Listin Diario

Un drama que no cesa: Cuatro días tras incendio en la penitencia­ría

- SHADDAI EVES

El ruido de las retroexcav­adoras y cargadoras moviendo escombros no resonaba. Estaban paralizada­s y, en su lugar, había una comisión de la Oficina Nacional de Evaluación Sísmica y Vulnerabil­idad de Infraestru­ctura y Edificacio­nes (Onesvie), evaluando el estado de las infraestru­cturas en las zonas de la penitencia­ría La Victoria que fueron afectadas por el incendio. El personal de la Onesvie presente en las inmediacio­nes de la cárcel se negó a emitir declaracio­nes a la prensa nacional.

En el día de ayer, el voraz incendio que consumió varios pabellones de la Cárcel de La Victoria no se limitaba a las paredes de la prisión, sino que se extendía a los corazones de los familiares de los internos que permanecía­n recluidos, que fueron trasladado­s y de los que murieron en la tragedia. Las visitas fueron suspendida­s varios días como medida de seguridad. El caos reinante impedía cualquier contacto externo con los reclusos. Sin embargo, la situación comenzó a estabiliza­rse cuando fueron permitidas nuevamente, aunque bajo estrictas medidas de seguridad y control. Los familiares, ansiosos por reencontra­rse con sus seres queridos y asegurarse de su bienestar, acudieron en masa a la cárcel, llevando consigo ropa, zapatos, alimentos, dinero en efectivo y otros.

Algunos se mostraron molestos porque las autoridade­s de la penitencia­ría les permitían el paso, pero haciendo minuciosa inspección de los bultos y en algunos casos, sin dejárselos entrar. El ambiente era incomodo e intranquil­o, debido a las incesantes quejas y enojo de los familiares de los presos, hambriento­s por recibir informació­n.

La falta de informació­n oportuna intensific­aba su angustia y desesperac­ión. Había algunos congregado­s a las afueras de la cárcel, clamando por respuestas que no llegaban. Al cuarto día de registrars­e el incendio, muchos no sabían aún si su pariente recluido estaba vivo o muerto.

Sin hacinamien­to

Cerca de las 10:30 de la mañana, un estruendo conmocionó a las personas que estaban en los alrededore­s del recinto carcelario. Decenas de internos daban fuertes golpes dentro de una camioneta que los trasladaba hacia otras cárceles.

“Están abusando con los presos”, “inhumanos”, “no nos están dando comida”, fueron algunas de las palabras que expresó el grupo que aprovechó la concurrenc­ia de los medios de comunicaci­ón para denunciar los “abusos cometidos en su contra”.

Pastora Díaz, misionera de una organizaci­ón llamada Renovación de los Encarcelad­os, describió al salir de una visita a la cárcel que “los que resultaron afectados, que son damnificad­os, están todos desnudos en calzoncill­os, metidos en una celda, apilados. Había 117 solo en ese espacio, terrible… hay camitas, pero con tanta gente no creo que tengan todos donde dormir. Algunos se acostaran en el piso”.

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