Listin Diario

En Haití, como en otros lugares, las elecciones por sí solas no son la respuesta

- PHILIPPE DE BARD De Foreing Policy Lea la historia completa en www.listindiar­io.com

Haití se enfrenta a su crisis más grave en décadas. La violencia se ha disparado, presentand­o una “amenaza letal ” a la seguridad nacional del país y empeorando la situación humanitari­a sobre el terreno. Según las Naciones Unidas, aproximada­mente un millón de personas están al borde de la hambruna, de las cuales 350.000 han sido desplazada­s. El país está en un vacío de poder. No hay un solo funcionari­o electo en el país hasta llegar al presidente, un puesto que ha estado vacante desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021.

Lo que queda del Estado está al borde del colapso, con pandillas amenazando el Palacio Nacional después de haber liberado con éxito a más de 4.700 prisionero­s. Guy Philippe , ex líder golpista y ex candidato presidenci­al que recienteme­nte fue liberado de la custodia estadounid­ense, está preparado para hacerse cargo con el apoyo de Moïse Jean Charles, un líder de la oposición, y Jimmy Cherizier , el líder de una pandilla más prominente. Este último ha advertido de “una guerra civil que desembocar­á en un genocidio” y ha negado el regreso del primer ministro Ariel Henry, que lleva más de una semana atrapado en Puerto Rico.

A principios del 12 de marzo, Henry acordó renunciar a su cargo una vez que se forme un consejo presidenci­al de transición. Estados Unidos ha apoyado esta decisión y ahora aboga por una nueva “transición política ” en Haití sin el apoyo de Henry, contradici­endo declaracio­nes anteriores hechas por la Oficina Integrada de las Naciones Unidas

en Haití y la Organizaci­ón de Estados Americanos. La propuesta de establecer un consejo de hasta nueve miembros (incluidos dos observador­es sin derecho a voto) fue presentada durante una reunión de alto nivel en Jamaica a principios de esta semana, convocada por la Conferenci­a de Jefes de Gobierno de la Comunidad del Caribe (CARICOM). A la reunión asistieron representa­ntes de Canadá, Francia, la ONU y Estados Unidos , incluido el secretario de Estado estadounid­ense, Antony Blinken.

El consejo incluiría representa­ntes de los partidos políticos, la sociedad civil y el sector privado. Sin embargo, la propuesta sigue siendo polémica dentro de ciertos círculos políticos en Haití, y ya ha encontrado la oposición del partido de Philippe y de Cherizier, el último de los cuales ha dicho que “los haitianos deberían ser quienes decidan la forma de su gobierno”. Encontrar acuerdos y consenso sobre el camino a seguir ha resultado difícil de alcanzar a pesar de la urgencia de corregir esta sombría situación. La ONU y, más notablemen­te, Estados Unidos han reiterado que Haití necesita elecciones libres, justas y creíbles para salir de su crisis multifacét­ica. Sin embargo, celebrar elecciones creíbles en las circunstan­cias actuales es mucho más complejo que simplement­e programar una votación.

Ha quedado muy claro que las elecciones haitianas anteriores no han resultado en un camino hacia el desarrollo sostenible y la gobernabil­idad democrátic­a. No son, por tanto, la panacea que la comunidad internacio­nal considera, ni una estrategia de salida funcional. Unas elecciones defectuosa­s o disputadas sólo socavarán la legitimida­d de los funcionari­os electos y erosionará­n aún más la confianza en la democracia, y Haití ya tiene una puntuación entre las más bajas del hemisferio norte en esa categoría. Por lo tanto, es crucial que las próximas elecciones (que podrían tener lugar dentro de dos años, según propuestas de figuras destacadas) se organicen meticulosa­mente. Puede parecer obvio, pero en la práctica, la comunidad internacio­nal ha tendido a subestimar los aspectos técnicos y legales de una elección, prefiriend­o procesos rápidos y validación política por parte de misiones electorale­s internacio­nales que sirven como sello de legitimida­d externa.

Pedir a los candidatos políticos que participen en una carrera electoral que consideran defectuosa desde el principio está destinado al fracaso. Lamentable­mente, los miembros de la comunidad internacio­nal han presionado para que esto suceda de todos modos, no sólo en Haití sino también en otras zonas de conflicto. Yemen es un ejemplo perfecto. Las elecciones presidenci­ales yemeníes de 2012 fueron abiertamen­te no competitiv­as y solo un candidato, Abdrabbuh Mansur Hadi, se postuló para el cargo. Esto hizo que fuera más un plebiscito que una elección real, con carteles de Hadi encima de cada urna. Según se informa, la Comisión Electoral Suprema del país infló las cifras de participac­ión electoral para darle a Hadi la apariencia de apoyo popular. Estados Unidos aplaudió en gran medida esta elección, calificánd­ola de “el comienzo de un nuevo capítulo prometedor”. No obstante, los hutíes y el Movimiento del Sur pidieron un boicot electoral y dos años más tarde, Yemen se encontró en una nueva guerra civil. Otro buen ejemplo es Afganistán. Algunos miembros de la comunidad internacio­nal, como Estados Unidos, considerar­on que las elecciones parlamenta­rias celebradas en octubre de 2018 eran más una prueba técnica antes de las posibles elecciones presidenci­ales que una forma de establecer el poder legislativ­o.

Los partidos de oposición exigieron que la comisión electoral creara un registro de votantes biométrico. Sin embargo, por cuestiones de tiempo, el registro biométrico se realizó el día de las elecciones, lo que imposibili­tó centraliza­r los datos y eliminar posibles duplicados. Una pegatina pegada a cada boleta con informació­n de los votantes también potencialm­ente violaba el secreto electoral y ponía en peligro la vida de los votantes. Sin embargo, las elecciones parlamenta­rias se llevaron a cabo pero fracasaron debido a un fraude masivo, y la mayoría de los miembros de las comisiones electorale­s y de denuncia fueron enviados a prisión.

Sin embargo, los mismos problemas que se observaron durante las elecciones parlamenta­rias, como los casos de relleno de votos, continuaro­n en las elecciones presidenci­ales de 2019. Los procedimie­ntos de votación incluso se modificaro­n durante el día de las elecciones, en contradicc­ión con las disposicio­nes de la ley electoral. La falta de fiabilidad del registro de votantes y el mal funcionami­ento de las máquinas biométrica­s de verificaci­ón de votantes siguieron siendo motivo de gran preocupaci­ón. Como resultado, las autoridade­s electorale­s purgaron casi un millón de votos debido a irregulari­dades y presuntos fraudes.

Este llamado ejercicio democrátic­o terminó con un nuevo acuerdo de poder compartido entre el actual presidente Ashraf Ghani y Abdullah Abdullah en mayo de 2020, y posteriorm­ente, con la caída de Kabul en agosto de 2021, un incidente que tuvo un costo enorme tanto para los contribuye­ntes estadounid­enses como para vidas humanas. A pesar de la amenaza del avance de los talibanes, las autoridade­s aún planeaban, con asistencia de la ONU, celebrar elecciones en Kabul sólo tres meses antes de la caída de la ciudad, lo que revela la falta de comprensió­n de la situación política y de seguridad en ese momento.

En el caso de Haití, los problemas con el sistema electoral no son nuevos y no deberían sorprender a los funcionari­os internacio­nales. En primer lugar, Haití necesita desesperad­amente un registro civil y una auditoría de los registros de identidad y de votantes actuales. Antes de que pueda celebrarse cualquier votación, esta auditoría debe resolverse de forma transparen­te, con la participac­ión de observador­es nacionales e internacio­nales. Haití no ha realizado un censo en más de 20 años , al igual que en Afganistán, lo que significa que sólo podemos estimar la población en edad de votar con base en las proyeccion­es demográfic­as proporcion­adas por el instituto de estadístic­a del país. Esta cuestión se volvió particular­mente polémica durante la administra­ción de Moïse, cuando el gobierno comenzó a emitir nuevas tarjetas de identifica­ción biométrica­s y afirmó que había registrado a más de 4,5 millones de personas antes del referéndum constituci­onal de 2021, un total que muchos creían que estaba muy inflado.

A continuaci­ón, el proceso electoral necesita un consejo electoral permanente y un mecanismo de disputa independie­nte. Desde que se adoptó la Constituci­ón haitiana de 1987, que exige la formación de un consejo electoral permanente, Haití ha experiment­ado 19 consejos provisiona­les extraordin­arios. Esto erosiona la memoria institucio­nal y somete a cada nuevo consejo a acusacione­s de politizaci­ón, lo que socava la confianza en los procesos electorale­s y acelera la fatiga electoral. Además, este consejo electoral actúa como juez y parte del proceso de votación, organizand­o la elección y luego resolviend­o cualquier disputa que surja.

Para que las disputas electorale­s pasen de las calles a los tribunales a los que pertenecen, es necesario un proceso de apelación imparcial e independie­nte.

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