REFLEXIONES DEL DIRECTOR
Para difundir esas novedades, los editores aplicaban reglas de redacción, comprobación y contextualización, a fin de respetar la objetividad del relato, sin permitir sesgos ideológicos o discriminatorios.
En la actualidad, esos parámetros han ido perdiendo calidad y sistematicidad de uso, porque la facilidad con que instantáneamente cualquier suceso sale a la luz por vías digitales o redes, evapora estos controles.
Por tanto, las nuevas audiencias, que forman comunidades de intereses afines, asumen esos contenidos como si fuesen “noticias“, sin que necesariamente tengan su significado original o lo sean en la realidad.
Noticia es el género fundamental o el insumo básico del periodismo profesional, cuya narración y valoración se hace tomando en cuenta el interés general, libre de interpretaciones o sesgos.
Su redacción la formatea y la vende como un producto terminado que ha cumplido varias pruebas de verificación y construcción, con el objetivo de que, al ser del conocimiento de los lectores, estos adquieran un conocimiento de algo real y no falso.
Lo que no sucede ahora porque los filtros de calidad para medir el nivel de impacto o interés han caído en desuso en la medida en que la presión por la inmediatez se ha convertido en una especie de divisa de los nuevos medios.
Recuerdo que, en la incisiva definición de un maestro del periodismo, noticia es todo aquello que el gobierno no quiere que se sepa, aludiendo al poder de la prensa para difundir verdades o realidades incómodas.
Ahora es distinto. Noticia viene a ser todo lo que da “like” y se viraliza, aunque sea una información o hecho irrelevante, banal, superficial y a menudo falso o incomprobable.
Y esta realidad es la que ha llevado a David French, columnista del The New York Times, a creer que, a consecuencia de ello, la actual es “la generación de personas más integralmente, voluntariamente y conjuntamente desinformada que jamás haya pisado la tierra”.