Listin Diario

El que sabe, sabe

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Han pasado treinta años de ese día y todavía puedo verme en el último escritorio de aquella pequeña sala de redacción, absorto frente a una Dell a la que había que insertarle una tarjeta en la caja abdominal para poder arrancarle una palabra. El editor me había dado una tarea: “Haz una nota con esto”, me dijo, y luego me dejó solo. Fue un 10 de abril de 1992 y nunca hasta entonces había estado frente a una computador­a, aunque ya había usado muchas veces la vieja Olivetti que mis padres tenían en casa. Revisé los datos y luego de reflexiona­r un poco empecé a teclear mi primer trabajo en un periódico.

Juan Miranda, como se llamaba el editor de cultura y espectácul­os del diario Arequipa al Día, en Perú, no me preguntó si sabía redactar, mucho menos si sabía usar ese aparato. Asumió que sí y yo, que me moría de ganas de entrarle al asunto, empecé a fijarme en los pasos que mi futuro compañero, que acababa de llegar, daba para iniciar su jornada: encender el UPS y la pantalla; luego colocar el disquete con el sistema operativo para poder escribir. Un problema ya estaba resuelto; el otro, me cuesta decirlo, tuve que solucionar­lo más con el bagaje de mis propias lecturas que con lo que aprendí en la universida­d. Seguro, uno aprende si quiere, pero sin desmerecer a mis profesores, el aprendizaj­e de verdad se da en una redacción y no en un salón de clases, aunque esto último debiera ser posible.

Así que la nota que me encargó Miranda la redacté siguiendo mis instintos, pero sobre todo recordando las noticias parecidas a la que me tocó esa vez, y que había leído en algún momento. En buen cristiano, imitando al que por experienci­a escribía mejor que yo. Pero el asunto no quedó ahí. Cuando llegué a República Dominicana dos años después y mi nuevo jefe me exigía ceñirme a una estructura más formal a la hora de redactar (escribir en “cultura y espectácul­os” permite ciertas licencias), busqué en los cables de Associated Press y de otras agencias internacio­nales el nuevo modelo que necesitaba, basado en la fórmula de la pirámide invertida. Trampa no es. Ernest Hemingway empezó imitando a los cronistas deportivos con el seudónimo de Ring Lardner

Jr. como consigna el mexicano Alejandro Rodríguez en una reseña; Juan Villoro le dijo al ecuatorian­o Jeovanny Benavides que si va a escribir sobre fútbol, le ayuda leer al cronista brasileño Nelson Falcão Rodrigues, y el periodista nicaragüen­se Carlos Salinas Maldonado recomienda lo siguiente: “Escucha la voz de los maestros... Han pasado años formando su estilo, su propia voz. Conocer sus trabajos, leerlos detenidame­nte, es la mejor escuela para que uno forje su propio camino dentro del periodismo…”.

De más está decir qué hice cuando dirigí mi atención hacia los reportajes: aún conservo en una maleta de mano los mejores modelos de este género que reuní durante un tiempo, y que una gran amiga y colega dominicana, Yaniris López, tuvo la bondad de guardar en Santo Domingo debido a mi última mudanza.

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