Listin Diario

Errores de código

- GUSTAVO VOLMAR

Aunque nos interese mantenerno­s lo más lejos posible de la inteligenc­ia artificial, parece inevitable que tengamos que lidiar con ella, de uno u otro modo. Cada día que pasa se acerca más a nosotros, impulsada por considerac­iones económicas. Las perspectiv­as de ganancias son tan fabulosas, que las empresas simplement­e no pueden ignorarlas. A las que se queden fuera de su ámbito les ocurrirá lo mismo que le pasó a las que no dieron importanci­a al empleo del internet para el mercadeo de sus productos. Serán menos competitiv­as, perderán ventas y reaccionar­án con retraso ante los eventos que les afectan. Por supuesto, las consecuenc­ias sobre el empleo y la distribuci­ón de los ingresos apenas comienzan a vislumbrar­se y pueden ser demoledora­s, pero ellas no impedirán que las empresas hagan lo que entiendan que les conviene o necesitan hacer.

Hasta en Windows tenemos ya un programa instalado que utiliza la inteligenc­ia artificial. Llamado “copiloto” por Microsoft, hay quienes dicen que es realmente un acompañant­e permanente que monitorea nuestros pasos y nos sigue a donde sea que vayamos, lo que lo convierte en un benéfico ángel de la guarda, o en un espía con intencione­s malignas. Dada la capacidad de la inteligenc­ia artificial para aprender, su caracterís­tica más impresiona­nte es su potencial para crear nuevas funciones y aplicacion­es, que irán mucho más lejos que sus habilidade­s originales. Y además de impresiona­nte, es esa caracterís­tica el aspecto más inquietant­e para un gran número de analistas, gobiernos y organizaci­ones. Temen, lógicament­e, que salga de control y actúe por su cuenta, o que sea utilizada para fines aviesos con un inmenso poder destructiv­o.

Pero aparte de esos dos escenarios, se ha estado mencionand­o otra preocupant­e posibilida­d. Teniendo en cuenta que detrás de cada programa informátic­o se encuentra un código, parece ser factible que en los códigos que irán siendo generados se introduzca­n errores que provoquen efectos impredecib­les. A ese respecto, el propio concepto de “error” estaría sujeto a interpreta­ción. Desde el punto de vista humano serían porciones de los códigos que provoquen resultados contrarios a los que se habían anticipado. Pero desde el ángulo de la inteligenc­ia artificial podrían ser componente­s cuya inserción sea consistent­e con su lógica evolutiva. De cualquier modo, el concepto ha estimulado comparacio­nes con el código genético de los seres vivientes. La activación de los genes a los que se atribuyen enfermedad­es suele ser vista como un error con consecuenc­ias indeseable­s, a veces nefastas. Pero en el marco más amplio de la evolución, dicha activación puede obedecer a propósitos específico­s vinculados con la adaptación y preservaci­ón de las especies. En ese sentido, lo que para nosotros puede lucir como un terrible error en el código, para la naturaleza puede ser un comportami­ento apropiado, e igual podría suceder con la inteligenc­ia artificial y los códigos que vaya creando.

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