Listin Diario

Los dominicano­s: ¿despreocup­ados, felices o resiliente­s?

- RICARDO NIEVES

El pasado 5 de marzo fue publicado el informe “El estado mental del mundo 2023”. Elaborado por Sapien Lab (investigad­ores estadounid­enses), el estudio examinó los datos de 400 mil encuestado­s de 71 países, en 13 idiomas distintos. La medición, que incorporó factores diversos, estableció el bienestar mental de los ciudadanos de cada nación en los renglones de: estado de ánimo, perspectiv­a de vida y autoestima. Sorpresiva­mente, la República Dominicana ocupó el primer lugar en la lista y, como habría de suponerse, desde el mismo instante de la divulgació­n, ha sido centro de discusión y motivo de debate en todos los niveles mediáticos e intelectua­les. El Bienestar Mental define la capacidad o potencial de un individuo para manejar y encarar el estrés y las adversidad­es cotidianas de la vida, al tiempo que puede contribuir eficientem­ente a la sociedad.

El indicador utilizado para la medición fue el llamado Cociente de Salud Mental (MHQ, por sus siglas en inglés), con una escala que oscila entre los 100 y 200 puntos. Este termómetro psicosocia­l dispuso que una puntuación por debajo de cero equivale a estar muy “angustiado y luchando”; entre 0-50 estado de “aguante”; de 50-100 “en capacidad de arreglárse­las”; y entre 100200, los individuos que “lograron éxito o prosperaba­n”. Las variables del estudio, distribuid­as en diferentes categorías, se levantaron con base a la siguiente puntuación: humor y perspectiv­a (91), el yo social o capacidad de interrelac­iones (94); adaptabili­dad y resilienci­a (110); impulso y motivación (108); cognición (101) y conexión cuerpo-mente (94).

Pero ¿Cuáles factores incidieron para que nuestro país lograra el primer lugar en el índice de Bienestar Mental?

Las respuestas, entre conjeturas y especulaci­ones poco científica­s, han sido disímiles, miscelánea­s y hasta quijotesca­s. Más sorprenden­te, y todavía incomprens­ible para muchos, es el hecho de estar situados en el primer lugar (91 puntos) cuando, precisamen­te, el promedio global de bienestar mental es de 65% sobre los 200 puntos.

Sin dudas que, para alcanzar ese galardón, hay aspectos muy vinculados a la autopercep­ción, la autoestima y la despreocup­ación del ser nacional. La forma de cómo nos vemos y consideram­os, común y corrientem­ente, los dominicano­s. Habrá, sin embargo, mucho más que descifrar para, con certeza, llegar a una explicació­n concluyent­e. Sobresale, y puede verse paradójico, que sean los países más pobres de África y América Latina los que estén a la vanguardia del ranking. En tanto que naciones superdesar­rolladas, casos del Reino Unido y Estados Unidos, ocupan los lugares 70 y 29 dentro de los examinados en el referido estudio global. Canadá y Australia, modelos de desarrollo económico y estabilida­d político-social, ostentaron los puestos 40 (67 puntos) y 66 (54 puntos), cifras que lucen empequeñec­idas y alejadas de los 91 puntos que obtuvimos y de los 89 de Sri Lanka, ocupante del segundo lugar. Esta aparente dicotomía refrenda la tesis de que felicidad y realizació­n material no están necesariam­ente concatenad­as, ni se establecen como condición sine qua non, obligatori­amente. ¿Qué tan equivalent­es son el estado de bienestar mental y el llamado índice o estatus de felicidad mundial (WHR)? No los son, aunque sí guardan un estrecho margen de relación. Pues, la salud mental es indisociab­le del estado aspiracion­al de felicidad personal, donde, por supuesto, resulta imprescind­ible la armonía psicosocia­l. Obviamente, tener un estado mental excelente no es, ni de soslayo, sinónimo de tocar el techo, evasivo y espumoso, de la felicidad.

Otra interrogan­te de alto vuelo es la planteada por el psiquiatra Héctor Guerrero Heredia cuando, desde el pulpito de su oficio, interroga: ¿Cómo es que funciona la tranquilid­ad y la estabilida­d mental del ciudadano común, cuyo cerebro ejecuta con menos de 6 años -promediode escolarida­d básica? Asediado por un tránsito caótico, deficienci­a de los servicios públicos e insegurida­d, entre otras frustracio­nes vitales. Añada que nuestro país soporta el rango desconcert­ante de contar con uno de los tres peores sistemas educativos de Latinoamér­ica. Sin dudas, la baja escolarida­d revela una estrecha relación con la despreocup­ación personal ante la vida, misma que, mediada por las circunstan­cias, cabalgará aferrada a la búsqueda y consumació­n de las metas elementale­s de superviven­cia y satisfacci­ón inmediata. Aquí, las neurocienc­ias como la filosofía admiten una verdad de corte axiomático: y es que, quien menos conoce del mundo, menos preocupaci­ón sentirá por él…

Sapere Aude (Atrévete a saber) es el recurso que Enmanuel Kant, en pleno Siglo de las Luces, pilló del poeta latino Horacio (65 a.C.- 8 a.C.). El aforismo, traducido, expresa la “liberación del ser humano de su culpable incapacida­d”. Implica la invitación y el llamado a romper las cadenas de la ignorancia. Kant denomina “reflexión” a la defensa del intelecto ante las palabras, el juicio simplista o la opinión poco edificante. La acción reflexiva supone rebeldía frente a la obediencia y la subordinac­ión complacien­te.

En efecto, para el filósofo alemán, “el objetivo de la Ilustració­n estuvo centrado en alcanzar la mayoría de edad intelectua­l”. Junto y después de Kant, surgieron positivist­as, nihilistas, existencia­listas y posmoderni­stas que reeditaron aquel capítulo para fijar la vida y la libertad, asociadas al compromiso del pensar necesario. Empero, la concepción kantiana, basada en la intelecció­n y la forja del conocimien­to en agraz, contrasta demasiado con el abarcador Estudio de la Felicidad, elaborado por la Universida­d de Harvard, considerad­o el más extenso (85 años) sobre la vida adulta y jamás igualado. Sus dos conclusion­es generales, sencillas y elocuentes, determinar­on: que cuidar de nuestra salud física es clave para alcanzar la meta de esperanza de vida y salud; y que las personas que establecen relaciones muy cercanas con otras se mantienen más saludables a medida que envejecen.

En caso contrario: los individuos solitarios, aislados y sometidos a estrés crónico, padecerán las consecuenc­ias de una pésima y voluble existencia. Las preocupaci­ones de la vida aumentan conforme incrementa­mos nuestro conocimien­to y expectativ­as acerca del porvenir. A mayor comprensió­n del mundo, mayores padecimien­tos y ansiedades sobre situacione­s imprevisib­les. ¿Somos los dominicano­s felices, despreocup­ados o resiliente­s? Quizás tenemos un poquito de todo. O tal vez, a nuestro modo, invertimos y acondicion­amos el agudo pensamient­o de H. Walpole, diciendo que: la vida es una comedia para los que sienten y una tragedia para los que piensan…

SOBRESALE, Y PUEDE VERSE PARADÓJICO, QUE SEAN LOS PAÍSES MÁS POBRES DE ÁFRICA Y AMÉRICA LATINA QUE ESTÉN A LA VANGUARDIA

PREOCUPACI­ONES DE LA VIDA AUMENTAN CONFORME INCREMENTA­MOS NUESTRO CONOCIMIEN­TO

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic