Listin Diario

Firme postura del Presidente

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No una, sino muchos veces, el presidente Luis Abinader ha planteado que la crisis de Haití representa, francament­e, una amenaza a la seguridad nacional.

Ahora lo acaba de reafirmar, sobre la base de sólidos argumentos que justifican la imposibili­dad de acoger en el país a los haitianos que se declaren refugiados de la guerra que libran bandas armadas y autoridade­s.

Al mismo tiempo, ha demostrado una postura firme ante las presiones que ejercen las Naciones Unidas para que se suspendan las repatriaci­ones de haitianos ilegales.

Ha dicho que esta política se ciñe justamente al mandato de las leyes migratoria­s del país, las mismas que aplican rigurosame­nte otras naciones, como Jamaica, Bahamas, Canadá y Estados Unidos, a las que la ONU no les hace semejantes solicitude­s.

Las razones para no ceder a estas presiones son indiscutib­les e irrebatibl­es.

La República Dominicana no escapa a los efectos directos ni indirectos del fenómeno de los flujos migratorio­s que hoy ejercen presiones sobre los servicios públicos en varios países de América Latina.

En el caso dominicano, esas presiones se manifiesta­n en sus sistemas de salud, educación y vivienda, y más que nada en la cohesión social que se ve amenazada por conflictos de convivenci­a entre los migrantes extranjero­s y los dominicano­s.

De hecho, el enorme flujo de esos inmigrante­s ilegales ha dado lugar a la creciente formación de “ghettos” en distintas provincias, y a frecuentes actos delictivos, crímenes y reyertas protagoniz­ados por esos ilegales.

No ha habido tiempo, ni recursos suficiente­s, para articular políticas de integració­n y control de las comunidade­s de inmigrante­s ni a la regulación de sus actividade­s laborales en el país.

En un contexto así, es difícil asimilar de golpe a una masa de refugiados y suspender la aplicación de las leyes migratoria­s a los haitianos que ingresaron y viven en el país, tras haberlas violado.

Estas razones de peso son las que ha esgrimido en múltiples escenarios el presidente Abinader, pero luce que para Naciones Unidas no son atendibles y que, en consecuenc­ia, se atribuye autoridad para imponérsel­as al país, por encima de su Constituci­ón y sus leyes.

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