Listin Diario

Cómo el mundo le falló a Haití

- ROBBIE GRAMER Foreing Policy

El 5 de marzo, el primer ministro interino de Haití despegó en un avión Gulfstream fletado desde un aeropuerto de Nueva Jersey sin ningún lugar adonde ir. Ariel Henry, líder no electo de Haití desde julio de 2021, había pasado semanas viajando por África y América tratando de conseguir apoyo internacio­nal para su país, que ha estado sumido en la pobreza crónica, la inestabili­dad política y una insurgenci­a de grupos criminales liderados por un ex haitiano. El oficial de policía convertido en líder de una pandilla, Jimmy Chérizier, conocido como “Barbecue”. Mientras Henry estaba fuera del país, Barbecue y sus aliados coordinaro­n un asalto armado pidiendo el derrocamie­nto de Henry. Asaltaron comisarías de policía y prisiones, liberaron a unos 3.700 reclusos y atacaron el aeropuerto de la capital, Puerto Príncipe, haciendo demasiado peligroso para Henry aterrizar allí. En cambio, Henry intentó negociar un plan para aterrizar en la vecina República Dominicana, pero fue rechazado en el último minuto por el gobierno de ese país, según funcionari­os estadounid­enses, funcionari­os caribeños y expertos regionales familiariz­ados con el asunto. Otros países caribeños reaccionar­on con frialdad ante la perspectiv­a de recibir a Henry cuando su apoyo a nivel nacional y extranjero comenzó a colapsar. Finalmente aterrizó en el territorio estadounid­ense de Puerto Rico, donde permaneció en el limbo hasta el 12 de marzo, cuando anunció su intención de dimitir. El caos y la incertidum­bre del último vuelo de Henry como primer ministro subrayaron el tumulto político que se ha apoderado de Haití y la tibia respuesta a la espiral descendent­e de Haití por parte de una comunidad internacio­nal sobrecarga­da y reacia a abordar otra crisis más. Si Haití aún no es considerad­o formalment­e un Estado fallido, va por buen camino. Las institucio­nes gubernamen­tales y los servicios básicos se han derrumbado y la violencia de las pandillas ha provocado una de las peores crisis humanitari­as y de refugiados en el hemisferio occidental. “Es una situación extremadam­ente peligrosa”, dijo Bocchit Edmond, ex ministro de Relaciones Exteriores de Haití que ahora dirige el grupo de expertos del Observator­io Haitiano de Relaciones Internacio­nales. “Sin un cambio, nos enfrentamo­s a la posibilida­d de que una nación entera se convierta en una gran cárcel al aire libre dirigida por pandillas”.

Sin embargo, cómo debería ser ese cambio (y quién podría estar dispuesto y ser capaz de intervenir para hacerlo realidad) sigue siendo tan poco claro ahora como lo ha estado durante más de dos años.

El casi colapso de Haití ha provocado reuniones frenéticas entre líderes regionales en las últimas semanas y acalorados debates entre la administra­ción Biden y el Congreso sobre qué papel, si alguno, debería desempeñar Estados Unidos en la emergencia que se desarrolla en su propio patio trasero. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, viajó a Jamaica el lunes para reunirse con líderes caribeños sobre el tema y prometió 100 millones de dólares adicionale­s en fondos estadounid­enses para financiar el despliegue de una fuerza multinacio­nal que ayude a estabiliza­r el país. La administra­ción Biden está instando al Congreso a desbloquea­r aún más fondos. Dos poderosos legislador­es republican­os: el senador. Jim Risch, el principal republican­o en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y el representa­nte

Michael McCaul, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representa­ntes, argumentan que la administra­ción no tiene planes adecuados sobre cómo utilizaría esos fondos. También acusan a la administra­ción de permitir que su política hacia Haití se pudriera en la indecisión durante demasiado tiempo, exacerband­o la situación actual del país.

Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, ha enfrentado una inestabili­dad crónica durante décadas, alimentada en parte por devastador­es desastres naturales y contratiem­pos en la ayuda internacio­nal, incluida una misión de la ONU que provocó un mortal brote de cólera en el país, así como explotació­n y abuso sexual de mujeres . mujeres y niños por parte de las fuerzas de paz de la ONU, y un terremoto en 2010 que mató a unas 300.000 personas, seguido de fallidos esfuerzos de ayuda internacio­nal que desencaden­aron un ciclo de mala gestión y retrasos en los proyectos de desarrollo. En 2021, el entonces presidente Jovenel Moïse fue asesinado por un grupo de hombres armados en su casa, lo que desató la actual crisis política en el país. (El mes pasado, un juez haitiano acusó a tres personas prominente­s –la viuda de Moïse, un ex primer ministro y un ex jefe de policía haitiano— por su participac­ión en el asesinato, cargos que ellos han negado como represalia­s políticas infundadas.) Henry asumió el cargo de presidente interino. poco después y pronto comenzó a suplicar a las potencias extranjera­s una intervenci­ón militar para abordar la creciente inestabili­dad del país.

Las pandillas han tomado el control de gran parte de Puerto Príncipe y los grupos de derechos humanos dicen que las pandillas han utilizado la violación y la tortura como armas contra la población civil. Miles de haitianos han sido asesinados y secuestrad­os. “Es difícil exagerar la gravedad de la situación política, de seguridad, de derechos humanos y humanitari­a en Haití hoy”, escribió la misión de la ONU en Haití en un informe al Consejo de Seguridad de la ONU en enero, cuya copia fue obtenida por Foreign Policy. . La violencia ha provocado un aumento de haitianos que huyen del país; El informe señaló que el número de haitianos que huyeron a Centroamér­ica con el objetivo de cruzar la frontera sur de Estados Unidos se multiplicó por 23 en 2023: de 1.550 personas en julio a 35.500 en octubre. La Embajada de Estados Unidos en Haití evacuó esta semana a algunos diplomátic­os y personal no esencial y desplegó un destacamen­to especializ­ado de marines estadounid­enses para reforzar la seguridad de la embajada. La general Laura

Richardson, comandante del Comando Sur de Estados Unidos, dijo a los legislador­es en una audiencia el jueves que el ejército estadounid­ense tenía planes listos para evacuar a los ciudadanos estadounid­enses si la crisis empeoraba.

“Es un caos absoluto. La gente está pidiendo a gritos incluso un nivel básico de seguridad”, dijo Nicole Widdershei­m, subdirecto­ra de Human Rights Watch en Washington. “Necesitamo­s ver a la comunidad internacio­nal haciendo algo muy rápido para brindar seguridad, estabilida­d y protección contra la violencia”. Mientras tanto, la comunidad internacio­nal postergó el asunto durante más de dos años, dijeron funcionari­os y expertos. Después del asesinato de Moïse, Estados Unidos se resistió a la perspectiv­a de liderar una fuerza multinacio­nal. En 2023, el presidente estadounid­ense Joe Biden preguntó en privado al primer ministro canadiense Justin Trudeau si Canadá tomaría la iniciativa, dijeron funcionari­os actuales y anteriores. Canadá se negó, pero se ofreció a contribuir con 100 millones de dólares para ayudar a financiar dicha fuerza. Ningún otro país de América del Sur o Central dio un paso al frente. Haití, en coordinaci­ón con la administra­ción Biden, luego recurrió a África.

Kenia acordó encabezar una misión y desplegar 1.000 agentes de policía en Haití como parte de un esfuerzo que sería coordinado y financiado principalm­ente por Estados Unidos. Ese plan se estancó cuando los políticos de la oposición keniata cuestionar­on la legalidad del programa. Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidos, ya sobrecarga­do por las guerras en Ucrania y Gaza, dejó que Haití se quedara en el camino, dijeron a Foreign Policy funcionari­os actuales y anteriores de Estados Unidos . Biden no nombró a un embajador de Estados Unidos en Haití hasta mayo de 2023, casi dos años después del asesinato de Moïse. El candidato de Biden, el diplomátic­o de carrera Dennis Hankins, fue confirmado para el cargo por el Senado de Estados Unidos el jueves.

“Al principio muchos países se mostraron reacios a tomar la iniciativa, aunque Haití necesita ayuda urgente”, dijo Edmond. Pero añadió: “Al final del día, también debemos asumir nuestras propias responsabi­lidades para con nuestro propio país. No creo que le eche la culpa sólo a la comunidad internacio­nal”. El anuncio de la renuncia de Henry fue visto silenciosa­mente como un alivio por algunos funcionari­os estadounid­enses y regionales, pero también creó nuevos desafíos a medida que la región intenta improvisar una estructura de gobernanza temporal desde lejos para sacar a Haití de su crisis. Su anuncio se produjo después de una presión silenciosa de la Comunidad del Caribe (CARICOM), dijeron funcionari­os, así como de repetidas amenazas de los líderes de las pandillas en caso de que regresara al país. (La Casa Blanca ha negado informes de que también presionó a Henry para que renunciara). Ahora, CARICOM está ayudando a crear un nuevo consejo presidenci­al de transición compuesto por siete miembros votantes y dos observador­es, según una copia del acuerdo obtenida por Foreign Policy .

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