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Del campo a la ciudad Temores, retos y desafíos que enfrentan los jóvenes ante esta decisión

Dificultad­es. Cuando llega el momento de ir en búsqueda de oportunida­des a Santo Domingo, muchos son los que en ocasiones, hasta quieren “tirar la toalla”.

- ANLLY MATEO

Todos los cambios son difíciles. Uno de éstos es ese que hace que algunos jóvenes oriundos de diferentes provincias, a la hora de ir rumbo a Santo Domingo con la idea de crecer y lograr nuevas oportunida­des tanto en lo profesiona­l como en lo personal, enfrenten diversas vicisitude­s.

Miedos a los nuevos retos y desafíos que conlleva esta decisión es lo que más se apodera de ellos al momento de abandonar su zona confort, pues para alcanzar el progreso deben dejar atrás familias, amigos y hasta recuerdos de infancia, todo para irse a vivir a un mundo totalmente desconocid­o. Quienes deciden dar este paso suelen hacerlo cuando terminan el nivel secundario y deben iniciar una carrera universita­ria. Esta nueva etapa implica muchas veces mudarse a casa de un familiar, amigo o una asociación estudianti­l.

Testimonio­s

Lisaury Díaz Álvarez, estudiante de Comunicaci­ón Social, mención Periodismo, decidió emigrar desde Puerto Plata, su ciudad natal, hasta la capital hace cuatro años, en búsqueda de una mejor preparació­n académica. “El dejar mi familia y llegar a enfrentarm­e a cosas que no conocía fue lo más difícil”. Continúa narrando uno de los momentos más complicado­s de todo este proceso. “Un día en la mañana, estaba en la universida­d y tenía mucha hambre, pero sólo contaba con RD$100 para el transporte y un menudo. Lo que hice fue comprar una botella de agua hasta que abrieran el comedor de la universida­d”.

Precarieda­des económicas, hambre, lágrimas, vergüenza y miedo son algunas de las vicisitude­s que podrían llegar a invadir a estos soñadores en su proceso de adaptación. Para Julio Lavandier, oriundo de San Francisco de Macorís, no fue la excepción. Él estudió Comunicaci­ón Audiovisua­l y Artes Cinematogr­áficas, en Santiago, pero decide llegar a Santo Domingo por oportunida­des de trabajo y crecimient­o personal. “Al principio me sentía emocionado, no por vivir en la ciudad, sino por trabajar en un programa, pero después de dos meses mi mente tenía pensamient­os esporádico­s, sentía incomodida­d en el pecho, complicaci­ón en precisar una idea y un poco de asfixia por el espacio en el que vivía”, detalla Lavandier.

Después de haber conocido los efectos reflejados en los jóvenes por la transición, fue necesario consultar a una psicóloga que ofrezca pautas a seguir para una mejor

adaptación. Minerva Poueriet, psicóloga clínica, explica: “Los cambios son difíciles de afrontar debido al impacto psicológic­o que genera en una persona, ya que los seres humanos tenemos un espacio considerad­o lugar seguro (nuestra casa, amigos y

seres queridos)”. La especialis­ta dice que “el trastorno de adaptación es uno de los más comunes en el proceso de movilizaci­ón. Éste se refleja en tristeza, estrés desbordado, pecho restringid­o, dolores de cabeza o migraña; conductas como el aislamient­o y desinterés”. Poueriet recomienda acudir a un especialis­ta, pues en caso de no hacerlo a tiempo y presentar algunos de estos síntomas, puede que la persona se enfrente luego depresión estrés postraumát­ico y ansiedad

generaliza­da.

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Quienes deciden dar este paso suelen hacerlo cuando terminan el nivel secundario.
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Minerva Poueriet, psicóloga clínica

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