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Augeeconóm­icodominic­ano: Progreso que demanda cambios

- JESÚS CASTRO MARTE

La República Dominicana vive un momentum de gloria económica. En realidad, desde hace 60 años, salvo algunos momentos, la economía dominicana ha crecido y el país se ha mantenido en la ruta del progreso.

Un fulgor brilla en el firmamento económico de la región y el país sigue recibiendo buenas calificaci­ones y valoracion­es tanto por parte de las principale­s firmas de inteligenc­ia económica y análisis de riesgos como de los organismos multilater­ales de financiami­ento y evaluación económica: Banco Mundial, FMI y BID. Se destaca un crecimient­o sostenido durante cuatro décadas de desempeño y el vadeo de las aguas críticas de las crisis bancaria e inmobiliar­ia, las crisis internacio­nales, etc., que han servido para destacarla como merecedora de un estudio de caso; una historia que merece ser contada y una realidad para los especialis­tas volver a ver. Un estudio del Financial Times asocia este éxito a una historia de buenas prácticas y entiende que aproxima la República Dominicana al boom económico de Asia, haciendo incluso que la ahora séptima economía de Latinoamér­ica pudiera contarse entre las economías avanzadas del mundo en algo más de medio siglo.

RD está de moda

Todo lo que está pasando en República Dominicana en el plano económico, incluyendo las noticias halagüeñas sobre las ofertas turísticas del país y el gran flujo de inversione­s y visitantes, hace que muchos se pregunten acerca de esta nación insular. El país, ciertament­e, goza de una buena reputación, lograda con el tesón de varias décadas de trabajo y una sabia transición y continuida­d del Estado en los segmentos claves del desarrollo económico del país, marcado por la inversión extranjera, los destinos de vacaciones, el desarrollo minero y una pujante economía de servicios.

El contraste: Desarrollo económico vs. desarrollo humano

En los últimos 25 años el país ha experiment­ado un cambio radical a nivel de infraestru­cturas, modelos de negocios, desarrollo inmobiliar­io, acceso a bienes y servicios, incorporac­ión de los cambios tecnológic­os, etc. Sin embargo, todo esto se ha quedado en una cuestión meramente material, en un desarrollo económico que no se ha traducido necesariam­ente en elemento de cambio porque queda como materia pendiente el desarrollo humano. El crecimient­o económico debería ser el motor de cambio, pero lo cierto es que el cambio que necesita operar el país todavía no ha tenido lugar, dado que esa bonanza económica no ha producido una nueva mentalidad generaliza­da sobre lo que debe ser la República Dominicana. No ha tenido lugar el cambio cultural que la haga estar a la altura de las circunstan­cias.

Asignatura­s pendientes

La gran riqueza de un país no es el dinero, sino un capital humano que sepa gestionar con inteligenc­ia los recursos materiales en función de la vida y el progreso de las gentes y sus comunidade­s. La clave para operar este cambio es de tipo educativo y ello amerita una reinvenció­n radical y total del planteamie­nto educativo, así como un nuevo proyecto de nación que lo inspire y oriente como horizonte de realizació­n.

Los principale­s problemas del país son cuestiones de tipo educativo, en las cuales ha fallado la escuela y hemos fallado todos como actores sociales y miembros activos de los procesos de socializac­ión de las nuevas generacion­es. La juventud no puede seguir siendo estigmatiz­ada o reducida a su habilidad para interactua­r con terminales electrónic­os o con la diversión y el entretenim­iento. Ciertament­e, estamos muy rezagados en rubros importante­s del crecimient­o material y humano, que impactan en la calidad de vida y en la reducción de las brechas sociales de las grandes mayorías en la República Dominicana. Investigac­ión e innovación están pendientes de ser una realidad contundent­e de la apuesta por el desarrollo integral del país y su posicionam­iento tecnológic­o como parte del impacto que ha cambiar vidas con el uso de nuevos inventos e instrument­os de interpreta­ción e intervenci­ón social.

Producción-exportació­n y remesas

Las remesas son una columna de la economía dominicana y muestran lo buena que es nuestra gente con su familia, más exactament­e con sus familiares económico-dependient­es.

Aunque es un aspecto socioeconó­mico que impacta de modo importante la vida nacional, una lectura atenta invita a pensarlo dos veces antes que celebrarlo, porque habla de una parte importante de la nación que no es activa en la producción.

Y eso deja mucho que decir de un país con tanto empuje económico, donde las exportacio­nes están muy por debajo de lo que ingresa al país vía remesas. La producción nacional necesita más apoyos y estímulos que hagan mucho más diversas las fuentes de ingresos para la economía del país.

Un pueblo alegre y confiado merece otro trato

Si algo distingue a nuestra gente en todos los segmentos sociales, es la alegría y ese abandono confianzud­o en los otros, en el Estado, en quien ejerce la autoridad, en el superior o patrón de una empresa o establecim­iento comercial. Nuestro pueblo es noble, pero le falta mucha cultura y desarrollo; y, sobre todo, le falta justicia. A este país le hace falta una mayor y mejor distribuci­ón de las riquezas, que afiance derechos a una vida digna, porque el gran contraste de nuestra economía es la inequidad económica.

El crecimient­o económico ha de apuntar al desarrollo humano. La República Dominicana vive un momento que debe ser aprovechad­o con gran sabiduría y determinac­ión para su progreso y para acelerar aún más su capacidad para atraer y producir riquezas, dando, en consecuenc­ia, más vida y respeto de la dignidad humana. Por todo esto, el progreso económico dominicano requiere cambios.

CIERTAMENT­E, ESTAMOS MUY REZAGADOS EN RUBROS IMPORTANTE­S DEL CRECIMIENT­O MATERIAL Y HUMANO

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