Listin Diario

A los 15 años ya Melissa era madre y antes de los 31 se convirtió en abuela

Testimonio. El que la empujaran a vivir una vida fuera de tiempo, le ha hecho a la dueña de esta historia, atravesar por situacione­s tan difíciles que hoy ni ella misma se cree que ha podido vencer, no sólo el miedo, sino la adversidad que ha caracteriz­ad

- MARTA QUÉLIZ Santo Domingo

“Si dura fue mi infancia, no quieras saber cómo viví mi adolescenc­ia. Cada etapa era peor. Yo no culpo a mi madre, porque ella me crió con las herramient­as que tenía a mano, pero no la pasé bien. Tuve que vivir situacione­s feas y etapas a destiempo”. Melissa es fuerte y, a la parte triste de su historia ha sabido ponerle colores.

Por si fuera poco: “A los 14 años yo tenía un noviecito, y estando en su casa un día, mi mamá me mandó la ropa para que me quedara con él. Su familia me aceptó, y le agradezco para toda la vida porque con ellos supe lo que es tener una familia”. Lo manifiesta genuinamen­te.

A esa corta edad salió embarazada y ya a los 15 años se había convertido en madre. Apenas comenzaba a aprender a desempeñar su rol materno cuando de nuevo sale embarazada. Antes de los 17 tuvo su segundo hijo. La primera tiene 21 años y el segundo 19. “Luego me separo del padre de mis hijos y, como no tenía para dónde coger, vuelvo para donde mi mamá”. Un paso que define como fuerte, pero que no tenía otra opción. “En ese momento me busco un trabajo y hablo con ella para que me los atienda. Ayudo económicam­ente e íbamos bien. A través de ese trabajo conozco a otra persona, según yo, el hombre de mis sueños. Nada más falso que eso”. Ahí comenzó otra fase de prueba para Melissa.

“No te puedo decir que me dio golpe, pero caramba, ese hombre me agredió de la manera más desastrosa en que se puede maltratar a una mujer. Porque lo verbal duele más, eso se queda, al menos a mí me lastima mucho”. Se le notó en la voz. Con él tuvo mellizos. Dos varones. Luego de haberse convertido en padres, ya todo lo que ella hacía le molestaba. Le decía que se veía mal, que tenía estrías, que parecía una loca, que no podía gustarle a ningún hombre… “Hasta que un día decidí dejar esa relación. Volví para donde mi mamá”. No aguanta la risa y se burla de ella misma.

Instaló un saloncito de belleza y se ganaba su peso para mantener a sus niños. “A principio yo le dejaba 300 pesos a mami para la comida y me guardaban hasta ensalada, pero la cosa se fue poniendo mala y llegó un momento en que ya ella no nos quería ahí. Recuerdo que un día le dije: ‘¿Pero qué quieres que haga si no tengo dinero para dejarte, que me tire del puente?’. Lo peor es que me dijo que esa era mi decisión. No te niego que lo pensé”. Eso sí, pensó más en sus hijos. Invadió una propiedad privada que quedaba cerca del salón y ahí dormían en el suelo y en una estufita eléctrica era que podía hacerle algo de comer. “Algún día les pediré perdón a mis hijos”. Le brillaron los ojos. Quitó el salón porque ya no le estaba dejando nada. Se dedicó a maquillar. Regaló todo y le dio la planta eléctrica al dueño del local donde dormía con sus hijos, como depósito . “Publiqué un curso con dos fechas y por el miedo lo borré. El ego me habló y volví a ponerlo diciendo que ya se había agotado el taller. La gente comenzó a escribir que le guardaran cupo para la próxima fecha”. Ríe sin parar.

Fue todo un éxito. Con el dinero que hizo alquiló un lugar más digno y se fue liberando, no sólo de deudas y vicisitude­s, sino también del miedo escénico que la paralizaba. Continuó dando sus cursos.

Capacitaci­ón y superación

Pero Melissa no ha querido quedarse sólo con la satisfacci­ón de que en el Metro perdió el miedo. Está luchando por echar hacia delante en sus estudios. Se inscribió en la escuela y, pese a que en su examen de admisión, no logró que la pusieran en séptimo donde había quedado de niña, sino en cuarto de primaria, en menos de dos meses logró que la cambiaran a octavo por los grandes esfuerzos que ha hecho para convertirs­e en bachiller, seguir preparándo­se y llegar a ser esa gran oradora que determinó que cuando se cayó fue en un bache y no en una tumba.

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Violencia de género
Después de haber probado las verdes y las maduras, Melissa tiene hoy una pareja que la ama y respeta y disfruta de una hermosa familia. Violencia de género
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