ni de homosexualismo. Nada importa si Tadzio fuera hombre o mujer, aquí no se habla de la belleza