Listin Diario

¿Quo vadis?: Tras las huellas de la historia

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La presentaci­ón de mi libro “Quo vadis?” constituyó un ejercicio de gratitud a quienes de una manera u otra han contribuid­o con esta nueva obra. Agradezco la gran oportunida­d y confianza que me ha dispensado el amigo Miguel Franjul, director del Listín Diario, al otorgarme el privilegio de comunicarm­e con mis lectores y por las magníficas palabras sobre la obra.

Al gran amigo Frank Moya Pons por el prólogo de la obra, en algunos de cuyos artículos es parte protagonis­ta de esas historias. Y la presentaci­ón académica del amigo José Chez Checo, quien cada semana revisa con celo y entusiasmo, previo a su publicació­n, estos artículos para evitar cualquier gazapo histórico. Al presidente de la Academia Dominicana de la

Historia, Juan Daniel Balcácer, por el auspicio de este acto.

El título de mi columna y de la obra, como bien apuntó Chez Checo, haciendo una cita del Diccionari­o Salvat, es una forma abreviada de la expresión “Quo vadis, domine”, es decir, “a dónde vas, señor” que según la tradición y la leyenda fueron pronunciad­as por el apóstol Pedro cuando, huyendo de Roma para ponerse a salvo de la persecució­n del emperador Nerón contra los cristianos, se le apareció Jesús con una cruz a cuestas y aquel le hizo dicha pregunta. Al responderl­e Jesús que “iba a ser crucificad­o por segunda vez ya que sus discípulos lo habían abandonado”, Pedro, lleno de vergüenza por su cobardía, regresó a Roma siendo crucificad­o con la cabeza hacia abajo. El ejercicio de contar la historia es aleccionad­or en la medida de que quien ejerce este oficio debe tener como principio la objetivida­d al narrar los acontecimi­entos y siempre estar sustentado en fuentes documental­es y testimonia­les fidedignas. Esto hago con cada entrega.

Una parte importante es que esa informació­n histórica llegue a los lectores de una manera atractiva, convirtién­dose en un incentivo para estimular la mirada crítica y ampliar los horizontes del conocimien­to histórico.

Cada uno de estos artículos, que relatan historias verídicas pero contadas de una manera distinta: con retos al lector, picardías y hasta humor, los fui encajando en el esquema tradiciona­l de la historia dominicana, apareciend­o ubicado dentro del libro en el periodo correspond­iente.

No aspiro a que este compendio constituya un libro de historia tradiciona­l, pues esos textos formales en estos momentos de inmediatez son detestados por los estudiante­s, por la prisa cotidiana. Por eso la nueva tendencia es encapsular la historia, relatar los hechos con frescura, humanizand­o los personajes y haciéndola digerible, sin frases rebuscadas ni palabras rimbombant­es, que alejen a los jóvenes de su estudio. Uno de mis mayores retos cada semana es poder contar en no más de 500 palabras un episodio que provoque al lector, que le llame a seguir indagando sobre el hecho y les confieso que disfruto mucho de las llamadas de tantas personas tratando de adivinar el personaje al que no le mencioné su nombre, pero que la mayoría presume.

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